Una abogada de 48 años ha sido asesinada en Zaragoza por un hombre que en el año 2003 mató a su mujer y al que esta letrada defendió durante el juicio por aquel crimen. Abogada y cliente mantenían ahora una relación sentimental, según ha confirmado la Delegación del Gobierno en Aragón, publica abc.es.
El asesinato de la abogada Rebeca Santamalia se ha destapado escasas horas después de que el marido de la víctima denunciara su desaparición. Las indagaciones condujeron rápidamente a la Policía a una vivienda del zaragozano barrio de San José utilizada por el sospechoso, José Javier Salvador Calvo. En ese piso de la calle Pradilla se encontraron el cadáver acuchillado de la abogada.
El cuerpo fue encontrado de madrugada. Y, cuando los agentes se dispusieron a ir tras el sospechoso, de 50 años, comprobaron que se acababa de suicidar lanzándose desde el viaducto de Teruel a las 00.20 horas de este viernes.
La investigación apunta a que asesinó a la mujer en Zaragoza, huyó de la ciudad, se fue a Teruel y allí optó por quitarse la vida. Lo que empezó siendo un vínculo profesional entre abogado y cliente derivó con el tiempo en un vínculo afectivo. De ahí que desde el primer momento se haya investigado este crimen como violencia de género, según ha explicado la delegada del Gobierno en Aragón, Carmen Sánchez, quien ha confirmado que la abogada y José Javier Salvador mantenían una relación sentimental.
José Javier Salvador Calvo ya había asesinado en el año 2003 a la que entonces era su esposa, Patricia Maurel, que tenía 29 años y era madre de tres hijos. Acabó con ella de nueve disparos, según dio por probado la sentencia. Por aquel crimen fue condenado, en 2005, a dieciocho años de prisión. Tras acogerse a beneficios penitenciarios, ahora estaba en libertad condicional.
José Javier Salvador cometió aquel crimen en La Puebla de Híjar (Teruel), donde vivía con su mujer y sus hijos. Ella era candidata del PP en esa localidad.
La sentencia por aquel asesinato destacó la crueldad con la que fue asesinada la joven. Su marido quiso asegurarse de que no sobreviviera: al menos dos de los nueve disparos se los asestó en la frente, para rematarla.
Durante el juicio se esforzó por presentarse como un hombre normal que había cometido un crimen del que se arrepentía. Incidió en ello en el marco de la línea de defensa que desplegó su abogada, a la que ahora ha matado. «Hoy soy un asesino, pero antes fui un padre que quería a mis hijos y a mi familia», declaró durante el juicio celebrado en el año 2005