El venezolano, ex del Espanyol, empata un derbi sobrevenido que deja a los pericos en zona de descenso, tras los goles de Toni Villa, Puado y Joselu, y los paradones de Álvaro y Gazzaniga.
Iba para duelo de porteros, milagrosos Álvaro y Gazzaniga. Incluso para ‘vini, vidi, vinci’ de Puado, goleador en el primer balón que tocaba. Después para enésima hazaña de Joselu. Pero fue Yangel Herrera, jugador la pasada temporada del Espanyol, aunque por su celebración nadie lo diría, quien sopló las velas de este derbi sobrevenido los últimos años entre los pericos y un Girona que jamás ha perdido en el RCDE Stadium, y que hoy por hoy vive mucho más tranquilo que un conjunto blanquiazul que cerrará una jornada por primera vez en zona de descenso.
Fue un despropósito la pérdida de Óscar Gil que desencadenó el gol de Toni Villa, sobrepasada la media hora. Pero en realidad se trató de un mero detonante. Hasta ese momento, ya venía el Girona mereciendo abrir la lata. A los siete minutos, calcando el momento y casi la acción que en el derbi ante el Barcelona, un cabeceo de Taty Castellanos no se convirtió en el 0-1 de milagro, por los reflejos de Álvaro Fernández. El guardameta perico, demostrando por qué es ahora el titular, volvía a lucirse en un tiro de Riquelme tras jugada marca de la casa, de fuera hacia adentro.
Como réplica, apenas contabilizó el Espanyol una acción espectacular de Darder, que jugó finalmente pese a sus problemas de cuádriceps, la cual acabó con un disparo de Braithwaite a la cruceta. Y un testarazo de Joselu que detuvo como pudo Gazzaniga. Chispazos. Estaba a años luz el conjunto perico de su afición, que se iba encendiendo con las decisiones arbitrales, poniendo de manifiesto un auténtico ambiente de derbi, aunque sea advenedizo. Con David López, excapitán blanquiazul, aplaudido de entrada. Con César Montes, único fichaje local, sorprendentemente en el banquillo.
Pero llegó la reanudación, territorio de un Espanyol que anota el 86 por ciento de sus goles tras los descansos. Y, como si activara un botón, dio entrada Diego Martínez a Puado para que, en el primer balón que tocaba, empatara el partido. En un córner, aprovechando con temple y frialdad un rechace de David tras un primer remate de Braithwaite. Siempre a remolque, ante un Girona que siempre recibe goles esta temporada.
Y otro pudo llegar diez minutos después de no ser por un inmenso Gazzaniga, que salvó milagrosamente un cabezazo de Calero, en una falta botada por Darder, como de costumbre maestro de ceremonias de las ocasiones de un Espanyol que poco a poco iba imponiendo su poderío en los duelos individuales. Aunque, a esas alturas, ya estaba siendo un choque de guardametas, como volvió a demostrar Álvaro salvando en el primer palo la llegada peligrosísima de Riquelme.
Todo guion se fue al garete a la que apareció el máximo realizador del Espanyol, Joselu, bestial ganando los duelos aéreos en el 2-1, la remontada, el gol que culminó tras una certera carrera de Puado, presente en las dos dianas, que contemporizó para abrir justo a tiempo para que Brian Oliván centrara con precisión, a pesar de estar resbalándose.
Se las prometía felices el Espanyol, y un Diego Martínez que trataba de proteger la victoria con un triple cambio que convertía el esquema en un 5-4-1, pero que vio como en la acción siguiente a ese movimiento arriesgado volvía a anotar el Girona. Por la implacable ley del ex, se avanzó Yangel Herrera a su marcador, a centro de Yan Couto –dos que también habían entrado poco antes–, para establecer el 2-2. Un gol que celebró con fervor, como si su paso por el Espanyol la anterior campaña, incluso su pasado a las órdenes de Martínez, hubieran sido una pesadilla. Mandó callar a la grada. Y a la grada, helada y en descenso, no le quedó más remedio que irse cabizbaja.
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