José Rafael Briceño, Laureano Márquez, Emilio Lovera, Luis Chataing y George Harris confirmaron que son pocos los lugares que tienen para presentarse en Venezuela
Yenily Almeida Roca/El Nacional
Es oficial: la censura llegó a las tablas. Hoy las reflexiones de los humoristas no causan risa en el gobierno bolivariano, pero cuando Laureano Márquez, Claudio Nazoa y Rolando Salazar presentaron La reconstituyente en la base área de Maracay hace 16 años solo se escuchaban las carcajadas de los ministros del gabinete de Hugo Chávez. Desde entonces, todo cambió: para la mayoría de los comediantes muchas de las salas del país están vetadas. Sus comentarios no caen bien en el seno de la revolución.
La reconstituyente se estrenó poco tiempo después de asumir Hugo Chávez el poder y continuó durante meses. La obra estaba inspirada en la reforma de la Constitución que propuso el entonces presidente y que devino en un referéndum en abril de 1999. Los humoristas enriquecían sus presentaciones con las noticias de la semana, por lo que el guion cambiaba a la par de lo que ocurría en el país.
Han pasado tres lustros, cientos de chistes, miles de aplausos y un detalle más se sumó en esta ecuación: al gobierno no le importa solo lo que se diga, sino también dónde se diga.
En 2013, Alejandro Fleming, entonces ministro de Turismo, empleó su cuenta de Twitter para exhortar a los gerentes de los hoteles Venetur a estar atentos y no recibir en esas instalaciones a aquellos que habían ofendido la memoria de Hugo Chávez. Posteriormente, eliminó el mensaje de la red social y publicó otro en el que indicó que la cadena hotelera se reservaba «el derecho de no contratar presentaciones de individuos que se lucran ofendiendo al pueblo y a la revolución”.
Norkys Batista fue la primera a quien le cerraron las puertas de los hoteles administrados por el gobierno. El 23 de marzo de 2013, un día antes de presentar su obra Orgasmos en el Venetur de Puerto La Cruz, la gerencia le comunicó que la habían cancelado por su posición política. Más de 500 personas se quedaron sin disfrutar del espectáculo que no toca temas políticos.
Desde ese día el panorama no ha cambiado. A Emilio Lovera, Laureano Márquez, Luis Chataing y José Rafael Briceño les abren las puertas en los teatros internacionales, mientras se las cierran en los de su país.
Emilio Lovera / Archivo
El gobierno subió el telón para mostrar el primer acto de censura. Emilio Lovera cree saber por qué: “Nos cierran las puertas en los teatros administrados por el gobierno o sus amigos porque hacemos reír con nuestros comentarios sobre los políticos oficialistas, pero este tipo de comedia involuntaria existe por la ignorancia y desinformación de los que hoy ocupan esos cargos públicos y nos facilitan el trabajo. Además, con el cierre y la expropiación de medios de comunicación, el grueso del público venezolano que consumía opinión libre migró hacia los teatros para deslindarse del bloque de programación panfletaria que constituye el monopolio de medios masivos que el gobierno impone”.
Después de que le cerraran las puertas del Teatro de la Ópera en Maracay, Luis Chataing no volvió a pedir algún lugar que dependa del gobierno. Los humoristas no pisan las tablas del Celarg, de la Casa del Artista, del Centro Cultural Tulio Febres Cordero en Mérida ni del Teatro Teresa Carreño, donde Laureano Márquez considera que hacen otro tipo de comedia.
Luis Chataing / Foto Alexandra Blanco
José Rafael Briceño cuenta que en una presentación de Los hijos del ocio en Ciudad Ojeda tuvieron que trabajar con una planta eléctrica porque Pdvsa les cortaba el servicio. “También había gente en los estacionamientos tomando fotos de las placas de los vehículos para ver cuáles pertenecían a trabajadores de la industria petrolera”, añade.
Los comediantes no se amilanan: cualquier sitio funciona para hacer reír y por eso han buscado otros lugares para presentarse, sobre todo fuera de Caracas. “Mi show no es enteramente político y los comentarios los hago sin distingo de bando porque de ambos se pueden sacar cosas”, dice Briceño.
El Centro Cultural BOD, algunos hoteles, el Anfiteatro El Hatillo y, sobre todo, el Teatro Santa Rosa de Lima son los lugares que aún mantienen sus puertas abiertas para la risa reflexiva en la capital.
Amenazas. Lovera sostiene que siempre hay una manera de amedrentar: “El gobierno se siente inteligentísimo al enviar al Seniat a encontrar comas y detalles en declaraciones de hace años de personas que nunca fueron delincuentes”.
En julio de este año el organismo estatal cerró el Teatro Santa Rosa de Lima por cinco días y las funciones de Ahora el malandro sí está asustado, stand up del comediante, tuvieron que presentarse una semana después.
La única amenaza que Briceño ha recibido fue de un grupo religioso extremista desde un correo electrónico encriptado.
José Rafael Briceño / Foto Alexandra Blanco
A juicio de Márquez, son comunes estas intimidaciones –sin distingo de tolda política–, pero las más preocupantes son las que salen de VTV o de una cadena: “Cuando Chávez se disgustó en un Aló, presidente con un texto mío, al día siguiente, a las 8:00 am, estábamos multados en Tal Cual. De mi trabajo lo que más molesta son las cosas que escribo”.
Chataing afirma que siempre recibe amenazas por las redes sociales, pero que igual no se cohíbe en decir lo que piensa con la jocosidad que lo caracteriza. “Hasta me quitaron mi trabajo en Televen”, recuerda.
George Harris, comediante venezolano residenciado en Miami, expresa que no ha sentido presiones gubernamentales y asume que es porque no se presenta con frecuencia en el país. “Me comentaron que en uno de mis espectáculos estuvo un ministro venezolano, aunque yo no lo vi. Cuando termino el show y bajo a tomarme fotos con la gente, se me acercan personas a decirme que trabajan con el gobierno pero que igual disfrutan mi rutina. Siempre les digo: ‘Bueno, chico, entonces tú estás claro del todo”.
Un doctorado de humor. Los artistas coinciden en que hacer comedia en Venezuela es una gran experiencia y que el objetivo siempre es hacer reír, pero también buscan que la audiencia se involucre en la realidad del país, que participe en la construcción de su destino. “Con el humor mostramos que no estamos amilanados ni vencidos, que hay esperanzas de construir un país feliz”, afirma Márquez.
No importa cuántas veces se presenten en el exterior, ni los aplausos que reciban del público internacional y de los compatriotas que asisten a sus shows con el deseo de sentirse en casa otra vez, para estos profesionales el mejor público está en Venezuela.
George Harris / Foto William Dumont