En una Eurocopa que podía haber sido más que traumática, Dinamarca por fin se pudo dar una alegría. Y fue a lo grande. Tuvo que esperar al último partido, pero la fiesta fue completa. Un estadio que apenas unos días antes había rozado la tragedia, se convirtió en un compendio de festejos. A octavos como segundos. Misión cumplida.
La danesa, una selección con un juego alegre y ofensivo, había quedado marcada por su debut. No sólo fue el gran susto de Eriksen, sino es que perdió un partido en el que apabulló en remates. Y ante Bélgica también perdió dando buena imagen. Pero ya se sabe que no se vive de las sensaciones, sino de los puntos.
Frente a Rusia consiguió ese triunfo que tanto había merecido y lo hizo a lo grande. Goleando sin contemplaciones a un rival que mostró la peor de sus caras. Por fin funcionó esa comunión con el público del Parken, que disfrutó y empujó a los suyos. Rusia apostó por especular buscando el empate que le valía y sólo espabiló cuando se encontró con un penalti más que dudoso que le acercó en el marcador. Pero apenas fue un espejismo.
Para que fuera más bonita la historia, tuvo que ser Damsgaard el que adelantase a los suyos. El joven jugador de la Sampdoria se convirtió en el danés más joven en marcar en una fase final de un Europeo o Mundial y también en el primer jugador del año 2000 en hacerlo. Por cierto, un golazo. Y todo por una oportunidad que se le abrió por la desgracia de Eriksen.
A esas alturas, Dinamarca seguía siendo tercera y necesitaba algún tanto más para tener un mejor average. Y casi no necesitó ni buscarlo. Los rusos, que no daban señal de estar jugándose tanto, se lo marcaron solitos. Zobnin mandó un pase largo al área que dejó a Poulsen a puerta vacía sólo para empujarla. Todo parecía controlado, pero un penalti complicó las cosas. Turpin consideró que el forcejeo entre Vestergaard era penalti. Dzyuba lo marcó y metió el miedo en el cuerpo de los daneses.
Pero como esta Eurocopa les debía una, todas las noticias positivas llegaron juntas. Al poco de marcar Bélgica llegaba el tercero, el de la tranquilidad. Después de tres grandes paradas de Safonov, de lo poco salvable de los de Cherchesov, Christensen se sacó un potente disparo para ponerlo en la escuadra.
Ahí ya sí que se desató la fiesta. Sin la presión del marcador, Dinamarca se acabó de soltar, Rusia bajo los brazos y Maehle puso el broche a su partidazo con el cuarto. El Parken, que lloraba sólo nueve días antes, se convertía en una fiesta. Dinamarca es segunda y estará en octavos.