Ambos tuvieron una infancia difícil y lograron cumplir su sueño de alcanzar el estrellato en Hollywood. Trabajaron juntos por primera vez en Drácula y a partir de un gran gesto del actor forjaron una amistad a prueba de todo
No había cumplido los 20 años que la bonita y talentosa Winona Ryder ya tenía varias vidas vividas. Una niña en la comunidad hippie Rainbow donde, a falta de televisor, leía El guardián entre el centeno de Salinger. Una adolescente “de vuelta a la civilización” y con un choque cultural drástico. En su primer día de escuela se vistió con una remera de hombre de segunda mano y apenas peinó su pelo corto. Sus compañeros la miraron más que raro. Lo que siguió fue cruel. “Cuando entré al baño, los escuché decir, ‘Hola, lesbiana’. Golpearon mi cabeza. Me caí al suelo y empezaron a patearme. Tuvieron que ponerme puntos”. Pidió ayuda a los directivos que la escucharon con atención para luego decidir… expulsarla del colegio. Lo que se dice gente macanuda.
Obligada -sin pandemia- a estudiar en su casa, con un mundo interior mucho más amable que el exterior, sus padres la anotaron en clases de teatro. En 1988, a los 18 años esa jovencita tan hermosa como atípica impresionó a todos en Beetlejuice. Con su belleza algo andrógina, con su amor por Salinger y sus looks personalísimos representó a toda un grupo que, al filo del siglo XXI, no se sentía identificado con esos estereotipos de belleza perfecta pero también seriada que eran los “altos, rubios y de ojos celestes”. Gracias a sus papeles en El joven manos de tijera, Inocencia interrumpida, Winona se transformó en la artista más requerida de Hollywood.
Mientras Winona se criaba en un hogar atípico pero con padres amorosos, Keanu Reeves, un muchachito siete años mayor, no la pasaba nada bien. A los 3, su padre (que había cumplido condena en prisión por contrabando de heroína) abandonó la casa familiar. Para poder bancar la olla, su mamá consiguió un trabajo de stripper en clubes nocturnos. Como siempre que se está mal, se puede estar peor. Al combo se sumó que a Kim, hermana de Keanu le diagnosticaron leucemia. Esta vez la vida les dio una tregua y la niña sobrevivió.
Keanu se interesó por la actuación y consiguió trabajo en pequeños producciones. Mal no le fue. A los 25 había filmado Bill y Ted y Mi mundo privado y hacía rato que había dejado de integrar el grupo de actores del montón para pasar al selecto de los elegidos.
Para 1988, el camino que se vislumbraba torcido para Winona, se había convertido en una confortable autopista. A su casa llegaban más guiones que facturas para pagar. Un fin de semana, entre diez proyectos que la aburrieron encontró uno que la deslumbró. La adaptación de James V. Hart de Drácula.
Winona dijo “quiero esto” y como en ese momento cuando quería podía, consiguió que los estudios Columbia aceptaran no solo filmar Drácula sino hacerlo bajo sus condiciones. Ryder pidió a Francis Ford Coppola como director, a Gary Olman como el conde Drácula y a Keanu Reeves, como su marido Jonathan. A todo le respondieron “sí, señorita”.
El comienzo no podía ser mejor. Winona trabajaba con la gente que quería y, como si esto fuera poco, los ensayos transcurrían en un marco idílico, los viñedos que el director posee en Napa, California. Entre vides y atardeceres increíbles, Ryder ensayaba sus escenas con Reeves. Ahora es cuando está permitido pensar “y encima le pagan”.
Pero por ahí dicen que cuando Dios quiere “jugar” con nosotros lo que hace es cumplir nuestros deseos. Porque lo que parecía perfecto para Winona se transformó en una serie de humillaciones gratuitas.
Las cosas empezaron a complicarse cuando un pudoroso Coppola usó de mandadero a su hijo Roman para pedirle a Winona Ryder que se desnudara. “Winona sufrió un ataque de pudor, porque empezó a preocuparle que a su novio (Johnny Depp) no le gustase que enseñase los pechos”, aseguraban los corrillos de esa época. Ya sabemos que Hollywood acepta filmar muertes en modo mayorista pero la desnudez es en modo minorista y con restricciones.
Con Gary Oldman, que en ese momento tenía 33 años, la relación fluía. Se llevaban bien, se reían. Sin embargo, un día se dejaron de hablar. Según publicó la revista Vanity Fair “En su primer encuentro con el conde, Mina debía sentir horror, sorpresa y curiosidad. Tras repetir la toma demasiadas veces, Oldman tomó un calabacín y cuando Ryder giró para descubrirle, lo colocó en su entrepierna e hizo gestos obscenos con él fuera de plano. Coppola mantuvo las cámaras rodando y aquella sería la toma que aparece en la película. La actriz abandonó el set furiosa mientras Oldman se reía sin culpa”.
Ryder comenzó a pasarla realmente mal. Se esforzaba todo el tiempo por demostrar que era una actriz a la altura de sus compañeros y de las exigencias de su director. Esto provocaba que estuviera muy tensa. Keanu en cambio encaraba su actuación de un modo relajado, algo que ayudaba mucho a su compañera. Se hicieron cada vez más compinches. Tanto que la joven escribió en su diario: “Angustia, angustia, angustia, angustia, gracias a Dios que está Keanu. Gracias a Dios que voy a ver a Keanu” o “estoy feliz cuando está cerca”.
En su búsqueda de lograr la excelencia, Coppola tuvo una actitud por lo menos cuestionable. Como Mina, Ryder debía llorar en una escena. Pero al director no le convenció la toma ni la actuación, para lograr un realismo mayor, le pidió a los otros actores que empezaran a insultarla y avergonzarla. El mismo dio el ejemplo y empezó a decirle “eres una puta, zorra”.
Ante la escena, lejos de obedecer o temer, Keanu se plantó y se negó a sumarse a los insultos. Actuar es una cosa, humillar otra.
Años después el director se defendió. “En esa escena, que recuerdo claramente, le indiqué a Gary Oldman, en el personaje de Drácula, que le susurrara palabras improvisadas a ella y a los otros personajes de la forma más horrible y malvada que pudiese. No sé lo que se dijo, pero la improvisación es una práctica cinematográfica común”. Según testigos, luego de repetir la escena ocho veces, se acercó a abrazarla mientras le decía “lo siento, lo siento mucho”.
Para responderle Winona recurrió al recurso de los inteligentes, la ironía. “Oh, sí, fue genial. Me encanta que me llamen puta y zorra. Es una técnica completamente estúpida y no, no funciona”. Aclaró que en ese momento no se quejó porque se sentía intimidada por el director “y la gente pensaría que estaba loca”. Con la experiencia que tuvo con sus directores de escuela era lógico que prefiriera aguantar que denunciar una agresión.
Pero si la filmación fue un suplicio, al menos le dejó una amistad para siempre. A partir de ese momento, Keanu y Winona se encuentran varias veces al año, y sin compromisos laborales o agendas. Cuando la actriz cayó en una profunda depresión y protagonizó un extraño episodio como mechera, Keanu no la abandonó.
Ideó un método tan amoroso como tierno para comunicarse con ella. En tiempos de mails, le escribía largas cartas de puño y letra. “Winona es una persona encantadora y una actriz talentosa”, repetía en cuanta entrevista le preguntaran por ella y agregaba “es una buena amiga. Tiene sentido del humor, una mente inteligente, un hermoso corazón y un hermoso espíritu”. Pavada de elogio dirían en el barrio.
El año pasado sorprendieron a todos cuando la actriz anunció que estaba casada con su amigo. Lo gracioso es que él no sabía que era su esposa.
El cuento es así. Durante la filmación de Drácula, en una escena Mina y el personaje de Reeves se casan. El obsesivo Coppola en vez de traer un actor contrató a un cura real rumano que ofició el rito original. por lo que la ceremonia tendría validez desde el punto de vista religioso. Lejos de enojarse, los actores se toman con humor la situación. Ryder suele mandarle mensajes a Reeve que encabeza con un “Hola marido”. En las entrevistas se enorgullece del vínculo “conozco a Keanu desde que tenía 16 años, así que es como un hermano para mí. Siempre me respalda. Siento mucho amor y respeto por él.”.
Los actores volvieron a actuar juntos en Una mirada a la oscuridad, La vida privada de Pippa Lee y La boda de mi ex, aunque aclaran que su sueño es protagonizar la historia de Bonnie Parker y Clyde Barrow, los famosos forajidos para solo realizar escenas de “peleas y sexo, sexo y peleas”. Cuando los reportean juntos, se elogian. “Es una de mis personas favoritas. Para trabajar. Para estar cerca” afirma ella y él interrumpe con un “siento lo mismo por ti”. No es para menos. Cuando conocés a alguien que te hace reír pero se niega a hacerte llorar, lo mejor es agarrarlo bien fuerte y no dejarlo escapar. reseña INFOBAE