El partido entre dos equipos argentinos que los argentinos no pudieron organizar, y para el que solo encontraron la solución de que no se jugara en su territorio, aterrizó este jueves por la tarde en Madrid, cuando el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció a través de su cuenta de Twitter, mientras volaba a Buenos Aires a la cumbre del G20: “España está dispuesta a organizar la final de la Copa Libertadores entre Boca y River”. Apenas una hora después, Alejandro Domínguez, presidente de la Conmebol, organizadora del torneo, oficializó que el encuentro se disputará el próximo domingo 9 de diciembre en el Santiago Bernabéu a las 20.30.
Los dos primeros intentos de disputar la vuelta de la final de la Copa Libertadores entre River y Boca en el Monumental de Buenos Aires, el sábado y el domingo pasados, fracasaron por los disturbios, y las partes comenzaron el martes negociaciones para buscar un sitio donde jugar. Después de descartar varias ciudades, la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), la FIFA, la UEFA, la Federación Española de Fútbol (FEF) y el Real Madrid se habían puesto este jueves por la mañana de acuerdo en que se disputara en el Bernabéu.
A mediodía de este jueves, los servicios de seguridad del club blanco avisaron de las intenciones del grupo a la Delegación del Gobierno, que los citaron para las 17.00 en sus instalaciones de la calle Miguel Ángel de la capital para reunirse con ellos y con la Policía Nacional. Allí se presentó una delegación con enviados de la Conmebol, la FIFA y el Real Madrid, a los que, según una fuente oficial, se requirió “que formalizaran una petición”, algo que aún no habían hecho y que cumplimentaron en ese momento. Cumplido el trámite, la policía podía comenzar a estudiar las implicaciones para la seguridad de la ciudad de un evento del que hasta entonces no había tenido noticia.
Si la premura de los organizadores para encontrar una ubicación al partido era grande (el ganador de la Libertadores se estrena en el Mundial de Clubes el 18 de diciembre), la de las fuerzas de seguridad era máxima. Según fuentes conocedoras de los operativos, el estudio de las necesidades de eventos deportivos de alto riesgo requiere de entre cuatro y seis semanas, y los preparativos posteriores pueden extenderse durante ocho meses. Esos plazos se convirtieron este jueves en horas y en días.
Problemas de calendario
Los técnicos que se pusieron este jueves a trabajar sobre el asunto preveían hacerlo durante toda la noche, condicionados por la voluntad del Gobierno de que el partido se disputara en el Bernabéu y con la complejidad del calendario. El domingo 9 de diciembre es el último día del puente de la Constitución, las fechas en las que Madrid recibe más visitantes en todo el año, unos 600.000 en 2017, cuando se registró una ocupación hotelera superior al 80%.
Además de la final de la Libertadores, Madrid sería sede ese puente de un derbi Leganés-Getafe el viernes 7 a las 21.00 y de un Atlético de Madrid-Alavés el sábado 8 a las 13.00.
En el tuit en el que anunció la disposición de España a acoger el partido, Pedro Sánchez hizo referencia al trabajo de estudio que todavía en esos momentos estaba llevando a cabo la policía: “Las FCSE y los servicios implicados, con amplia experiencia en dispositivos de este tipo, trabajan ya en el despliegue necesario para garantizar la seguridad del evento”.
La organización del controvertido encuentro se ha trabajado con varias líneas en paralelo. Mientras se cerraba la sede, aún estaba pendiente una reclamación de Boca, que pretendía que se le adjudicara el título sin disputar el partido de vuelta, después del ataque sufrido por el autobús que llevaba a sus jugadores al estadio el pasado sábado 24. Para entonces, ya se había jugado la ida, en La Bombonera, que había concluido con un 2-2, sin que los goles anotados fuera de casa tengan valor doble. Horas después del ofrecimiento de Sánchez, la Unidad Disciplinaria de la Conmebol dictaminó que no había lugar a la petición de Boca e impuso una sanción y una multa a River: en 2019 tendrá que jugar los próximos dos partidos como local de competiciones de la confederación sudamericana a puerta cerrada, y deberá pagar una multa de 400.000 dólares.
Este jueves por la tarde aún quedaban en el aire numerosos detalles sobre la final, como quién se encargará de la venta de las entradas y a través de qué sistema, o a quién se venderán esos billetes. En Argentina, las aficiones visitantes tienen prohibida la presencia en los estadios. En la ida de la final de la Libertadores solo había hinchas de Boca en el campo. En los dos frustrados intentos de la vuelta, en las gradas del Monumental solo se encontraban aficionados de River.
La búsqueda de un hogar para la final había comenzado el martes en Asunción, capital de Paraguay, donde se reunieron representantes de los clubes y de la Conmebol. Se tantearon Doha, en Qatar, sede del próximo Mundial de 2022, y que ofrecía sustanciosas compensaciones económicas, y también Miami, descartada por la propia federación estadounidense.
El sí de Florentino
Las exploraciones concluyeron en un destino típicamente argentino. Argentina al margen, España es el país del mundo en el que viven más personas nacidas en aquel país, 261.121, según los datos del Instituto Nacional de Estadística actualizados en enero de este año. El siguiente destino más elegido para emigrar es Estados Unidos, donde, según datos de un informe de la Organización Internacional para las Migraciones de 2012, vivían unos 220.000.
En las negociaciones todo ha sido extremadamente rápido. El Real Madrid se mostró favorable desde el principio, al contrario que en ocasiones anteriores en las que se le solicitó el uso del estadio para disputar otras finales. En 2012, cuando el Athletic de Bilbao y el Barcelona se habían clasificado para jugarse la Copa del Rey mostraron su deseo de que el partido se disputara en el Santiago Bernabéu, el estadio con mayor capacidad de España, solo por detrás del Camp Nou. En aquel momento el Real Madrid aseguró que debía realizar obras en los baños y en algunas localidades del estadio y que los trabajos tenían que comenzar cuanto antes. El partido se jugó en el Vicente Calderón, también en Madrid. Como también las finales de Copa de 2016 y 2017.
La de 2018 se disputó ya en el recién estrenado Wanda Metropolitano, que el próximo 1 de junio acogerá además la final de la Champions League.