En el mercado la gente lo percibe. Los precios están aumentando cada semana y en algunos sectores, el cambio es diario. Aunque aún Venezuela no ha alcanzado una espiral inflacionaria similar a la de los países que registraron los 56 casos de hiperinflación que ha habido en el mundo, los economistas advierten que se está en la “antesala” de este fenómeno propio en escenarios de guerra, mala administración política o de transición de una economía planificada a una de mercado. El gobierno de Maduro debe instrumentar medidas urgentes para que en el país no se repita una situación como la sufrida por Argentina, Bolivia, Brasil y Perú durante los años ochenta y noventa. Algunos sectores del chavismo admiten que es necesario flexibilizar el control de cambio, publica El Nacional.
FRANZ VON BERGEN | FLORANTONIA SINGER
El pasado lunes al mediodía, Carlos Rosendo terminó de hacer compras en un camión de frutas y hortalizas que se para al lado del mercado municipal de Chacao. “El sábado me puse a sacar la cuenta y descubrí que cada semana estoy gastando 2,46% más en comida”, dijo mostrando las dos bolsas de vegetales que había adquirido.
“Desde que comenzó este año la subida ha sido muy fuerte. Ahora me voy fijando en los precios que tienen los distintos mercados para ver dónde compro. Antes no tenía que hacer eso”, agregó.
Aunque está preocupado por el aumento de precios, el señor Rosendo es un tipo con suerte. Si su incremento semanal en alimentos es el porcentaje que señaló, en su caso la inflación mensual en ese rubro alcanza poco más de 10%. Eso es menos de la mitad del aumento de 26,5% que reportó la canasta básica familiar en junio, según el estudio nacional del Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda).
Sin embargo, como todo depende del cristal con que se mire y del bolsillo con el que se pague, ese último porcentaje también se puede considerar bajo si se compara con la inflación general que registraron, en distintos momentos, los países que sufrieron los 56 casos de hiperinflación registrados en la historia. Allí el aumento de precios llegó a superar el 50% mensual, y esa es la medida usada para calificar un episodio de hiperinflación.
Al ritmo actual de desembolso de dinero que hace el señor Rosendo, los precios de los alimentos tardarían 10 meses en duplicarse, al paso del último reporte del Cenda el margen de espera bajaría a 4 meses. En los países con hiperinflación eso se reduce a un mínimo de 2 meses y el incremento no se limita a los alimentos, se expande a todas las áreas de la economía. En casos extremos, como el de Hungría en 1946, los costos llegaron a duplicarse cada 15 horas.
En Venezuela se están dando cambios semanales de precios, lo que es un síntoma de alta inflación, según el economista argentino Daniel Heymann, experto en el tema y profesor de la Universidad de Buenos Aires.
La situación crea preocupación ante la posibilidad de que el país se convierta en el quincuagésimo séptimo caso documentado de hiperinflación en el mundo. El fantasma de este fenómeno ya parece rondar la economía venezolana.
En algunos rubros la situación se hace más evidente. Según el Cenda, el último aumento mensual de la carne de res molida fue de 100,9%, pues pasó de
458 a 920 bolívares, esos ya son niveles hiperinflacionarios.
“La semana pasada fueron 30 bolívares, en esta tuve que subir 50 bolívares.
El queso me llega más caro, además que me aumentan las bandejas de anime y el envoplast”, dijo a principios de la semana un comerciante en el mercado de Chacao.
Al analizar el balance de gastos de una familia también se hace elocuente lo que los economistas comienzan a advertir. En un sobre que se desborda de papeles, un profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela guarda las facturas de las compras semanales que hizo en el automercado el último año. Los mercados para su familia, integrada por cuatro adultos, se han ido encareciendo a la vez que la cantidad de productos adquiridos se reduce y en la lista aparecen sustituciones. Entre finales de 2014 y este mes el queso fresco rebanado se cambió algunas veces por ricota y queso duro, el jamón de pavo por jamón de pollo, la papa por batata.
En noviembre pasado una compra de pan rebanado, mermelada, leche, vegetales, hortalizas, frutas, huevos, yogurt y charcutería le costó 1.639 bolívares.
En febrero pagó 2.893 bolívares por un mercado similar. En julio, pudo adquirir lo que compraba semanalmente a finales de 2014 por 6.260 bolívares.
Siguiendo mes a mes, factura a factura, el precio de un solo producto de su compra habitual, como el kilo de queso fresco de búfala rebanado, se nota la aceleración del incremento: el 21 de enero lo pagó a Bs 396, una semana después a Bs 451, en febrero aumentó a Bs 453, en marzo a Bs 536, en abril a Bs 675, en mayo a Bs 700, en junio a Bs 807 y el 27 de julio lo canceló aBs 1.160. El precio de este producto casi se triplicó en 6 meses.
“Cuando se entra en una hiperinflación el mes y la semana ya son períodos muy amplios. Empiezan a preocupar las variaciones día a día”, afirma Heymann.
Para el director de Econoanalítica, Asdrúbal Oliveros, la economía parece tomar esa dirección. “Estamos en una especie de antesala a la hiperinflación general porque Venezuela tiene la mayoría de los síntomas que antecedieron este fenómeno en otros países. En lo que va de año calculamos un aumento de precios de 74,4%”, Por su parte, el director del Cenda, Óscar Meza, se atreve a calcular lapsos: “El año que viene estaremos en hiperinflación con toda seguridad si no se aplican de inmediato los correctivos necesarios”.
Definición
En 1956, el economista estadounidense Phillip Cagan escribió un artículo académico titulado “The Monetary Dynamics of Hyperinflation”. El trabajo se convirtió de inmediato en un clásico de la literatura económica y permitió comprender mejor el fenómeno.
“Según la definición de Cagan, un episodio de hiperinflación comienza cuando hay un mes en el que los niveles de precio aumentan al menos un 50%. Cuando la tasa de inflación cae por debajo de 50% y se mantiene así por al menos un año, el episodio termina”, escribieron Steve Hanke y Nicholas Krus, profesores de la Universidad de Johns Hopkins, en un paper publicado en 2012.
Apegados estrictamente a esta definición, estos académicos hicieron un estudio de la historia económica mundial y concluyeron que ha habido en total 56 casos de hiperinflación.
“Es un mal económico que surge bajo circunstancias extremas: guerra, una mala administración política o una transición de una economía planificada a una de mercado”, señalaron Hanke y Krus.
En el caso venezolano, el desencadenante del actual proceso inflacionario es la segunda opción: la política. “Los problemas del país son endémicos y asociados con la política económica socialista que se está aplicando. Por esto, para colocar a Venezuela en el camino correcto, es necesario echar el modelo socialista al basurero”, opina Hanke, quien fue entrevistado por El Nacional por correo electrónico.
Los economistas venezolanos tienen un diagnóstico similar de la situación.
“Esto está pasando por las malas decisiones políticas que se han venido tomando. Si en 2013 el presidente Nicolás Maduro hubiese activado las reformas que se debían adelantar, el país no estuviese arruinado. Maduro nos puede costar ahora una hiperinflación”, resalta Alexander Guerrero, economista y profesor universitario.
La falta de medidas acrecentó el desequilibrio fiscal, monetario y cambiario, los cuales son señalados por Oliveros como las causas principales del espiral inflacionario: “El anclaje de la tasa cambiaria estanca los ingresos fiscales. Sin embargo, el gasto sigue creciendo porque el gobierno no quiere reducirlo, lo que hace que el Banco Central financie ese gasto con una expansión de la oferta monetaria, eso que algunos economistas denominan impresión de dinero inorgánico. Esto aumenta el déficit fiscal y acelera la inflación”.
Entre los años ochenta y noventa, Argentina, Bolivia, Brasil y Perú pasaron por episodios de hiperinflación. Antes experimentaron problemas similares a los que tiene Venezuela actualmente: períodos de inflación alta y crónica, fuga de capitales, desequilibrios fiscales, una brecha creciente entre el valor del dólar oficial y el paralelo, y contracción económica.
Juan Carlos Sosa, un taxista argentino de 63 años de edad, recuerda los días de 1989 en los que cumplía una intensa jornada nocturna en una imprenta y luego se dedicaba a la compra y venta de dólares y carros para evitar quedarse con los pesos diluidos en las manos. “A las 6:00 am, cuando terminábamos de imprimir las revistas de ofertas de los supermercados, nos llamaban a decirnos que había que cambiar todos los precios y había que echar todo el trabajo a la basura. Cuando salía de ahí, hacía dos cuadras de cola para comprar dólares a las 10:00 am que a las 11:00 vendía, luego volvía a comprar y a vender. Se vivía con ese diferencial”.
Lo mismo hacía la gente con los carros para poder asegurarse un bien con valor, pues aunque Sosa le podían aumentar el sueldo a diario, no valía nada. “En la puerta de Clarín te regalaban los clasificados, con ellos salíamos a buscar coches. Una vez compré uno y al día siguiente se lo vendí al que se lo había comprado primero. Así andábamos esos días. La gente llegaba con el dinero en cajas de zapatos, no valía nada. Lo importante era no quedarse con los pesos” cuenta por teléfono desde Buenos Aires.
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