“La imposición de sanciones petroleras de los EE. UU. parece que se podrían hacer realidad. Tal medida actuaría como una sentencia de muerte para la industria petrolera de Venezuela”, dijo Stephen Brennock de PVM Oil Associates, en una nota esta semana. La nota siguió a los informes sobre que Washington se tomaba más en serio la imposición de un boicot petrolero a la nación sudamericana. Pero, ¿este es realmente el final para la atribulada PDVSA y el país en general?
Esta no es la primera vez que se oyen tales advertencias. Venezuela envía gran parte de su petróleo a las refinerías en la costa del Golfo. Pero estos envíos han estado cayendo constantemente desde el año pasado, alcanzando solo 439,000 bpd en la semana al 23 de febrero, frente a los 654,000 bpd del año anterior. Las razones del declive son una producción más baja y el empeoramiento de la calidad del crudo exportado, ambos causados por la falta de dinero en efectivo para el mantenimiento de los campos y para el mejoramiento del petróleo.
La opinión general entre los analistas de la industria en Occidente parece ser que si la Casa Blanca finalmente sigue adelante con sanciones más amplias contra el petróleo de Venezuela, el país estaría prácticamente muerto debido a su dependencia excesiva de la industria. Si estas sanciones se materializan, explica Brennock, Caracas tendría que bajar sustancialmente el precio de su petróleo para encontrar compradores y también sufriría el golpe de la falta de acceso a los diluyentes, que son esenciales para hacer comercializable el crudo pesado venezolano.
La producción de petróleo en la Faja Petrolífera del Orinoco, responsable de la mitad de la producción de crudo de Venezuela, depende de las importaciones de nafta pesada de los Estados Unidos, que se mezcla con el espeso petróleo extrapesado, similar al alquitrán, para posibilitar que fluya a través de los oleoductos desde el Orinoco hasta las costas de Venezuela para ser cargado en los buques tanqueros petroleros.
Algunos analistas dicen que Venezuela podría comenzar a importar diluyentes de los productores de petróleo africanos, pero éstos tendrían un alto precio, y Caracas no cuenta con divisas en efectivo. En un esfuerzo por conseguir el dinero en efectivo que tanto necesitaba, el presidente Maduro dijo que la nueva criptomoneda del país (el Petro) había recibido más de 171,000 ofertas de compra certificadas, de las cuales el 40.8 por ciento se hizo en dólares. Telesur informa, citando a funcionarios del gobierno, que las ventas de ‘petros’ en los primeros días de la oferta superaron los mil millones de dólares. Pero son días de preventa. Las ventas reales comenzarán el 20 de marzo.
Pero dejemos las criptomonedas a un lado. De la mayoría de los titulares sobre Venezuela, uno se quedaría con la fuerte impresión de que el país ya está muerto y simplemente no lo sabe. Sin embargo, hay al menos otro país que tiene interés en no permitir que esto suceda. Y ese es China, por supuesto, y si agregamos a Rusia a la lista de aliados, las cosas comienzan a parecer un poco diferentes.
Tanto China como Rusia han extendido créditos masivos a Caracas. Dejar que el país “muera” no es una opción que Pekín o Moscú acepten con gusto. Esto significa que es más probable que intervengan para ayudar a mantenerlo en pie en caso de sanciones más duras.
Por lo tanto, puede ser un poco pronto para hablar de mordiscos y de las últimas uñas en el ataúd de la economía venezolana. Es probable que Washington conozca el papel que China y Rusia podrían desempeñar allí. De lo contrario, ya habrían seguido adelante con sanciones petroleras amplias, a pesar de los posibles dolores de cabeza para las refinerías estadounidenses.
Por Irina Slav en Oilprice.com | Traducción libre del inglés por lapatilla.com