Croacia y Escocia saltaron a Hampden Park con la soga al cuello y el verdugo pendiente de ejecutar a uno, a otro, o incluso a los dos si el resultado final era un empate. Ese match-ball hacía atractivo un partido en el que se medían dos estilos totalmente opuestos. Croacia ponía el toque, la calidad de los Modric, Vlasic y compañía. Las credenciales de Escocia eran la fuerza, la presión, el otro fútbol que también da réditos aunque sea mucho menos vistoso. Esta vez el fútbol ganó a la fuerza. El arte ganó a los atletas. Modric es aún mucho Modric y su enorme partido clasificó a Croacia.
Los de Clarke salieron con el cuchillo entre los dientes, tanto que en el primer minuto ya habían botado dos saques de esquina. Las gargantas de la afición escocesa bramaban… pero Croacia asestó el primer golpe. Ya se sabe, el fútbol tiene estas cosas.
Pasado el cuarto de hora, una jugada de los balcánicos la mandó a la jaula Vlasic con un zurdazo de calidad. El gol fue un jarro de agua fría para Escocia, que se descompuso por momentos. El balón pasó a los pies croatas y los británicos perdían en el marcador, en las sensaciones y hasta en el ánimo. La gesta de pasar a octavos estaba a dos goles, que en ese momento parecía más que escalar el Everest.
Sin embargo, todo ese dominio y sensación de control croata se fue por el sumidero en una jugada sin aparente peligro que acabó a los pies de McGregor en la frontal. El derechazo del escocés significó el empate a tres minutos del intermedio. Ese gol fue algo más que gasolina, fue queroseno para Escocia, que se marchó a los vestuarios con ánimos renovados.
Segunda parte en el alambre
El caso es que arrancaba la segunda parte con los dos equipos eliminados. No había otras combinaciones en ese momento. El empate mandaba a los dos a seguir la Eurocopa por la televisión. Eran 45 minutos a todo o nada. No valía ni la expresión habitual en las eliminatorias de que sólo podía quedar uno, porque podía no quedar ninguno.
A la vuelta de los vestuarios el ambiente no se había enfriado, ni mucho menos. Sobre todo para la afición local, que comenzó a animar a los suyos como sólo saben hacerlo en las Islas Británicas. El campo no estaba lleno, pero los que estaban se hacían oír.
Croacia no comenzó bien el segundo tiempo, perdió la posesion y aunque no pasaba apuros, apenas trenzaba jugadas. Escocia, mientras, a lo suyo. Presionar y buscar el área rival lo más rápido posible. El jogo bonito lo dejamos para otro día.
Modric se puso a los mandos viendo que pasaban los minutos y no pasaba nada productivo. El madridista se sacó de la manga un pase de fantasía en el minuto 56 que dejó a Perisic mano a mano con Marshall. El disparo lo repelió el meta festejando su hazaña con los brazos en alto. McGinn la tuvo en la otra portería dos minutos después. Oportunidades marradas y la doble eliminación más cerca para ambos.
Pero ya decimos que Modric había decidido tirar del carro. Y vaya si lo hizo. Tiró del carro, de su selección y de todo un país con un golazo en el minuto 62. Con el exterior de la bota derecha, con ese sello tan personal, la embocó desde fuera del área casi por la escuadra. Qué golazo.
Escocia volvía a tener el objetivo a dos goles, mucha tela con media hora por delante, siendo como son un equipo al que le cuesta un mundo crear peligro más allá de los corners y jugadas de estrategia.
El botín de Croacia era oro de muchos quilates. Había que bajar las pulsaciones del rival, intentar volver a hacerse con el balón y dejar pasar los minutos a ver si Escocia se desinflaba al verse a dos goles de la gloria. O marcar un tercer gol y echar el candado a la clasificación, que fue lo que pasó.
Modric botó un córner y Perisic cabeceó a la red el pase de Croacia. Quedaban 13 minutos a título de inventario, sobre todo para Escocia, incapaz de pasar las primeras rondas de las grandes competiciones.
Croacia, como siempre de menos a más en estos torneos, volvió a cumplir estando en octavos. Una vez más le tiene que dar las gracias a Modric, más capitán que nunca y jugador diferencial.