Atlético de Madrid ha ganado 1-0 al Betis y con este triunfo asegura puesto de Champions League.
El Atlético ha perdido parte de la firmeza defensiva que mostraba antaño, sirva como prueba el hecho de que Oblak no vaya a ganar un Zamora que sí había ganado las últimas temporadas.
El Atlético exhibe evidentes problemas en la construcción de juego.
El Atlético no tiene gol. El mejor en ese sentido es Morata… que apenas ha llegado a la docena en el campeonato.
El Atlético liquidará la Liga sin que uno solo de sus futbolistas de campo pueda considerar que la ha redondeado y con dudas en la integración de Joao Félix, el mayor desembolso de su historia.
¿Y qué nos queda entonces para que el Atlético se haya ganado el derecho a jugar la que será su octava Champions consecutiva?
Nos queda Simeone, mire usted.
Que casualmente ha dirigido justo ese número de temporadas completas: ocho.
Y que cuando se paró el torneo tenía a su equipo sexto, lo que no ha evitado que le sobren dos jornadas. 1-0, por supuesto. Sufriendo, faltaría más. Partido accidentado, mire usted. Champions…
El primer acto duró más de 50 minutos y tuvo prácticamente de todo. Menos goles. Suele pasar cuando anda el Atlético por medio, pero en este caso la tecnología puso mucho de su parte. Porque entrar, entraron. Dos, concretamente. Pero ninguno subió al marcador. La eternidad, por ejemplo, debe parecerse al tiempo que transcurrió entre que Morata hizo el suyo y el VAR determinó posición ilegal en el arranque de la acción. Cosa de milímetros, apenas un codo. Curioso cuando se trata de un punta que suele vivir en fuera de juego, suficiente por lo visto para que una acción maravillosa fuera anulada: bueno había sido el servicio de Koke, mejor el toque picado del 9 ante Dani Martín tras soportar la carrera con Barta.
Al Betis volvía a salirle cara ahí, porque el cacharro y los que lo manejan ya habían invalidado antes otra diana de Correa: como resultan desconcertantes hasta cuando aciertan, resulta que al colegiado se le mostró en pantalla una mano evidente de Llorente cuando todo apunta a que la acción ya había nacido en un fuera de juego bastante más claro que el de Morata, pero al que no se consideró necesario atender. De Trippier, por cierto, enseguida atendemos a lo del inglés. Antes hagamos constar, por poco frecuente, que el del argentino también había sido muy buen remate. Como consuelo local resulta pobre, pero es lo que hay.
El Atlético había tenido un arranque aparente, con llegadas de Llorente y Koke, pero la tendencia cambió a la que el Betis ajustó su relación con la pelota. A Fekir no había modo de pararlo mientras tuvo fuelle, si acaso con jarabe de palo, y el equipo verdiblanco se fue así acomodando a la función. El resto lo iba a poner el lateral rojiblanco, atacando a destiempo todo balón que buscaba a Loren. Cada una de sus excursiones hacia la nada provocó una contra verdiblanca y en alguna de ellas tuvo que emplearse incluso Oblak. Se supone que indispuesto, Trippier se retiraba poco antes del descanso. Casi todo tiene explicación.
Guardado se marchaba a la vez, tocado poco después de haber rozado el gol, y es que la exigencia del extraño campeonato que se juega va cobrándose piezas. El intervalo previo al descanso pilló al Atlético completamente descolocado, entre unas cosas y otras, así que aún tuvo que agradecer que no pasara en su portería lo que tampoco había pasado en la del rival. En lo que se retiraba al vestuario más de uno sentiría la tentación que no pudo soportar Fekir: la de atizar al dichoso aparatito.
El segundo acto comenzó con un mano a mano que Loren echó fuera tras salir favorecido de un doble rebote ante Thomas y Savic, así que Simeone no perdió el tiempo: Costa, Carrasco y Vitolo dentro del tirón. Con lo que no contaría el técnico es con que poco después, cuando los de refresco ni siquiera habían sudado, otra diablura de Loren acabara con una entrada de Hermoso cuanto menos imprudente. Podía ser roja y fue roja, cuestión distinta es el eterno debate sobre los criterios uniformes. Más difícil todavía para el Atlético, que para ésas se las apaña solo. Como apareció Felipe para ocupar el puesto vacante en el eje de la zaga, los cambios locales se habían completado con media hora (o lo que fuera) por disputarse.
El Betis monopolizó ahí el partido ante una escuadra que parecía exhausta, pero cuando se sospechaba del gol visitante llegó el local: falta de Carrasco, remate de Costa. Los cambios. Por supuesto hubo que esperar revisión, larga otra vez, porque vaya usted a saber con qué la había golpeado Diego, cabeza, hombro, brazo, pero no hubo imagen en esta ocasión que evitara lo inevitable. Por delante con uno menos, pero con un mundo por jugarse aún. Y con Alexis echando leña al fuego: antes Joaquín y Emerson, después Borja Iglesias y Tello. Pero poco pasó, que era lo mejor que le podía pasar al que ganaba. Oblak paró a Guido la última.