Probablemente el nombre de Suzy Favor Hamilton no es tan familiar, sin embargo, esta chica norteamericana había competido en tres juegos olímpicos antes de iniciar una de sus más difíciles carreras: la vida entre la depresión y la prostitución.
En el 2012 se descubrió que había estado trabajando como prostituta en Las Vegas. “Cada cliente que veía era para mí el hombre más maravilloso, buen mozo y sexy. Cada ocasión era como si estuviera ganando una medalla de oro”, dijo la atleta, según reseña Semana.
Suzy Favor Hamilton empezó a darse cuenta de que algo no andaba bien con ella cuando por primera vez pasó a formar parte del equipo olímpico de Estados Unidos. Por sus notables cualidades atléticas, comenzó a correr a la edad de nueve años, y su pasión por el deporte la llevó a competir en los Juegos Olímpicos de 1992, 1996 y 2000.
“Entrar a formar parte de mi primer equipo olímpico fue una experiencia increíble, mis emociones estaban por lo alto, pero cuando llegaba el momento de competir, era como si no pudiera aguantarlo. Pensé que mi mente andaba mal, pero no sabía entonces que tenía una enfermedad mental”, contó Suzy en una entrevista a la BBC.
En el año 2000, era la favorita para ganar la competencia de los 1.400 metros en los Juegos Olímpicos de Sídney, pero no lo logró. Luego confesó que deliberadamente había fingido una lesión, tras ver que estaba perdiendo la carrera y no iba a ganar medalla.
Llegó a una etapa de su vida en la que tuvo que ser medicada para combatir la depresión. “Me dieron una droga que a una persona bipolar puede llevarla a tener una hipersexualidad”, que es el aumento repentino o la frecuencia extrema en la libido o en la actividad sexual.
“La droga me hizo perder todas las inhibiciones. Yo estaba como encendida, me sentía viva y me encantaba”. Y así comenzó a aventurarse en un camino que la llevaría a la prostitución.
Un día tuvo sexo con un prostituto y fue como si se le iluminara el cerebro: “Yo quiero hacer lo que hace éste, me dije. Él me debería estar pagando a mí”. Al inicio se iba uno que otro fin de semana a Las Vegas y, según cuenta, creó otra persona. “Cuando estaba en Las Vegas, yo era Kelly. Era como si hubiera encontrado a la persona que quería ser, no que quería ser prostituta, pero una persona confiada, empoderada, que tenía voz. Me estaba rebelando en contra de la vida represiva que había llevado como atleta olímpica”, señala.
En ese entonces, le perturbaba que la llamara el marido o su hija cuando estaba en Las Vegas porque “no quería dejar de ser Kelly para convertirme en Suzy, que era la persona que asociaba a tanto dolor”. Pero comenzó a decir a algunos clientes quién era realmente, sin pensar que alguien podía delatarla. “A muchos de ellos les encantaba cuando se enteraban de que era una famosa atleta olímpica. Querían verme una y otra vez”.
Y en el 2012 un poderoso empresario, a quien vio tres veces, se enamoró de ella. “Pensó que podía casarse conmigo y rescatarme. Lo rechacé dos veces y en represalia reveló a un periódico que yo era una atleta olímpica que estaba llevando una doble vida como prostituta”.
“Recuerdo haber colapsado y encerrarme en un baño en cuclillas. No sabía qué hacer. Pensé en quitarme la vida porque todo se había acabado para mí”, expresó. Su esposo la ayudó y lo más difícil fue comunicar a los padres de ambos qué estaba pasando.
En esas circunstancias, le diagnosticaron desorden bipolar y le dieron los medicamentos apropiados. Cuenta que con el apoyo de su familia, sesiones terapéuticas y particularmente gracias a su esposo ha logrado dejar esa etapa en el pasado.
“Soy bipolar y tengo días buenos y días malos. Estoy aprendiendo a lidiar con ello. Estoy escalando montañas, haciendo ejercicios todos los días, en vez de dedicarme al sexo”.
Y Kelly ¿ha quedado atrás?: “Kelly está en la sombra, se fue, pero hay partes de ellas que siempre van a existir, su confianza, su coraje, su fortaleza, su voz… Me encanta esa parte de Kelly y nunca quiero perderla”.
SM