El dólar frenado es pan para hoy y hambre para mañana. La sincronización de la depreciación del bolívar con la inflación es lo que permitirá a las familias obtener suficientes bolívares por cada dólar que reciben de remesas o remuneraciones, dice el economista Víctor Álvarez.
En apenas 7 meses (mayo-diciembre) el dólar pasó de 5 Bs/US$ a más de 15 Bs/US$. ¿Por qué después de unos meses de estabilidad la moneda estadounidense sigue pegando esos brincos? ¿Qué es lo que explica la brusca depreciación del bolívar?
Según sea la política cambiaria vigente, los movimientos de la tasa de cambio se denominan de manera diferente. En un régimen de cambio fijo, la decisión de las autoridades de aumentar el precio del dólar equivale a una devaluación de la moneda nacional.
Pero si el aumento de la tasa de cambio ocurre en un régimen de cambio flexible, estamos en presencia de una depreciación del bolívar.
En cualquier caso, sea por devaluación o por depreciación, se produce una pérdida del poder de compra del bolívar, se hacen más costosas las divisas extranjeras y esto encarece las importaciones.
En caso contrario, cuando las autoridades bajan el precio de la divisa en un régimen de cambio fijo, lo que ocurre es una revaluación de la moneda nacional.
En condiciones de un régimen de tasa flexible, cuando el precio de la divisa baja o crece menos que los precios de los demás bienes y servicios, se produce una apreciación de la moneda nacional.
Importaciones Vs. Exportaciones
En cualquier caso, si el bolívar se revalúa o se aprecia, se origina un aumento de su poder de compra externo. Como la moneda nacional sobrevaluada o apreciada compra más en el mercado internacional que en el mercado interno, es mejor negocio cambiar los bolívares en dólares e importar más barato lo que se está produciendo más caro en el país.
Pero cuando se devalúa o deprecia el bolívar, ocurre todo lo contrario: los productos importados se encarecen. Esto estimula la producción nacional y respalda la competitividad cambiaria de las exportaciones no petroleras que recibirán más bolívares por cada dólar exportado.
Actualmente en Venezuela no hay un tipo de cambio fijo sino un tipo de cambio flexible. La flotación del precio de la divisa está influida por las intervenciones del BCV que suele quemar reservas internacionales para frenar el alza del dólar.
El tipo de cambio publicado por el BCV es el promedio ponderado de las operaciones de las mesas de cambio de las instituciones bancarias.
Recordemos que la devaluación es una medida administrativa que, bajo el régimen de cambio fijo, tomaban conjuntamente el Ministerio de Finanzas y el BCV para modificar el precio fijo del dólar; mientras que ahora la apreciación o depreciación son propias de la dinámica de un tipo de cambio flexible que surge de las operaciones cambiarias de las instituciones bancarias, las cuales reciben las adjudicaciones de divisas que semanalmente hace el BCV para frenar el alza del dólar.
Menos ingresos, más presión
El dólar más caro es el que no se consigue. Y muchos bolívares detrás de pocos dólares disparan la tasa de cambio. Cuando escasean los dólares y aumenta la liquidez en bolívares, el gobierno no puede seguir frenando el precio de la divisa.
Tengamos en cuenta que el petróleo ruso se está vendiendo con grandes descuentos en los mercados asiáticos y compite en precios con el petróleo venezolano. Como hay guerra de precios entre los petróleos sancionados, al país entran menos dólares que son buscados por una creciente cantidad de bolívares.
El gobierno y las empresas privadas pagaron bonos navideños y, adicionalmente, ministerios, gobernaciones, alcaldías y otros entes públicos cancelaron en bolívares deudas pendientes a proveedores. Estos pagos en bolívares inmediatamente buscan refugio en el dólar para protegerse de la inflación y la depreciación. Y al aumentar la demanda de divisas, el dólar aumenta su precio en bolívares.
A pesar que al país ya no entra el abundante caudal de petrodólares del pasado, el gobierno sigue empeñado en frenar el precio de la divisa para abaratar las importaciones y controlar la inflación. Esto es insostenible.
Al frenar el precio del dólar, a través de las intervenciones del BCV, en el mercado bancario, la depreciación del bolívar es menor que la inflación y eso genera un abaratamiento relativo del dólar, cuyo precio o tasa de cambio debería ser mayor si se le hubiese dejado correr al mismo ritmo de los demás precios.
Este rezago cambiario se sostiene mientras el BCV inyecta suficientes divisas y logra cierto control de la liquidez monetaria. Pero las riendas se rompen cuando escasean las divisas y aumenta la emisión monetaria.
Pan para hoy y hambre para mañana
El dólar frenado es pan para hoy y hambre para mañana. La sincronización de la depreciación del bolívar con la inflación es lo que permitirá a las familias obtener suficientes bolívares por cada dólar que reciben de remesas o remuneraciones.
Si se frena la evolución de la tasa de cambio, por cada dólar que se cambie se recibirán menos bolívares y así las familias tendrán que cambiar cada vez más dólares para comprar el mismo producto.
Un bolívar artificialmente apreciado significa que el dólar cada vez rinde menos bolívares. Por lo tanto, la familia se ve obligada a cambiar más dólares para pagar en bolívares el mismo producto. Y esto es lo que se percibe como una inflación en dólares.
El mercado le está diciendo al gobierno cuál es el verdadero precio del dólar, pero la intervención del BCV insiste en vender las escasas divisas a un precio menor, lo cual exacerba su demanda y favorece sobre todo a una nueva clase comercial importadora que crece y se fortalece al amparo de esta ruinosa política cambiaria.
Su gran negocio es vender caro en bolívares para comprar dólares baratos durante los meses en los que la tasa de cambio esté frenada, y luego revenderlos más caros cuando el dique de la contención cambiaria se rompa y el precio del dólar pegue un nuevo salto.
El impacto negativo de la apreciación del bolívar y una tasa de cambio sobrevaluada también perjudica a los exportadores venezolanos, que se ven obligados a cambiar su ingreso en dólares a una tasa de cambio muy baja que no genera suficientes bolívares para pagar los costos domésticos en moneda nacional.
Productores agrícolas e industriales no pueden competir con importaciones hechas con un dólar barato, que además no pagan arancel ni tienen que cumplir con los requisitos sanitarios, laborales y ambientales que sí se le exigen al productor nacional.
Para evitar esta ruinosa apreciación y/o sobrevaluación, hay que atacar las causas estructurales y los factores propagadores de la inflación y dejar que la tasa de cambio evolucione al ritmo de los demás precios hasta alcanzar una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del aparato productivo nacional.
La depreciación del bolívar, en la medida que permita lograr una tasa de cambio que respalde la competitividad actual del aparato productivo nacional, coadyuvará a transformar la Venezuela rentista e importadora en una Venezuela productiva y exportadora.
Ni la devaluación ni la depreciación del bolívar conviene a los importadores, pero sí favorece a los productores y exportadores venezolanos. Sincerar el precio del dólar dará un impulso a la transformación estructural de la economía.
Un dólar más caro desestimula las importaciones y estimula la producción para exportar. Y la competitividad auténtica, sin manipulaciones en la tasa de cambio, se logrará con el fortalecimiento sostenido de capacidades tecnológicas e innovativas de la agricultura e industria para que puedan competir en calidad y precios en el mercado internacional.
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