La emoción empezó a sentirse el domingo mucho antes de que se anunciara por los auto parlantes del Tropicana Field que el venezolano Carlos Carrasco estaba calentando en el bullpen durante el séptimo inning. Luego fue creciendo minuto tras minuto y explotó en forma de ovación de parte de los fanáticos y gritos de “¡Coo-kie! ¡Coo-kie” mientras el derecho trotaba desde el bullpen hasta la loma.
Carrasco se subió al montículo, tomó aíre y lanzó un strike por todo el medio del plato. Después de casi tres meses batallando con un tipo de leucemia, el pitcher de los Indios estaba de nuevo en el lugar al que pertenece.
“Fue realmente divertido juntarme otra vez con mis compañeros y regresar al montículo”, dijo Carrasco. “La forma en la que me apoyaron desde el primer día fue grandiosa. Ha sido increíble. Fue un gran momento”.
Al final de una frustrante barrida a manos de los Rays, los 19 pitcheos de Carrasco en el cierre del séptimo inning representaron un punto bien brillante en la jornada. La impresionante recepción que le dieron los fanáticos de Indios y Rays marcó el regreso de un fiero competidor.
Y no fueron solo los fanáticos los que celebraron el regreso del venezolano.
Mientras Carrasco se aproximaba a la loma, los jugadores de ambos equipos se pusieron de pie para aplaudirle en señal de solidaridad. Por un momento, la batalla dentro de las líneas pareció no importar tanto como lo que estaba pasando fuera de ellas.
Welcome back, Carlos. pic.twitter.com/li1XymcBIO
— Tampa Bay Rays (@RaysBaseball) September 1, 2019
“Eso es lo que somos en las Grandes Ligas”, dijo Jason Kipnis, el segunda base de los Indios. “Este es un grupo de hermanos. Un grupo bien especial. Sí, competimos unos contra otros todos los días, pero esto es algo mucho más grande que el béisbol. Al final del día, nos apoyamos unos otros y estamos allí para él”.
“Me encantó ver eso”, añadió Kipnis.
Y vendrían más momentos emotivos.
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Con Eric Sogard, el bateador de los Rays, rumbo al plato, el campocorto de los Indios, el puertorriqueño Francisco Lindor, se acercó hasta el montículo para darle un sentido abrazo a Carrasco que hizo que los presentes volvieran a levantarse a aplaudir.
“Me dijo, ‘Bienvenido, Cookie’”, reveló Carrasco. “‘Aquí estás con nosotros. Estamos contigo, así que sólo ve y lanza’”.
A partir de allí, fue una vuelta a la normalidad. Carrasco rápidamente dominó a Sogard con un rodado. Luego retiró a Austin Meadows con un rodado a sus manos. Con una recta que osciló entre 93 y 95 mph, era evidente que si Carrasco estaba nervioso lo estaba escondiendo muy bien.
Lució tranquilo incluso cuando Tommy Pham le pegó un doble a la izquierda y Travis d’Arnaud siguió con un imparable remolcador, recuperándose al sacar a Joey Wendle con otro batazo por el suelo para poner fin a la faena.
Una vez más, fue vitoreado mientras salía del terreno, y Lindor lo abrazó enfáticamente por segunda ocasión. Cuando bajó al dugout, lo recibió Kipnis, su amigo, que mantuvo contacto casi a diario con el pitcher durante su lucha contra la enfermedad. Tras el partido, al infielder le costó poner en palabras lo que sintió.
“Me pegó cuando lo vi (a Carrasco) ahí en el terreno, porque uno piensa que quizás no ibas a tener esa oportunidad otra vez”, dijo Kipnis. “Verlo allá afuera nos hizo sentir a todos bien orgullosos”.
“No puedo saber por lo que pasó. No me lo puedo imaginar. Sé que no fue fácil. Hablé con él casi a diario. Y sin duda alguna que me fascina verlo aquí otra vez. Muy feliz por él. No pensé que me iba a emocionar tanto, pero así fue”.