Los temores iniciales de que la interrupción de las cadenas de suministro por la pandemia de coronavirus provocara un aumento de los precios se han visto eclipsados por un consenso sobre el verdadero problema: una profunda caída de la demanda ante el impacto de la crisis en millones de hogares. Así lo señala la mayoría de los más de 160 economistas encuestados por Reuters, quienes estiman un legado de precios débiles o a la baja para los bienes y servicios en lugar de desencadenar una mayor inflación mundial.
Además de ser un síntoma de recesión, el débil crecimiento de los precios o la deflación también traen más quebraderos de cabeza a los mayores bancos centrales del mundo, ya que muchos de ellos llevan años persiguiendo unos esquivos objetivos de inflación.
Más del 70% de más de 160 economistas de Asia, Europa y América dijeron en la última encuesta que la mayor amenaza una vez que la pandemia esté bajo control serán los precios más bajos. Esa proporción también se distribuyó más o menos de manera uniforme por regiones.
“Una vez que la pandemia decaiga, la desinflación es la mayor preocupación, ya que la pandemia es actualmente el principal factor de las fricciones en la oferta”, dijo Robert Carnell, economista jefe de ING para Asia y Pacífico. “Cualquier pico de inflación debe ser temporal y dar paso a una inflación menor o a un nivel de precios más bajo después de su impacto inicial”.
Esto no impide que algunos inversores busquen protección contra el riesgo de que cantidades sin precedentes de estímulos monetarios y fiscales acaben produciendo burbujas de precios, lo que les ha llevado a comprar oro, bonos vinculados a la inflación u otros activos que se espera que, por lo menos, mantengan su valor.
Más allá del hecho de que el virus sigue propagándose en algunas partes del mundo y de que persisten los temores a una segunda ola del virus este año, parte de la incertidumbre se debe a que los confinamientos por la pandemia mundial no tienen precedentes en cuanto a sus efectos en las economías.
– Profunda recesión –
Otra encuesta de Reuters mostró que la economía mundial está en una profunda recesión y se espera que la reactivación sea lenta y prolongada. Las perspectivas han empeorado aún más o, en el mejor de los casos, se han mantenido iguales durante el último mes, según casi todos los economistas encuestados, a pesar de la reapertura de muchas economías.
“El aumento de la inflación es coherente con una recuperación en forma de V”, según señalaron economistas mundiales de Citi. “Pero hay pocas pruebas de un repunte sostenido de la inflación”, dijeron, señalando que las pruebas hasta ahora contradecían la teoría ortodoxa de que grandes aumentos de la oferta monetaria conducen a una mayor inflación.
En todo caso, el dilema actual para los banqueros centrales es que el efecto de la crisis está planteando más interrogantes sobre las políticas monetarias basadas en unos objetivos de inflación al consumo que ahora parecen tener menos probabilidades de alcanzarse, incluso pese a que los precios de los activos se disparen.
Los principales bancos centrales de las economías desarrolladas se han esforzado por alcanzar esos objetivos en los últimos años y no se espera que lo logren por lo menos durante otros tres, a pesar de que se espera que amplíen sus balances hasta alcanzar máximos históricos.
En un documento del mes pasado de los técnicos de la Reserva Federal se señalaba que, si bien las crisis del petróleo de los años 70 desencadenaron la inflación al afectar a la oferta de combustible para la economía, y las masivas subidas de los tipos de interés en Estados Unidos a principios de los años 80 hicieron bajar los precios al castigar la demanda de los consumidores, la crisis del coronavirus había conseguido afectar a la oferta y la demanda en la mayor economía del mundo al mismo tiempo.
Olivier Blanchard, del Instituto Peterson de Economía Internacional, estuvo de acuerdo en que lo más probable era que la inflación fuera baja, pero señaló la posibilidad de que una segunda ola de infecciones obligue a los Estados a pedir préstamos para financiar programas de emergencia en casos de desastre, presionando al mismo tiempo a los bancos centrales para que mantengan las tasas bajas a fin de reducir la carga de la deuda.
Con información de Reuters.