¡Hey Jude! El Real Madrid gana el clásico con doblete de Jude Bellingham

El clásico de La Liga Española lo ha ganado el Real Madrid con doblete de Jude Bellingham, remontada luego del gol de Gundugan por los anfitriones FC Barcelona en el Estadio Olímpico Lluis Companys de Montjuic.

Jude Bellingham graba su nombre con letras doradas en la historia de los clásicos. El inglés revienta el Clásico con dos goles. Uno de pillo y otro de megaestrella. Dos tantos con los que ha tirado abajo a un Barça que ha sido mejor en buena parte del Clásico. Pero eso no vale de nada si no se transforma en goles. Y en eso, el Real Madrid ha sido claramente el mejor. Victoria importantísima de los madridistas.

El Real Madrid asalta el liderato

La remontada madridista en el Clásico les hace recuperar el 1º puesto en LaLiga EA Sports, empatados, eso sí, con el sorprendente Girona. Además, ese doblete de Bellingham distancia a cuatro puntos al Barcelona, que se queda 3º de forma provisional.

PT PJ PG PE PP
1

Real Madrid
28 11 9 1 1
2

Girona
28 11 9 1 1
3

Barcelona
24 11 7 3 1
4

Atlético Madrid
22 9 7 1 1
5

Real Sociedad
18 10 5 3 2

Gündogan inició una pared con Ferran, Tchouameni la interceptó con un toque hacia atrás y Alaba, que llegaba con enorme ventaja, metió su pie encogido y le sirvió el tanto al alemán, que ya había perdido la pelota pero no la fe, que esta vez movió esa montaña. Hace tiempo que el austriaco sale en demasiadas fotos.

Lo que siguió después fue un remate al palo de Fermín cuando Gavi le madrugó un balón a Kroos, dos futbolistas que simbolizaban el encuentro: fiereza en los azulgranas, astenia otoñal en los blancos. Esas averías en el motor de arranque son demasiado frecuentes en el equipo de Ancelotti.

Con el marcador a favor el Barça se mecía en el control del juego, sin permitirse errores y sacando contras sin demasiado éxito. La más notable, una de João Félix, que evaporó de un caño a Rüdiger y perdió luego el esprint con Carvajal, el único con el sistema nervioso en su punto. El Madrid era incapaz de llegar, por falta de inspiración general y de Vinicius en particular, que ante la primera discrepancia con Gil Manzano se perdió en quejas y conversaciones. Una de ellas, con Xavi, se alargó demasiado. Ambos van sobrados de pico.

Sin Vinicius el Madrid atacaba con pistolas de agua, incómodo, atascado, lento, desorientado por el genio de Gavi y Fermín y el buen orden de Gündogan. El Barça jugaba sin brillantez, pero con inteligencia. No le hacía falta otra cosa para someter a un rival menor, encogido, abandonado por Bellingham, su fertilizante en los primeros meses de curso.

La primera parte dejó un dato extremadamente revelador: ni un disparo del Madrid entre los tres palos y dos, de dos defensas, Rüdiger y Carvajal, fuera. Kroos no había sido capaz de sacar ese camión del barro y mucho menos Tchouameni, que pierde sus poderes en cuanto cruza los Pirineos.

El descanso no pareció sacar de su depresión al Madrid. Tuvo más pelota, sacó tres medias ocasiones y el primer remate a puerta, lejano, sin maldad, de Kroos, pero el Barça siguió por encima en organización y garra. También sus oportunidades tenían más picante. Un cabezazo picado de Iñigo Martínez se fue al palo y el remate posterior de Araújo lo salvó Kepa con una parada intuitiva.

Ancelotti buscó alternativas: Camavinga en la izquierda, que sufrió mucho con las llegadas de Cancelo, Modric y Joselu. Un cambio de piezas que no parecía aventurar un cambio de rumbo hasta que Bellingham, ese futbolista anfibio capaz de recorrer todas las zonas del campo, cargó los cien millones que costó para meter un derechazo brutal, casi desde posición parada, que superó la mano cambiada de Ter Stegen. Todo el trabajo de Gavi con el inglés volado por un misil de largo alcance disparado por un jugador que vale para cualquier cosa: todos sus goles hasta ahora habían llegado desde dentro del área.

De pronto el partido cambió de manos, pero sin exagerar. El Madrid, muy mejorado por Modric, tuvo más sensación de mando que ocasiones. Algo similar a lo que había sido el Barça durante su hora feliz. Xavi recuperó entonces un ataque más natural, Raphinha-Lewandowski-Lamine Yamal y se quebró el partido. Solo entonces fue un Clásico de rompe y rasga, al borde del gol en un área y otro, pero el que lo metió fue Bellingham. Fue en un centro de Carvajal, rozado por Modric y rematado, en territorio del nueve, por el inglés, azote de todos los que se han cruzado con él hasta ahora.