Real Madrid gana 2-0 al Osasuna y sigue presionando arriba por el liderato de La Liga

Triunfo importante, muy importante del Real Madrid con goles de Militao y Casemiro. Mantiene intactas sus opciones de ganar la Liga antes de ir a jugarse un puesto en la final de la Champions frente al Chelsea. Buen primer tiempo del Madrid, que decayó tras el descanso pero que acabó encontrando el gol en un córner y, con el marcador a favor, jugó mejor.

El cuarto remate del central, la figura del duelo, acabó con la resistencia de un firme Osasuna. Casemiro, sin querer, cerró el partido. Varane se retiró tocado.

El peligro es aquello que pasa a menudo a centímetros de Zidane sin rozarle la piel. Un inmortalidad insólita en el fútbol. A un segundo de la explosión siempre acierta con el cable al que meterle la tijera. «Tantos problemas me han enseñado que siempre hay soluciones», dijo en la víspera. Quizá pensara en Militao, ese central inexistente en verano e imprescindible en primavera. Estudia para Ramos. Atrás y delante. Un cabezazo suyo mantiene al Madrid en posición de semiprivilegio en la Liga. Él fue la buena noticia. La mala, que ponga a quien ponga ZIdane arriba, nadie auxilia a Benzema con el gol.

El francés había metido la mitad de los goles del Madrid en los 18 últimos partidos. Así que por ahí ni Zidane, un día apóstol de la rotación radical, se atreve a repartir la carga. Quitarle es la única acrobacia que no puede permitirse. Del resto, tras casi sesenta lesiones, puede elaborar un tratado. Ante Osasuna, como estaba previsto, se ahorró a Modric y Kroos, los pilotos en Stamford Bridge, y acomodó un dibujo de alto riesgo. Odriozola y Marcelo con sólo dos centrales como factor de corrección y una verbena ofensiva a espaldas de Benzema: Asensio, Hazard y Vinicius. Para no adelantar el Día de la Madre dobló los socorristas: Casemiro más Blanco, quién sabe si ese mediocentro de repuesto que no ha brotado en la cantera ni en la cartera. Una vez más, hay hacer noche en el armario para encontrar a Isco.

Osasuna, con el curso aprobado y camino del notable, llegó mucho más fresco. Sólo repitieron tres de los que jugaron hace una semana en Vigo, donde los suplentes fueron mayoría. Así que Arrasate tuvo a su equipo de gala, con Moncayola y Javi Martínez, dos superproyectos rojillos, y Chimy Ávila, que después de dos roturas de cruzado volvía a ser titular. No sucedía desde enero de 2020.

Hazard, de los chispazos al apagón

El Madrid procesó bien los datos de salida. El favor del Granada, los apuros del Atlético y una aritmética mucho más amable que hace una semana. Así que abrió gas pronto, empezando por Hazard, que empieza a ser tangible. Quizá, a la undécima, se convierta en ese fichaje que Madrid lleva esperando ocho estaciones. En dos minutos dibujó un esprint vertical mal acabado y una internada desde la izquierda sin rematador. Y ahí, y en un remate pifiado después, se acabó. No parece el refuerzo que Zidane precisará en Londres.

El juego del Madrid, con tantos futbolistas de fantasía, tuvo más gracia de lo habitual. Hasta Casemiro se contagió del clima festivo e intentó un gol desde campo propio que encontró premio. Cada día tiene más arrebatos de mediapunta. Más si Blanco, otra vez impecable, le guarda las espaldas. En esa fase, Militao fue la mejor baja ofensiva de Osasuna, con una cesión crítica a Courtois. El belga le salvó el pellejo. El segundo susto le llegó en un centro chut de Manu Sánchez. «Aquí la presión es una forma de vida; se valora más que un regate», dice Arrate, pero su Osasuna es bastante más. Ofrece un buen despliegue ofensivo, en número y en intenciones. Hasta le anularon un gol, de Ávila, por fuera de juego antes del descanso.

Como el equipo navarro no rechazó jugar a campo abierto, quedó un partido muy vistoso, aunque claramente vencido sobre Sergio Herrera. El meta tuvo tres minutos heroicos, en un remate mordido de Hazard y dos cabezazos de Militao, que en esto también quiere ser Ramos. Fue el preaviso que no escuchó Osasuna. Blanco y Asensio tuvieron un papel principal en la acometida blanca. El primero, por omnipresencia; el segundo, por sentido de la responsabilidad. Alguien tenía que poner cierto orden en aquella manada de delanteros. En cualquier caso, el equipo de Zidane no acababa de cumplir el objetivo principal: resolver pronto para poner a trabajar las cabezas y las piernas a disposición de la Champions.

Rodrygo, el revulsivo

La segunda mitad amaneció con parte médico: molestias de Varane, sustituido por Nacho. El caso clínico es caso crónico. El Madrid, de cualquier modo, no fue el del principio. Circulación más lenta, menos juego perimetral, poco nervio y nula presencia en el área más allá de una volea alta de Militao, el mejor en las dos áreas.

El plan de reactivación de Zidane fue un cambio radical en la banda izquierda (Miguel Gutiérrez y Asensio). Arrasate respondió con Brasanac y Budimir, su mejor goleador. Pieza por pieza en un equipo hermético, atrincherado detrás de la pelota contemplando la degradación ofensiva del Madrid. En cualquier caso, Rodrygo sí pareció un impulso en la recta final. Fue el más profundo arrancando desde la derecha, pero fueron la estrategia y Militao quienes acabaron lanzando el salvavidas al Madrid. Isco, otro que entró con buen pie, botó un córner con la precisión habitual de Kroos, el brasileño metió su tercer cabezazo de la noche cerca del punto de penalti y superó al hasta entonces invencible Herrera. Luego, Casemiro aseguró el triunfo sin querer. Un mal control acabó en buen remate. Y el Madrid le mandó al Atlético el mensaje de que acepta el órdago con los goles de dos jugadores de quite. Con Zidane todo es posible.

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