Motorizados y ciclistas subsisten con entregas a domicilio en medio de la cuarentena

En Venezuela, «motorizados» y ciclistas luchan por sobrevivir con entregas en medio de cuarentena.

Desde medicinas, hortalizas, carne y pan, hasta objetos de decoración y comida para perros y gatos, van de un lado a otro en distintas ciudades de Venezuela, en algunos servicios que ya existían y otros que surgieron de manera espontánea.

Una popular frase en Venezuela dice que hay que llevar la arepa a la mesa cada día o, lo que es lo mismo, ganarse el pan diario.

Pero con una cuarentena vigente desde el 17 de marzo para frenar al coronavirus en un país donde el ahorro fue triturado por la hiperinflación, a algunos venezolanos que vieron sus empleos evaporarse no les quedó otro camino que reconvertirse: tomar su moto o bicicleta y hacer repartos a domicilio.

Desde medicinas, hortalizas, carne y pan, hasta objetos de decoración y comida para perros y gatos, van de un lado a otro en distintas ciudades del país, en algunos servicios que ya existían y otros que surgieron de manera espontánea como forma de sustento al implantarse la cuarentena, que rige hasta mayo.

Mientras la crisis impulsa las entregas a domicilio a través de aplicaciones web en algunos países de América Latina sin obstáculos de gasolina para su movilización, en Venezuela los que hacen esos envíos encaran hasta días de fila en estaciones de servicio por la más severa escasez de combustible que sufre la nación Opep.

“Me quedé sin empleo por el tema de la cuarentena”, dijo en Caracas Jesús Villamizar, de 43 años, y quien era mototaxista, pero se ha quedado sin pasajeros.

“Tengo que resolver la comida de la casa”, agregó Villamizar en su primer día de trabajo el martes como repartidor de una tienda por departamentos que además despacha alimentos.

Casado y con tres hijas, Villamizar calcula que necesita un mínimo de un millón de bolívares al día, unos 7,5 dólares, para cubrir la alimentación familiar, en un país donde la inflación acumulada en tres meses hasta marzo fue del 145,37%, según la opositora Asamblea Nacional, que calcula el comportamiento de los precios ante los retrasos en los datos oficiales.

El servicio de entregas de la tienda paga por cada viaje que realiza y se calcula que a diario puede hacer cinco entregas, aunque dice que aún no sabe cuánto podrá cobrar exactamente.

Felipe Capozzolo, presidente de Consecomercio, el gremio que agrupa a unos 15.000 puntos de venta en todo el país, dice que aún no calculan cuántos locales de comida y medicinas, por ejemplo, han recurrido a las entregas domiciliarias.

Recordó que la Asamblea calcula que el 85% de los venezolanos vive del “día a día” o no tiene ahorros para enfrentar la cuarentena, un 12,3% tiene fondos para entre una semana y un mes y el 2,2% tiene reservas para más de un mes.

A pedalear

En Ciudad Guayana, en el estado Bolívar, al sur del país, Sergio Dos Santos es propietario de un local de venta de hamburguesas y perritos calientes. Dijo que las entregas a domicilio han salvado su negocio porque, si bien las ofrecía antes de la cuarentena, eran poco utilizadas.

No obstante, ahora “estamos subsistiendo con el ‘delivery’, pero si no tenemos gasolina no vamos a poder trabajar”, dijo Dos Santos, de 45 años, cuyos “motorizados” cobran de dos a cinco dólares por entregas, según las distancias.

En Valencia, José Luis Ortiz era el encargado de una tienda de equipos electrónicos, impresoras y routers, que fue cerrada debido a la cuarentena.

Entonces “tenía que inventarme algo para sobrevivir”, dijo Ortiz, de 37 años. Comenzó a ofrecer entre sus amigos hacer las compras y llevárselas hasta sus casas “porque tengo una moto y tenía el tanque ‘full’ de gasolina”.

“En mi caso era casi imposible mantenerme si no hacía algo para producir”, dijo.

La escasez de gasolina le obliga a mantenerse en una zona cercana a su casa, agregó Ortiz, quien declinó dar detalles sobre cuánto recibe por cada entrega, aunque aseguró que “no cobro nada caro. Se trata de ayudarnos mutuamente sobrevivir este mal rato”.

Reinaldo Rodríguez es dueño de una pizzería y heladería en San Felipe, en el estado central de Yaracuy, y a la vez pertenece a un grupo de ciclistas que hacen recorridos por deporte y diversión.

Había visto que las entregas se hacían en bici y decidió hacer lo mismo abriendo una cuenta de Instagram.

Desde entonces, con 12 de sus compañeros ciclistas hace repartos cobrando, según la distancia, tres tipos de tarifas, de entre 140.000 a 170.000 bolívares -entre dólar y dólar y medio-, de los cuales el 80% se queda con el ciclista y el resto va para el negocio de Rodríguez, de 34 años.

Cuando comenzó la cuarentena “me preocupé mucho, tengo cuatro hijos”, dijo. “El comerciante venezolano vive cada día necesitando de las ventas diarias”.

Reuters