El carnaval de Rio de Janeiro, una de las mayores fiestas del mundo, quedó oficialmente inaugurado este viernes después que el Rey Momo recibió simbólicamente la llave de la ciudad para gobernarla hasta el fin de los festejos.
Una vez más, el alcalde y exobispo evangélico Marcelo Crivella se ausentó de la ceremonia y delegó la tarea al jefe de Turismo, Marcelo Alves.
Wilson Neto, el hombre corpulento y jovial que encarna el Rey Momo, recibió en el Sambódromo la llave gigante al ritmo del himno «Cidade maravilhosa» y una lluvia de confeti, y a continuación declaró abierta la tradición más famosa de Rio.
Las 14 escuelas de samba del «grupo especial» -la élite del samba carioca-, desfilarán el domingo y el lunes en la famosa pasarela donde disputarán el título de mayor prestigio.
Varios «enredos» (temas) de los desfiles se presentan este año como un desafío a la ola ultraconservadora que llevó al poder al presidente Jair Bolsonaro.
Ya desde este viernes, los tradicionales «blocos» callejeros agitan las calles de Rio y de otras ciudades como Salvador, Recife y Sao Paulo.
En Rio, están previstos unos 500 «blocos».
La cuenta regresiva para el Carnaval de Rio estuvo marcada por un pedido de la Fiscalía para impedir la realización de los desfiles en el Sambódromo de Rio en caso de que los bomberos no certificaran la seguridad de sus instalaciones.
El viernes por la tarde, los bomberos realizaron una inspección y afirmaron que «no se oponen a la realización del evento», pero solicitaron a las escuelas de samba y a la municipalidad que se hagan responsables del evento. La autorización final debe ser emitida por la justicia.
En la ciudad del carnaval las normas de seguridad se han visto reforzadas después de los graves accidentes con carros monumentales que en 2017 provocaron un muerto y varios heridos. Desde el año pasado, los conductores de los vehículos alegóricos deben someterse a pruebas de alcoholemia.
Las autoridades esperan que siete millones de personas -incluido un millón y medio de turistas brasileños y extranjeros- participen de esta gigantesca fiesta al aire libre.
En un país que acaba de dejar atrás una severa crisis económica y un extenuante proceso electoral, el carnaval sigue siendo un ritual sagrado de catarsis colectiva que ni siquiera el alcalde evangélico se atreve a criticar de frente, aunque ha cortado a la mitad los recursos públicos destinados a las escuelas de samba.
«Rio de Janeiro ha enfrentado problemas tan difíciles y ahora reafirma su convicción de esperanza desfilando en la Avenida» [el Sambódromo], afirmó Crivella en un video filmado este viernes y divulgado en sus redes sociales.
«Que dios nos proteja y que sea un buen carnaval», añadió.