El Barça mandó en el primer tiempo, el Madrid en el segundo y el lateral del Barça decidió en la prórroga de un partido para la historia.
Se lleva el equipo de Flick la final con un golazo de Koundé en el 116’… que puede significar el adiós definitivo de Carlo Ancelotti al Real Madrid. Desperdició el Madrid 45 minutos, lo arregló con los cambios el italiano en la segunda parte, remontaron los blancos… pero Ferran empató en un error de Courtois y en la prórroga le volvió a dar la vuelta al marcador.
Eliminada la capa de grasa que recubrió la final, un partido épico, brutal, emocionante, conmovedoramente copero, decidió que, por tercera vez, el Barça se llevará el Clásico, esta vez con el premio del trofeo menos importante de los muy importantes. Los de Ancelotti perdieron en La Cartuja el último de sus superpoderes, esa infalibilidad en las finales, esa inmortalidad que le salvó incluso cuando le abandonó el fútbol. Se hizo el muerto un tiempo, sin Mbappé, y anduvo muy vivo en otro, con Mbappé. Eso le llevó a la prórroga y allí le mató una bala perdida, un tiro lejano de Koundé, el tapado. El Barça también ha aprendido a resucitar y lo hizo para lograr un triunfo que deja un fuerte olor a azufre en su archirrival y que señala, probablemente, el final de un tiempo feliz.
La final se presentó con 77 goles menos, los 40 de Lewandowski y los 33 de Mbappé, que con un esguince de mayor alcance que lo anunciado se quedó en el banquillo. Para Flick, el remedio fue sencillo: Ferran, pieza por pieza. Para Ancelotti, una coartada para volver al dibujo que tanto le dio el año pasado, con cuatro centrocampistas, porque Bellingham quedó para la organización y no como nueve enmascarado. Uno de ellos fue Valverde, al que por jerarquía no le corresponde el marrón de jugar de lateral, aun a costa de asumir el riesgo de incendio en los costados: Lucas Vázquez, por su vocación defensiva tardía; Mendy, por su falta de puesta a punto tras mes y medio lesionado. El francés aguantó ocho minutos. Ponerle fue una imprudencia. Su sustituto, Fran García, firmó un partidazo.
El Barça no necesitó cambiar nada. Pedri y De Jong para marcar el paso, Dani Olmo para enganchar y su tridente arriba para penalizar cualquier pérdida del rival. El Madrid sí moldeó su dibujo hasta que formar un extraño 4-1-4-1, con Tchoaumeni de ancla y Vinicius de proa, lejos de la banda izquierda.
Pronto todo comenzó a suceder en el campo de un Madrid sin salida de pelota, aislado de Vinicius, sometido a la presión de un adversario que se sentía superior y que lo era. Todo dirigido por Pedri, del que se pensaba que era de seda y resulta ser de acero. Ancelotti había metido por dentro a Bellingham para despresurizar al equipo en la salida, pero mandó a la banda izquierda a Ceballos, donde pierde casi todas sus propiedades. Y a Tchouameni le encomendó un marcaje hombre a hombre sobre Dani Olmo. Demasiados jugadores fuera de su papel. Demasiada preocupación por el rival. Pintaba que la cosa no iba de ganar, sino de evitar otra paliza. Y a pesar de esas precauciones, el Barça tuvo la dos primeras ocasiones, un disparo cruzado de Lamine Yamal y un cabezazo de Koundé que sacó sin mucho esfuerzo Courtois.
La tercera acabó en gol. Cubarsí cortó una contra del Madrid y la jugada ya fue cosa de dos. Pedri lanzó a Lamine Yamal, que entretuvo la jugada hasta que el canario apareció en la frontal y mandó su remate de derecha a la escuadra. Nadie acompañó su llegada, nadie le salió al paso. Nada que no se viera venir. Bellingham fue el que salió peor en la foto. Pareció llamado a evangelizar a los fantásticos en el repliegue y ha acabado contagiado de la molicie general.
El gol equilibró el partido, en parte porque el Barça perdió apetito, en parte porque Bellingham empezó a encontrar alguna salida. En una de ellas marcó el inglés en claro fuera de juego. Esa trampa aún no es capaz de sortearla el Madrid. Al borde del descanso un córner lanzado por Dani Olmo a media altura recorrió la línea de gol hasta golpear el palo. Con todo, y a pesar de que el silbido de De Burgos para señalar el descanso le sonó al Madrid a música celestial, el equipo de Ancelotti pudo empatar. El colegiado pitó un penalti claro de Iñigo Martínez invalidado por un fuera de juega de media espalda de Vinicius.
En estado de excepción, Ancelotti cambió mucho antes de lo acostumbrado. Mbappé en el descanso por el fantasmal Rodrygo, Modric y Arda Güler antes de los diez minutos. El partido cambiaba radicalmente de dirección. Szczesny tuvo que sacarle dos remates en la misma jugada a Vinicius, otro a Mbappé, un cuarto al brasileño. Una rosca del 7 blanco fue el quinto aviso al polaco.
El Madrid se había quitado el complejo y amenazaba de verdad aun a costa de descubrirse demasiado. Al fin un partido de Copa. En medio de ese arrebato madridista se le fueron dos grandes ocasiones a Raphinha. De esas ha perdonado pocas esta temporada, pero el viento había comenzado a soplar contra su equipo.
El Madrid le había igualado en presión, le había quitado la pelota con Modric y Güler y apretaba de verdad. Por momentos levantaba por las solapas a un rival que se había mostrado invulnerable. Y así llegó el empate, en falta lanzada por Mbappé, cometida sobre el mismo y en la que el Madrid pidió tarjeta roja para De Jong.
El equipo de Ancelotti se había vuelto un vendaval. Eso no lo vio venir el Barça. Y en un córner lanzado por Güler, Tchouameni metió un cabezazo picado que pilló a Szczesny clavado en la línea y marcó el segundo del Madrid. Flick paró los cambios. Su equipo estaba sonado. Aún le quedaba un último arreón. Y llegó. Courtois hizo un milagro ante Lamine y se equivocó después en una salida precipitada que facilitó el empate de Ferran, que le había ganado la espalda a Rüdiger. Y en la última jugada, Asencio pudo hacerle un penalti de juvenil a Raphinha, que acabó en piscinazo tras aviso de González Fuertes. El Barça se quejó de que dos minutos antes hubo uno real de Rüdiger a Ferran, obviado en el césped y en Las Rozas. Fue pena máxima, pero no clara ni manifiesta.
La prórroga fue un calvario para dos equipos con cincuenta partidos en las piernas y en medio de una tensión insoportable. El partido fue llenándose de caídos (Vinicius, Pedri, Rüdiger…). Ahí tuvo mejores ocasiones el Barça, especialmente dos de Ferran y Fermín, pero el título lo decidió un tiro de Koundé desde fuera del área. Una rareza, pero también existe ya ratones con pelo de mamut.
#CopaDelRey🏆 | Barcelona recibe la Copa del Rey 2025 tras derrotar en una final épica al Real Madrid (3-2) con un gol de Jules Koundé en tiempo extra. pic.twitter.com/KIQKvdiotu
— Emisoras Unidas Deportes (@EUDeportes) April 26, 2025