¿Estás buscando buenas películas que te saquen unas risas?
La comedia es, sin ninguna duda, uno de los géneros más importantes del cine moderno. Ya sea con el objetivo de desconectar del estrés diario o simplemente de reírnos un rato, este tipo de títulos no puede faltar en nuestra videoteca. Por ello, en SensaCine, hemos recopilado las que, en nuestra humilde opinión, son las 23 mejores películas de comedia de todos los tiempos. ¡A disfrutar!
Trey Parker (y Matt Stone) crearon en 1997 South Park para Comedy Central, una irreverente serie protagonizada por cuatro chavales malhablados que responden con estupor máximo ante la locura del mundo circundante. Su puesta de largo en 1999, South Park: Más largo, más grande y sin cortes, fue todo un acto terrorista -por poco crean un cisma con Canadá- donde, citando a Jordi Costa, «se debería poder quemar la butaca de la sala después de haber disfrutado tanto». Team America (2004) -aún más hardcore- es la última noticia que tenemos de Parker en el mundo del largo.
El surrealismo de Cuerda entronca en Amanece, que no es poco -una de las grandes obras maestras de la historia de nuestro cine- con el modernismo de Valle-Inclán y el costumbrismo de García Berlanga. Descacharrante de principio a fin, más que una película es una cascada de ideas delirantes con un índice de acierto superior al 1000%. Toda España cabe en una película que resiste todos los visionados que se le echen.
Que Jerry Lewis fue uno de los actores cómicos más grandes (y generosos) de la historia del cine es algo reconocido hasta por sus detractores (que no sé si quedarán, a estas alturas de la vida). Pero quizá sea menos popular el hecho de que era un director alucinante, como prueba esta El terror de las chicas, donde a modo de 13, Rue del Percebe, Lewis crea una comedia en espiral, donde el gag visual se pone al servicio de la puesta en escena (y no al revés). Perfecta sesión triple con Caso clínico en la clínica (1964) y Las joyas de la familia (1965).
Hubo un momento, cuando se encadenaron los estrenos de Virgen a los 40 y Lío embarazoso (2007), en el que parecía que Judd Apatow iba a ser el rey de la Nueva Comedia Americana del siglo XXI. Al final el cineasta se desplazó hacia la producción, pero quede esta gloriosa comedia como símbolo de su deslumbrante talento. En ella, un entonces desconocido Steve Carell de otra galaxia daba vida a un niño con cuerpo de adulto que jamás había cohabitado con mujer alguna. Los intentos de sus amigos por hacerle perder la virginidad frente a su incapacidad total para congeniar con el sexo opuesto le hacían a uno perder la fe en la amistad.
Es cierto que las ‘spoof movies’ han acabado convirtiéndose en un caldo de cultivo de filmes inanes que uno acaba viendo como más o menos bien podía (tirando del latiguillo «como puedas» en nuestro país). Pero eso no debería restarle una gota de mérito a Agárralo como puedas, la primera película de la saga del teniente Frank Drebin -inolvidable Leslie Nielsen, a medio camino de Buster Keaton y Jerry Lewis-, una de esas películas con mil ideas por plano, donde el gag hablado y el visual copulan con fuerza desde el minuto cero hasta el minuto final.
En Un cadáver a los postres, se produce el ‘crossover’ definitivo de sosías detectivescos interpretados por enormes actores -David Niven, Peter Sellers, Peter Falk, Maggie Smith- destinados a jugar al Cluedo por obra y gracia de Truman Capote (y Alec Guinness, como delirante mayordomo ciego). Vaya, una Infinity War de grandes cómicos parodiando las novelas de Agatha Christie donde lo principal es un guion delicioso obra de Neil Simon [La extraña pareja (1968), La chica del adiós (1977)]. Desde entonces, ha tenido miles de ‘remakes’ en las tablas de medio mundo.
La comedia romántica, tradicionalmente, no suele colarse en este tipo de listas elitistas (y lo digo yo, que me paso la vida haciéndolas). Una pena, porque (por decir algunas) obras como Cuando Harry encontró a Sally (1989), Cuatro bodas y un funeral (1994) o Una cuestión de tiempo (2013) me parecen absolutamente fascinantes. De entre todas ellas, me quedo con Adventureland, una comedia triste del director de Supersalidos (2007) con unos soberbios Jesse Eisenberg y Kristen Stewart.
Hawks tocó casi todos los géneros (menos el terror) y de cada uno sacó una o dos obras maestras (como mínimo). Junto a Mitchell Leisen y Billy Wilder, fue el maestro de la ‘screwball comedy’, de la que esta Luna nueva, basada en el clásico libreto de Ben Hecht, bien podría ser la piedra angular. Los duelos dialécticos de Rosalind Russell y Cary Grant eran auténticos tiroteos fonéticos que acaban tapados por las risas del espectador. También podríamos haber puesto en su lugar a La fiera de mi niña (1938) y no habría pasado nada.
El tristemente desaparecido Harold Ramis (Egon Spengler para los amigos) compaginó interpretación y dirección dejando tras de sí una carrera que, no por corta, resulta menos brillante. Aún siendo muy fan de Caddyshack (1980), he de reconocer que Atrapado en el tiempo es la cumbre de su filmografía: una comedia romántica divertidísima, claro, pero sobre todo tremendamente bien construída para mayor gloria de un Bill Murray gestando su propia leyenda. La idea ha sido recientemente robada para Feliz día de tu muerte (2017) y Muñeca rusa (2019).
Charles Chaplin y Buster Keaton. El Gordo y el Flaco. Los hermanos Marx. Preston Sturges y Ernst Lubistch. Los estudios Ealing. Jerry Lewis. Peter Sellers y Blake Edwards. ‘Commedia all’italiana’. Los Monty Python. Mel Brooks. Woody Allen. SNL. Seinfeld y Frasier. La NCA de Ben Stiller y Judd Apatow. Matt Groening y Trey Parker. Larry David y Louis C.K. Esa sería una buena linea de la historia de la comedia fílmica (y seriéfila). La destaco aquí para marcar la máxima importancia de la británica Ealing, auténtica fábrica de ‘hits’ cómicos con una facilidad pasmosa para lanzar obras maestras: Oro en barras(1951), El quinteto de la muerte (1955), Los apuros de un pequeño tren (1953)… y, claro, Ocho sentencias de muerte, donde Alec Guinness hacía historia dando vida a ocho personajes distintos (a cuál más chiflado). ‘God Save The Queen’.
Bregado en la interpretación y dirección, con más de 50 cortometrajes entre 1914 y 1923 a su espalda, con el icónico personaje de Charlot como protagonista, Charles Chaplin fue una de las primeras grandes estrellas de la historia del cine. Su risa, sin embargo, era más triste que divertida. La comedia de las penurias de quien no tiene nada y, además, suele tener al mundo en contra. Si Buster Keaton era el tipo serio y Harold Lloyd el equilibrista imposible, Chaplin era la esperanza del lumpen, el puñetazo social y el improbable líder político. Podíamos haber cogido cualquier película, La quimera del oro (1925) o Tiempos modernos (1936), pero hay algo tan poético en Luces de la ciudad que la convierte en nuestra favorita.
Antes del divorcio ‘hermanil’ y el baño de ‘buenrollismo’ que implicaba la oscarizada Green Book (2018), el apellido Farrelly estaba ligado al humor escatológico ‘mainstream’ más adecuado para las multisalas, con títulos como Algo pasa con Mary. Más allá de su capacidad de reírse de cualquier persona con deficiencias físicas, lo suyo era un canto a la imbecilidad común, al dolor físico inenarrable -esa cremallera castradora- y a dejar bien claro que el niño traumatizado sigue presente en el adulto inseguro. La broma de la esperma-gomina sigue funcionando como la primera vez.
Desde que se nos fue Berlanga, España se nos ha desmembrado. Ya lo dijo Buenafuente en la última gala de los Premios Goya: «El cachondeo es de lo poco que nos une a todos los españoles». Y nadie lo supo entender mejor que el genio valenciano, de cuya imaginación surgió Bienvenido Mr. Marshall (1953), El verdugo (1963) y La escopeta nacional (1978). Todos moros o todos cristianos, en Plácido Berlanga retrataba con nítida acidez la navidad franquista tirando líneas entre los que lo tienen todo y los que no tienen nada (la verdadera frontera que separa a la humanidad). Y lo hacía con toneladas de humor y, a falta de Pepe Isbert, un sublime Cassen. Ahora, comparen esto con la comedia española contemporánea y echen a llorar.
Poca broma, o casi ninguna, con Stanley Kubrick y su cine. De ahí que el germen de ¿Teléfono rojo? Volamos sobre Moscú -imposible traducción del original: Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb– casi lo debamos entender por la fascinación que el cineasta tuvo por Peter Sellers al trabajar con él en Lolita (1962). Mientras Hollywood se hundía en la conspiranoia de la Guerra Fría de la mano de maestros del nervio fílmico como Lumet o Frankenheimer, Kubrick decidía reírse de propios y ajenos ofreciendo la única solución posible: una guerra totalitaria que acabaría con la humanidad y cuyo nuevo régimen social y moral vendría impuesto por el Dr. Strangelove. Un nazi.
Maestro de la ‘commedia all’italiana’, Mario Monicelli, firmó con Rufufú -divertidísimo título en castellano para I soliti ignoti (El desconocido habitual), aprovechando el tirón en taquilla de Rififi (1955)- una comedia hiperfina sobre un inolvidable grupo de ladrones, con un reparto que es pura ‘Royal Rumble’ de lo mejor del cine italiano: Vittorio Gassman, Marcello Mastroianni, Totó, Claudia Cardinale, Renato Salvatori… En España tuvimos nuestra propia versión del asunto, la inolvidable Atraco a las tres (1962) de José María Forqué.
Tras dinamitar los cánones de la comedia televisiva con su impepinable Monty Python’s Flying Circus (1969-1974), el equipo integrado por Graham Chapman, Eric Idle, Terry Jones, Michael Palin, John Cleese y Terry Gilliam dio el salto a la gran pantalla con descalabros fílmicos que se cuentan como auténticas obras maestras de la comedia. En Los Caballeros de la mesa cuadrada y sus locos seguidores parodiaban con altas cotas de ingenio y chifladura (a partes iguales) los filmes de tendencia artúrica, logrando un auténtico ‘pandemonium’ de desmembramientos sanguinolientos que, cómo no, hicieron las delicias de espectadores de todo el planeta.
La Nueva Comedia Americana (NCA) está llena de joyas generacionales –Supersalidos (2007), Zoolander (2001), Terminagolf (1996), Movida en el Roxbury (1998)- donde queda claro que, cuanto más estúpido es el protagonista, muchísimo mejor. Will Ferrell, claro, es el estúpido más listo de su generación [de cerca le seguiría el Steve Carell de La cena (2010)] y su Ron Burgundy un auténtico icono de la comedia cinematográfica a la altura del Inspector Clouseau, el teniente Frank Drebin o el ya citado Derek Zoolander. A Adam McKay le tendrían que haber nominado al Oscar por El reportero: La leyenda de Ron Burgundy y no por Vice (2018).
A Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker (ZAZ, para abreviar) la humanidad les debe horas y horas de risas lanzadas a la pantalla; juntos o por separado son responsables de Top Secret (1984), Por favor, maten a mi mujer (1986) -imposible pensar en una película con dicho título hoy en día-, Hot Shots! (1991), Agárralo como puedas (1988), Scary Movie 4 (2006) y… Ghost (Más allá del amor) (1990) -¡Lo juro! ¡Mírenlo en la ficha de SensaCine!. Obviamente, ¡Aterriza como puedas!, comedia ‘spoof’ que parodiaba el cine de catástrofres de los años 70, es la mejor de todas ellas. Un tsunami de gags encadenados donde el suelo de lo real explota en pedazos para otorgarnos la orgía cómica definitiva. Si se estrenara hoy daría para cientos de miles de memes.
Ernst Lubitsch, Mitchell Leisen, Leo McCarey y Preston Sturges serían el póker de ases de la comedia dorada de Hollywood. Estilistas de la risa, maestros del gag físico y verdaderos autores de la comedia romántica, sus películas son tan inteligentes y sutiles como tronchantes y veloces. En Los viajes de Sullivan, un ‘playboy’ metido a vagabundo descubre por las malas los azares de la vida despojada. Además de ser una de las películas más divertidas de la historia, es una de las más emblemáticas, por obra y gracia de Veronica Lake.
La asociación Edwards-Sellers, como la de Wilder-Lemmon o la de McKay-Ferrell, es una de las glorias benditas que más han aportado a la comedia cinematográfica. Su cumbre siempre será El guateque, donde un Sellers en modo Jacques Tati indio convierte una fiesta normalita en una ‘rave’ de encontronazos continuos (y fiesta de la espuma) mezclando coreografía musical con caos irredento casi a la Jerry Lewis. Es decir, que la película más que retratar una fiesta, es una fiesta en sí misma.
Pese a que hoy en día mucha gente mira con el ojo bizco a Woody Allen, lo cierto es que su obra cinematográfica sigo siendo una de las más importantes de la historia del cine. Annie Hall, en cierta forma, fue su pieza clave; aquella que le permitió pasar de la comedia disparatada (divertidísima) del corte de El dormilón (1973) o La última noche de Boris Grushenko (1975) a su gran etapa como autor incontestable: Manhattan (1979), Hannah y sus hermanas (1986), Delitos y faltas (1989). En Annie Hall se nos cuenta la historia de amor y desamor entre Alvy (Allen) y Annie (maravillosa Diane Keaton), mezclando la comedia romántica superlativa con reformulaciones del género dignas de Bergman y Buñuel. Tan divertida como triste, tan libre como desprejuiciada, nos enseña cómo es la vida y cómo son las relaciones sin nunca perder la sonrisa.
Nunca me gustó eso de «El Nota». Con lo que mola «Dude» («tío», «tronco», «co»). Dicho esto: eso es lo único que no me gusta de esta obra maestra llamada El gran Lebowski. Heredera del ‘noir’ de los 70 –Un largo adiós (1973) como referente- y de la novela en espiral de Thomas Pynchon, la película retrata como tras el fin del sueño americano sigue quedando un fumeta fan de los bolos y de los Creedence capaz de complicarle la vida al mismo diablo con tal de que le pagaran la tintorería de la alfombra. Magistralmente escrita y dirigida, tiene en Jeff Bridges y John Goodman a los ‘easy riders’ definitivos de finales del siglo XX. Todo es tan iconoclasta que hasta se rumorea un ‘spin-off’ protagonizado por Jesús (John Turturro y su lengua).
1. ‘SOPA DE GANSO’ DE LEO MCCAREY (1933)
‘C’est fini’. No ha estado mal este recorrido por las mejores comedias de la historia del cine. Podían haber sido otras 25, sin duda. Pero, bueno, a nosotros de momento (y a la espera de las grandes comedias del futuro), nos vale con estas. Cerramos con un inmejorable número 1: los hermanos Marx, Leo McCarey y su Sopa de ganso, crónica inenarrable de cómo los afanes patrióticos acaban por derrumbarlo todo menos el espíritu anarquista de Groucho, Zeppo y Harpo. «Hail! Hail! Freedonia, land of the brave and the freeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee…». reseña sensacine