El problema de la escasez de diésel ha aparecido de manera sorpresiva durante las últimas semanas en Venezuela.
Este combustible es vital para los venezolanos, puesto que es utilizado de manera imprescindible para el transporte de alimentos, medicinas y pasajeros, además de ser imprescindible en los sectores industriales y agrícolas.
Hacia finales de octubre, Elliott Abrams, en ese entonces representante de la Casa Blanca para asuntos sobre Venezuela, incluyó al diésel o gasoil en la lista de elementos sancionados, a pesar de que gozaba de exenciones en los primeros decretos del Gobierno de EE.UU.
Hasta ahora, la grave crisis del combustible, que lleva ya varios años, no había penetrado en el mundo del diésel, debido a esta exención que le permitía al Gobierno de Venezuela y a su estatal petrolera (Pdvsa) obtenerlo por medio del intercambio de crudo, hasta que Abrams radicalizó sus posturas.
Lo más sorprende es que el propio Abrams, días antes de dejar su cargo, recomendó a la nueva Administración Biden, ya en funciones, levantar las sanciones al diésel y abrir una negociación con el Gobierno de Nicolás Maduro, condicionando dicho paso al ingreso del Programa Mundial de Alimentos (PMA) a Venezuela.
Este cambio de postura es realmente extraño para proceder de un agente que ha promovido abiertamente golpes de Estado, y que ha llevado a su máxima presión las sanciones contra Venezuela.
Quizá esta frase del halcón pueda ayudarnos a comprender en algo la situación: «No permitamos que Maduro derrame lágrimas de cocodrilo sobre el diésel».
¿Por qué Abrams habría cambiado su postura en tan pocas semanas?
La evidencia del bloqueo
Entre los seguidores del Gobierno venezolano y de la oposición siempre hay una constante culpabilización mutua por la grave crisis económica, especialmente por la del combustible. Ambas partes tienen argumentos contundentes para señalar al otro de lo que ocurre.
Sin embargo, con el bloqueo al diésel se hace patente el peso que supone el bloqueo económico. Es muy difícil relativizar esta responsabilidad que señala al Gobierno de EE.UU. y, por ende, a la oposición radical encabezada por Guaidó, que solicita sanciones de este tenor.
Con el bloqueo al diésel se hace patente el peso que supone el bloqueo económico. Es muy difícil relativizar esta responsabilidad que señala al Gobierno de EE.UU. y, por ende, a la oposición radical encabezada por Guaidó, que solicita sanciones de este tenor.
Pero el propio Abrams escribió sendo artículo en el Consejo de Relaciones Exteriores, donde reconoce que las sanciones al diésel han provocado un debate interno entre los sancionadores.
Abrams sabe que la condición postrumpista hace que al Gobierno demócrata le cueste mucho más gestionar los discursos duros y de fuerza y, por ende, bloquear este combustible generará un grave daño no solo a la población venezolana, sino también a la imagen de EE.UU. y a la oposición radical porque su responsabilidad es ineludible en las dramáticas situaciones que se vienen si el país no logra abastecerse.
Es posible que en los próximos días veamos imágenes de comida pudriéndose que no puede ser transportada, de escasez y de masas caminando en las calles para llegar a sus trabajos.
Y es más seguro aún que el discurso del Gobierno vaya a endurecer la gramática contra el trumpismo que aún gobierna. A eso es seguramente lo que Abrams llama «lágrimas de cocodrilo»: la crisis del diésel no presenta equívocos sobre la culpabilidad del Gobierno estadounidense y sus sanciones.
Además, si bien el presidente Maduro es responsabilizado por muchos sectores de la situación crítica actual, en el tema del diésel tiene todas las de ganar el debate político, debido a la evidencia del daño causado por los republicanos que se comenzará a transpolar a la gestión demócrata, que tendrá que decidir al respecto en muy pocos días.
Es más seguro aún que el discurso del Gobierno venezolano vaya a endurecer la gramática contra el trumpismo que aún gobierna. A eso es seguramente lo que Abrams llama «lágrimas de cocodrilo»: la crisis del diésel no presenta equívocos sobre la culpabilidad de EE.UU. y sus sanciones.
Mientras tanto, la situación se agudiza
Los camiones que transportan alimentos y otros enseres están varados o hacen larguísimas colas para poder surtirse del combustible, lo que ralentiza su llegada a las ciudades.
La Federación de ganaderos de Venezuela (Fedenagas) expresó que «la falta de diésel hace imposible producir y distribuir alimentos (como) la carne, leche y queso».
El pasado 9 de marzo, los industriales advirtieron que los inventarios de diésel, imprescindibles para operar las industrias, alcanzaban apenas para una semana, a pesar que «hasta diciembre, su abastecimiento había sido fluido».
Algunos estiman que siete de cada diez camiones ya están paralizados y el país no cuenta con línea ferroviaria para la carga de alimentos.
La Asociación Venezolana de la Industria Química y Petroquímica (Asoquim) planteó que el 80 % de la industria tenía problemas graves para abastecerse de este rubro, y el 76% presentaba dificultades con proveedores para obtener materia prima por razones similares.
Todo ello, en medio de problemas económicos graves, encarecimiento constante de los alimentos y un Estado quebrado que mantiene el sueldo mínimo en apenas un dólar mensual.
Es, a todas luces, un crimen llevado a cabo de manera unilateral por parte del Gobierno de EE.UU. y la Unión Europea, que le va a costar mucho eludir porque ya no hay halcones que presuman su culpa, sino palomas que no quieren parecer responsables de una catástrofe humanitaria.
Una verdadera catástrofe que, con el desabastecimiento del diésel, pone en riesgo la alimentación y salud del pueblo en momentos en que la variante brasileña del coronavirus hace su llegada al país. Es posible que ya comiencen a dañarse alimentos perecederos sin posibilidad de ser transportados a las urbes.
Es, a todas luces, un crimen llevado a cabo de manera unilateral por parte del Gobierno de EE.UU. y la Unión Europea, que les va a costar mucho eludir porque ya no hay halcones que presuman su culpa, sino palomas que no quieren parecer responsables de una catástrofe humanitaria.
No va a ser fácil para los demócratas salir del campo minado que les ha dejado el trumpismo en Venezuela.