Dicen que el tren en ocasiones sí pasa dos veces, pero para Robert Downey Jr. esto parece no importarle, ya que él es el conductor de su propio convoy.
De otra forma no podríamos entender cómo el actor se ha repuesto de manera maestra de innumerables adversidades que la vida le ha colocado en el camino, aunque seamos honestos: los peores y más voraces obstáculos son los que él mismo eligió. El relato de Downey no es un guion hollywodense de ciencia ficción, aunque bien podría serlo.
Su currículum profesional comienza como el de cualquier estrella que se precie, siendo un niño prodigio a los cinco años, pero este no iría a crecer como un infante cualquiera: sería acosado por las drogas que le concedía su propio padre y conocería las mieles del éxito demasiado pronto. Sus primeros trabajos serían dirigidos por su progenitor, Robert Downey Senior, quien le incluyó en sus trabajos realizados en la década de los 70.
Bajo este ejemplo paterno errado, el futuro ‘Iron Man’ maduró entre marihuana y bebida desde los ocho años. “Cuando mi padre y yo consumíamos drogas juntos, era como si él intentase expresar su amor por mí de la única manera que sabía”, afirmo el actor años más tarde.
Así comenzaba una carrera marcada por los altibajos, de los que no se recuperaría hasta la madurez. Sus primeros trabajos no pasaron a la posteridad mientras que de sus primeros rodajes lo mejor que le pudo pasar fue su matrimonio con Sarah Jessica Parker (quien lo dejó por sus adicciones tras años de lucha marital) y entablar una amistad con Mel Gibson, amigo que lo apoyaría más tarde.
La lista de comedias adolescentes que ni crítica ni público tuvo en cuenta en estos años son innumerables, como ‘Ciencia Loca’ o ‘El cazachicas’. Hasta que llegó ‘Chaplin’, el papel del año 1992 que lo puso en el mapa de los actores emergentes y que saldó dicho arriesgo actoral con una nominación al Oscar.
Pero sus fantasmas pasados lo persiguieron hasta 1996, cuando empezó su declive personal y laboral: fue arrestado por conducir desnudo, bajo el efecto de las drogas y con un arma en la guantera.
Este delito sólo se sumaba a una larga lista de infracciones entre las que destacaban la violación de la libertad condicional, allanar la casa de unos vecinos y dormir en la cama de su hijo o drogarse en lugares públicos. De esta etapa él mismo destaca una frase: “Es como tener un arma en la boca y el dedo en el gatillo, sabes que en cualquier momento se va a disparar pero te gusta el sabor del metal”.
Parecía que el final estaba próximo para este juguete roto de la industria, hasta que tocó fondo en prisión durante 16 meses. El juego había terminado.
Al salir, vio cómo las puertas de la efímera fama se le cerraban en sus narices, que notaban en Robert a un ex recluso con demasiados problemas personales. Y entonces alguien le tendió la mano: la serie Ally McBeal le daba una nueva oportunidad y el neoyorkino preparaba su comeback (una vez más).
Dos temporadas en la aclamada ficción y un Globo de Oro más tarde, parecía que el mundo tenía algo más reservado para este malogrado intérprete.
Encontró el amor con la sexy Susan Levin y con ella la estabilidad emocional, lo demás vendría más tarde: Gibson se convertiría en su mejor apoyo y vigilante de su rehabilitación.
De hecho, fue el director el que financió de su bolsillo el seguro para que Downey llevara a cabo ‘El detective cantante’. Todo se encauzaba correctamente. Aprovechó esta etapa para lanzar su disco musical debut, ‘The Futurist’, el cual mejor no mencionarle en una conversación si no quieres enfadarlo.
Pero los focos no se habían olvidado de él, y aún le guardaban el papel de su carrera: en 2008 estrenaba ‘Iron Man’, se coronaba como el actor mejor pagado del cine durante tres años y ganaba 80 millones de dólares de salario. El resto ya es historia.
Su talento y perseverancia son el mejor ejemplo de que las personas evolucionan y pueden dejar su pasado atrás con los años (y un buen entorno que sepa cómo asesorarte).