En medio del tsunami institucional en el que lleva envuelto los últimos días, el Madrid de Zidane, el primer escudo del club en turbulencias pasadas, presentes y futuras, se plantó en Cádiz en andador. Sin Kroos ni Modric, lo que equivale a decir sin medio equipo, porque este Madrid 20-21 vive básicamente del talento de los dos centrocampistas, reservados por su entrenador para las decisivas batallas de Champions ante el Chelsea, un enfrentamiento que ha alcanzado una dimensión cósmica después de los últimos acontecimientos que han sacudido el fútbol europeo.
Asediado por los contratiempos, con Ramos purgando una baja a a cuenta de un récord delirante (que posiblemente hubiera acabado batiendo de todas formas), con Hazard perdido en su particular laberinto de malas sensaciones (casi dos temporadas y prácticamente nada del belga), con Valverde fuera por covid del duelo de ayer y de la ida ante el Chelsea, Zidane optó por blindarse atrás con tres centrales para apuntalar un centro del campo raquítico. Casemiroformó escuálida pareja con Antonio Blanco, que tuvo minutos en Getafe y debutó como titular del primer equipo en Cádiz. Arriba, Benzema y los dos meninos, pues Isco y Asensio no se ganaron el billete de acceso al once a ojos de ZZ, a pesar de que Álvaro Cervera, que nunca se esconde y tiene muy claras sus ideas, ya había anunciado un Cádiz arropadito atrás y esperando las contras, que ya le dieron el triunfo en el duelo del Di Stéfano.
Ese era el plan del técnico cadista, que tiene casi salvado a su equipo, pero luego los partidos salen como salen. Resultó que, de inicio, el Cádiz le discutió la posesión al Madrid, que no contaba con la rueca de Kroos tejiendo pases de forma casi maquinal. Tampoco estaba Modric para ponerle picante a la zona de tres cuartos, y el Cádiz, aparte de los balones en largo y las segundas jugadas (tremendo corpachón el de Negredo) jugaba con criterio e incluso obligó a Courtois a desperezarse para atajar un disparo de Jairo. El Madrid respondió con una internada eléctrica de Rodrygo en la que reclamó un penalti que obtuvo un par de minutos después, tras un pisotón a Vini que Mateu no advirtió en directo, pero sí tras el aviso del VAR. Benzema asumió el lanzamiento, que llegó a rozar Ledesma, y decidió empezar a repartir caramelos. Sólo tres minutos después, tras una gran recuperación de Nacho, Karim asistió con la zurda para el cabezazo en el segundo palo de Odriozola, vivir para ver, justo en el día en el que Carvajal regresaba a una lista de Zidane. No le dará para amenazar al madrileño, pero a estas alturas cualquier aportación es bien recibida, y más con la que está cayendo por Valdebebas. Chuzos de punta.
Los goles, como suele ocurrir, tuvieron un efecto vivificador para el Madrid y demoledor para el Cádiz, que se vio, ahora sí, encerrado por un rival en el que Casemiro, bien guardadas las espaldas por Blanco, actuaba casi como cuarto delantero. Benzema le puso un gol en la bota derecha, pero el brasileño, que como Nacho volvía tras la sanción del Coliseum, no pudo colocar el cuerpo de forma correcta para empujar casi a puerta vacía. A esas alturas, el genio de Karim ya se había desatado sobre el Carranza, templo del arte al que el ‘9’ del Madrid hizo los honores desplegando todos sus recursos para martirizar al rival, que ha ido afinando con tesón en los últimos años. Añadió un remate de cazagoles al filo del descanso para sentenciar el partido, esta vez con Casemiro como pasador, para sellar un triunfo que permite al Madrid seguir remando en aguas turbulentas.
Vuelve Carvajal
Cervera ordenó cuatro cambios sin anestesia tras la pausa, de una tacada, pero a esas alturas el Madrid se sentía tan cómodo que hasta concedió la noche libre a Courtois, que acumula exceso de horas extra en este curso. A la hora de juego reapareció Carvajal, un futbolista que debe ser importante en las batallas que vienen, y Zidane sentó a Varane, recién salido del covid, para volver a defensa de cuatro. Hubo también recambio para Benzema, el hombre del partido, al que suplió un Mariano que falló un gol impropio. Y Zidane, haciendo de la necesidad virtud, dio vuelo a otro canterano, Miguel Gutiérrez, otra de las perlas de Valdebebas. No hubo más. Karim ya se había encargado de empaquetar el partido en diez minutos de arrebato casi místico.