El Madrid vuelve a levantar un partido en cuesta con la habitual embestida final. Vinicius tocó a rebato tras el gol de Javi Muñoz y un cabezazo de Tchouameni decidió el choque. Las Palmas se hundió al final.
Otra bala silbó sobre la cabeza del Madrid. Da la impresión de que ha hecho un receso después de dos derbis agónicos y un Clásico deslumbrante. En modo remontada, sustantivo al que habría que buscarle hueco en el himno o en el escudo, salvó un partido que se le encanalló con un gol de Javi Muñoz. No ayudaron ni la baja de Bellingham ni el once de Ancelotti, que prefirió a Ceballos sobre Modric sin resultado aparente. El croata no calentó ni como socorrista. El Madrid redujo el partido a la última media hora y así se corre el riesgo de llegar tarde, incluso para quien esta acostumbrado a arreglarlo todo en esa franja horaria que tantas veces le bendice, incluso para quien tiene una agitador del tamaño de Vinicius.
Las Palmas no es un recién ascendido al uso. Se conduce en Primera con una edición de bolsillo del tiquitaca. Es de mandar y no de aguantar, una rareza con su presupuesto, pero sus mejores futbolistas invitan a ello. Mezclan bien la idea expansiva de García Pimienta y la mejor tradición canaria. Así que de salida le incomodó que el Madrid le quitara la pelota y la iniciativa. Fue más aparente que real, porque en el registro de grandes ocasiones solo quedó una de Rodrygo, que le sacó fantásticamente Valles. La jugada vulneró varias leyes: la del fuera de juego y la de la buena educación. Porque Valles adornó su parada con un mensaje al oído del brasileño y un toque en el estómago; la respuesta de este fue un manotazo salpimentado con caída teatral y con retardo del meta que le costó la amarilla al delantero. Fueron dos acciones de naranja.
Laterales de ida y vuelta
Ancelotti se debía una rotación desde el domingo y se la cobró en diferido en Las Palmas con un once inédito sin Modric, que no tuvo un minuto ante el Almería, ni de salida ni para la embestida final. Tampoco en Las Palmas. A cinco meses del final de su contrato, una decisión vale más que mil palabras. Su sitio fue para Ceballos, en su cuarta titularidad del curso sin un solo dato que lo aconsejase. El plan no funcionó. El Madrid se volvió más territorial por la propensión del sevillano de acaparar la pelota, pero no más profundo. También porque Las Palmas no adelantó su zaga como ante el Barça y sacó a la superficie su extraordinaria contradicción: tiene más pelota que gol y mejor defensa que ataque.
El Madrid era más digerible por las bandas que por el centro, aunque nadie se ponía al remate ante los progresos de Carvajal y Fran García. Pero como ambos son laterales de doble filo y no andaban en el campo ni Valverde ni Bellingham para ayudar en el repliegue, se tragaban los movimientos al espacio de sus homólogos de amarillo: Marvin y Sergi Cardona. De este último fue el remate más peligroso de los canarios en la primera mitad. Se le marchó alto.
Los ataques pintaban poco en el partido. Ni Vinicius ni Rodrygo eran capaces de desbordar y Brahim, que mejora en las distancias cortas, se confundió con el paisaje amarillo. Vale la misma reflexión para Las Palmas: solo sudor de Sandro y Munir, más para tapar que para producir, y algún detalle de Moleiro, talento sin continuidad. A estas alturas cabría decir que nada en la plantilla del Madrid, y quizá en ninguna otra del mundo, se le parece a Bellingham, un jugador que ha completado ese viaje que emprendió Cristiano y ahora acaba. Aquel Madrid del todos para uno es hoy el de uno para todos, o para todo. Sin el inglés, aunque hasta ahora lo haya disimulado, el Madrid queda a la intemperie.
El despertar de Vinicius
El equipo de Ancelotti se despidió de la primera parte con dos remates desviados de Vinicius más una vaselina frustrada por Valles sin despeinarse y con la certeza de que a ese ritmo la victoria en Las Palmas se antojaba imposible. Y de regreso se agarró al salvavidas de Lunin, que le paró un tiro duro, raso y buscando el contrapié de Munir. Una parada de partido, una parada de Courtois. El Madrid volvía a la astenia primaveral, contagiado por el clima, y acababa por tragarse un gol. Sandro le ganó un esprint a Rüdiger y su centro raso lo remató Javi Muñoz, excanterano blanco, en el primer palo. El Madrid seguía sin llegar, pero había dejado de mandar. Las Palmas, que había subido un punto la altura de su defensa y el atrevimiento en ataque, aprovechaba su momento.
Así que, por enésima vez, tocó a rebato en el Madrid, de arriba a abajo. Ancelotti vitaminó al equipo con Valverde y le dio remate con Joselu. El equipo entendió el mensaje y, como ante el Almería, se lanzó al abordaje, mientras Las Palmas se hundía en su área. Ahí siempre cuesta bracear hasta la orilla. Vinicius echó a perder un gran envío de Kroos por picar la pelota innecesariamente, pero no dejó ir otro pase aún mejor de Camavinga. Su remate cruzado le quedó muy lejos a Valles. El brasileño había comenzado a meterse, por velocidad, en la trastienda canaria. El partido comenzaba a hacérsele largo a Las Palmas, desbordado por el nuevo ritmo del Madrid.
Vinicius ya no tenía barreras y tampoco Fran García. Se aventuraba por ahí la culminación de la remontada, pero llegó de un modo radicalmente diferente, en un córner lanzado por Kroos y cabeceado por Tchouameni, recién llegado al partido. Así son los grandes, capaces de ganar de cualquier manera, con y sin juego, con y sin suerte, con y sin Bellingham.