Teresa Anzola se quiebra al hablar de Hugo Chávez. En un altar de santería destacan tres fotos del fallecido líder socialista y una de su heredero, Nicolás Maduro, a quien -piensa- el opositor Juan Guaidó no podrá sacar del poder.
“Montaron un presidente paralelo, pero no les resultará”, sentencia Teresa, al referirse a Guaidó, autoproclamado mandatario interino luego de que el Parlamento de mayoría opositora declarara a Maduro “usurpador” en el cargo.
Transcurridos 20 años de la llegada de Chávez al poder, Venezuela vive la peor crisis de su historia contemporánea con hiperinflación y escasez de bienes básicos. Pero Teresa tiene fe en el “santero mayor”, como llama al expresidente.
“En él (Maduro) está Chávez (…) él no va a caer, va a seguir el camino, todo lo que hizo Chávez, lo va a continuar él”, dice mirando los retratos del líder socialista. En uno, viste uniforme verde oliva y boina roja, color símbolo de la revolución.
Para Teresa, muchos babalaos, santeros, paleros y espiritistas ven en Chávez un enviado de “los espíritus” para ayudar a pobres como ella, que luego de perder su rancho por las lluvias recibió una de las viviendas construidas por el gobierno.
Usa un puñado de caracoles para consultar el futuro de la revolución, práctica surgida en África extendida a países del Caribe, entre estos Cuba, aliado principal del gobierno socialista.
“Todo fue mandado por Dios. La casa, la comida, todo es por nuestro comandante Chávez”, cuenta Teresa, de 65 años y madre de cinco hijos, en su apartamento en el centro de Caracas.
“Comandante supremo”
El fervor de Teresa, menuda y de cabello corto teñido de amarillo, comenzó mucho antes que Chávez muriera. Lo conoció durante visitas que hizo al hospital de Caracas donde ella trabajaba.
“Las dos veces caí desmayada llorando, sentía que estaba viendo a alguien superior, su energía me dominaba”, remarca emocionada.
Su muerte, el 5 de marzo de 2013, elevó el culto que fue forjándose desde que el 2 de febrero de 1999 asumió la presidencia.
El chavismo se refiere a su muerte como la “siembra del comandante”. Su cuerpo reposa en un mausoleo en un cuartel militar, en el barrio 23 de Enero, emblemático bastión chavista en el oeste caraqueño. Allí hay una capilla espontánea donde lo veneran sus seguidores.
La Fuerza Armada, sostén del gobierno, reforzó el misticismo al crear el rango de “comandante supremo” por encima del comandante en jefe, Maduro. Con una foto de Chávez a la cabeza, la línea de mando se exhibe en todos los cuarteles.
En actos militares se le rinden honores al también llamado “comandante eterno” con el lema “¡Chávez vive, la patria sigue!”.
Esa veneración surgió para compensar las debilidades del sucesor como comandante en jefe, dijo a la AFP Rocío San Miguel, experta en temas militares. “De esa manera se manipulaban los elementos de lealtad y subordinación”, añadió.
Gigantografías con su rostro ilustran aeropuertos, edificios y avenidas. Sus ojos y firma son un sello de las casas construidas por el gobierno.
La frase “Aquí no se habla mal de Chávez” cuelga en oficinas públicas, y fue el centro de una agresiva campaña oficial para asentar su carácter intocable. El himno nacional interpretado por el expresidente antecede las ceremonias del chavismo.
En Barinas, su pueblo natal, su imagen es omnipresente.
Los caracoles se contradicen
En un recinto impregnado por el humo de tabaco y repleto de imágenes de santos, el “Hermano Guayanés”, conserva una boina roja semejante a la que usaba el líder revolucionario.
“Para muchos Chávez pasó a ser una entidad espiritual y se le piden cosas“, contó el espiritista de 54 años.
Al señalar que en Venezuela hay un “golpe de Estado silencioso”, Teresa se aferra a la lectura de los caracoles.
“Le pregunto con los caracoles a Chávez, me dice que debemos tener paciencia, porque esta revolución no se va a acabar”, asegura.
Por eso minimiza las masivas movilizaciones en respaldo a Guaidó, reconocido por Estados Unidos, varios países de la región y con creciente apoyo desde Europa. “Perro que ladra no muerde”, asiente Teresa.
Pero Raquel, de 70 años y vecina del barrio Petare, también consulta los caracoles y opina lo contrario. “Maduro se va”, asegura.
Católicos como Alix Chinchilla, cuyo hijo se cuenta entre los 2,3 millones de venezolanos que huyeron de la debacle económica desde 2015, se aferran a sus creencias.
“Dios nos ha puesto esta lucecita, este muchacho (Guaidó) salió de la nada, como caído del cielo”, apunta al descargar contra los 20 años de revolución. “Los chavistas, todo lo que tocan lo destruyen”, afirma.
reseñado por AFP