Centenares de estudiantes de medicina se ofrecieron voluntarios para echar una mano en los hospitales checos saturados de enfermos de coronavirus y están teniendo un aprendizaje duro y acelerado del oficio, en un país que registra una de las tasas de infección más elevadas del mundo.
Tereza Zalesakova, de 22 años, se encarga de realizar una prueba de glucosa en sangre en una paciente con un respirador artificial, vestida con un traje completo de protección, oculta detrás de una visera y provista de dos pares de guantes de goma.
A continuación, pasa a otra habitación de la unidad de cuidados intensivos del hospital universitario general de Praga, para ayudar a alimentar a un anciano que no deja de toser y que respira con dificultad.
«Empecé a trabajar aquí a principios de noviembre porque faltaba personal auxiliar», explica esta estudiante de medicina de la Universidad Charles de Praga.
«Si las enfermeras no me necesitan, los doctores a menudo me dejan realizar diferentes intervenciones médicas, lo que nunca habría podido hacer como estudiante», comenta Tereza a la AFP. «Es una experiencia inestimable», subraya la joven, que espera convertirse en cirujana algún día.
Los hospitales checos están cerca de su máxima capacidad de acogida desde el otoño boreal pasado, cuando este país miembro de la UE, con una población de 10,7 millones de habitantes, experimentó un pico de contagios de covid-19.
El país ha tenido la tasa de mortalidad diaria per cápita más alta de Europa durante varias semanas en octubre y noviembre 2020, y la tasa de infección en los últimos días fue más alta que en Estados Unidos.
El ministerio de Salud checo calcula en más de 800.000 el número de casos confirmados de covid-19 desde el comienzo de la epidemia de marzo, de los cuales 12.800 han muerto.
Esta semana, el país ha superado el umbral de 17.000 nuevas infecciones, un récord.
– Muchísimo trabajo –
Para hacer frente al desafío, el gobierno recurrió a los estudiantes y a los militares para que ayuden a los hospitales o a los hogares de ancianos.
«Los estudiantes están haciendo un gran trabajo y estamos muy agradecidos», dice Petra Havrlikova, enfermera del hospital universitario general.
«Nos ayudan a colocar correctamente a los pacientes, a hacer sus aseos matutinos, a transmitir las muestras a los laboratorios o a desinfectar las habitaciones. Creo que muchos de ellos han visto por primera vez a un paciente de cerca», prosigue Havrlikova, entrevistada por la AFP.
Tras un breve descanso luego de pasar tres horas en la unidad de cuidados intensivos, la estudiante de medicina Karolina Nekolova, de 22 años, se prepara para una nueva gira compartiendo una caja de chocolate con las enfermeras.
Las dos estudiantes, Tereza y Karolina, cursan el tercer nivel de seis años de estudios de medicina en la Universidad Charles, y en la actualidad ambas trabajan a tiempo parcial en el servicio de internación del hospital.
Tienen hasta diez turnos de 12 horas al mes, cada uno de los cuales comprende seis horas en cuidados intensivos y seis horas dedicadas a otras tareas.
«Es una experiencia maravillosa para mí. En primer lugar, ayudo a la gente y, en segundo lugar, gano experiencia para mi futura vida de médico», dice Karolina Nekolova, que está pensando en convertirse en pediatra.
Las dos estudiantes consideran que mezclar la universidad y el trabajo no es un problema y consideran que tienen la oportunidad de aprender «en el terreno», a diferencia de otros estudiantes obligados a seguir la enseñanza a distancia debido a las restricciones sanitarias. AFP