Los de Bérgamo dieron cuenta 3-0 de los pupilos de Xabi Alonso, Atalanta 3 Bayer Leverkusen 0.
Agotados todos los milagros de la temporada, después de 51 días y noches de gloria, de partidos sin derrota, el Leverkusen de Xabi Alonso cayó cuando menos debía, a las puertas de un título europeo que para el técnico español deberá aguardar. Europa siempre tiene un peaje, Europa siempre pone en su sitio a aquellos que tratan de conquistarla, sean o no entrenadores cuyo futuro parece bien asegurado.
La gloria esta vez fue para el Atalanta y Gasperini, un técnico revolucionario en Italia que necesitaba esta presentación continental para mostrarse a toda Europa. Un entrenador fabuloso que ha llevado a un modesto conjunto italiano, respetado pero sin títulos desde 1963, a la mayor cumbre de su historia. Nada de esto sería posible sin Ademola Lookman, convertido en Mbappé cuando todos esperaban que los héroes fueran otros. Suyos fueron los tres tantos de una final que le encumbra para siempre entre los grandes protagonistas de cualquier hazaña posible.
El nigeriano hizo añicos al Leverkusen y a Xabi Alonso, que se encontró un espejo enfrente y no supo cómo romperlo. El Atalanta de Gasperini fue lo que son ellos, un equipo fresco, enérgico en la presión, entusiasta en sus ataques, bien plantado con su defensa adelanta de tres. Pocas veces esta temporada se había visto tan incómodo el Leverkusen como el día que se jugaba un título europeo, factor que además derivó en tembleque general por saberse en ojos de todo el mundo.
Antes de los diez minutos ya habían cometido errores groseros jugadores con tablas como Hincapié o Xhaka. El plan de Xabi de situar a Adli como nueve tampoco funcionó. Adli es un corredor, un jugador de espacios, una bala. De espaldas y recibiendo en situaciones límite, cayó en el error continuamente.
ATALANTA HAVE DONE IT! ⚫️🔵#UELfinal pic.twitter.com/d6Tw1L3IcD
— UEFA Europa League (@EuropaLeague) May 22, 2024
El gol italiano se veía venir. Lo rozó Scamacca tras un gran centro de Ruggeri, pero la noche estaba predestinada para héroes semidesconocidos como Lookman, ese nigeriano intermitente sin sitio en Inglaterra ni Alemania pero asentadísimo desde que llegó a Bérgamo. Su electricidad, y la parálisis de Palacios, propiciaron el gol que abrió el marcado. Nadie en el área tuvo más fe que él, desde luego no el mediocentro argentino que se durmió como un bebé mientras el argentino entraba como una centella.
El Leverkusen estaba KO, Xabi Alonso no encontraba respuesta. El golpe fue más duro cuando el propio Lookman hizo una jugada de bandera, previa pérdida de Adli, una más, y amplió la distancia. Su caño a Xhaka y el latigazo a la portería de Kovar fueron imparables. Golazo.
Xabi, pese al mazazo, no se resignó y varió las piezas casi de inmediato. Wirtz pasó a ser el falso nueve y Adli ocupó la banda. El Leverkusen mejoró al instante. El genio alemán ‘mediapunteó’ como él sabe y el juego fue fluyendo. Grimaldo pudo recortar distancias en una vaselina mal ejecutada. No fue su día. Ya con Boniface en el campo, Frimpong fue apareciendo más y más. Él tuvo en su mano la oportunidad de meter de lleno a los alemanes en la final, pero su remate se fue al limbo.
Con el traje de la agonía puesto, como muchas veces este curso y como en la final que él mismo remontó como jugador del Liverpool ante el Milan en 2005, Xabi Alonso trató de voltear lo que parecía imposible, más aún porque cada ataque del Atalanta descubría las vergüenzas de una defensa sin red. En una de esas, Lookman, el tipo que un día decidió disfrazarse de Mbappé, reventó la escuadra para zanjar el choque y hacer descarrilar al Leverkusen por primera vez este curso. Un golpe duro, un baño de realidad. Un borrón para Xabi Alonso cuando más le esperaban todos.