El duque de Sussex pasó su primer Día de San Valentín como un hombre casado en uno de los climas más duros del planeta, reuniéndose con las fuerzas armadas británicas que participan en el entrenamiento de supervivencia de invierno en el Círculo Ártico.
Como parte de su visita, a Harry se le mostró un Quincey Shelter, parecido a un iglú improvisado, que había sido decorado con fotografías de su boda a Meghan antes de su llegada, a la que se refirió como un “santuario” como música romántica de fondo.
Meghan, de 37 años, se confiesa a sí misma como una “ventosa para el Día de San Valentín”, revelando previamente que se despierta cada 14 de febrero “esperando con impaciencia para ser sumergida en un beso”