Al menos 11 personas han perdido la vida en la cima del monte Everest en el transcurso de apenas dos semanas, debido a una cola sin precedentes formada por montañistas que aspiran a conquistar el célebre pico del Himalaya
Aquellos que quieren alcanzar la cima más alta del mundo (8.848 metros), en la frontera entre Nepal y China, deben adentrarse en la llamada ‘zona de la muerte’, una región que comienza a los 8.000 metros, donde el cuerpo humano empieza a morir minuto a minuto, célula a célula, debido a la carencia de oxígeno, señalan expertos y recoge Business Insider.
Déficit de oxígeno
El cuerpo humano es incapaz de funcionar normalmente en esas alturas, cuando está habituado a la vida a nivel del mar, donde la concentración de oxígeno en el aire, de un 21 %, es la más adecuada para el cerebro y los pulmones.
Muestras sanguíneas tomadas a cuatro alpinistas en la ‘zona de la muerte’ revelaron que estas personas recibían solo un cuarto de la norma de oxígeno obtenida a nivel del mar, según el doctor Jeremy Windsor, quien subió al Everest en 2007.
«Es equiparable a las cifras [de oxígeno] de pacientes que se encuentran al borde de la muerte», comentó el médico a Mark Horrell, un ‘blogger’ especializado en el célebre monte.
Riesgo de apoplejía y de paro cardíaco
Los montañistas deben aclimatarse al déficit de oxígeno, pero corren el riesgo de sufrir un ataque cardíaco en el proceso, ya que con la caída del nivel de oxígeno en la sangre, el corazón pasa a dar hasta 140 pulsaciones por minuto.
Las expediciones normalmente alcanzan la cima en tres etapas a partir del campamento base del Everest (que se ubica a 5.364 metros de altura), subiendo cientos de metros en cada una.
En el transcurso de esas semanas, el cuerpo empieza a generar más hemoglobina ―una proteína en los glóbulos rojos que lleva oxígeno desde los pulmones al resto del cuerpo― para compensar el déficit de oxígeno.
Pero demasiada hemoglobina puede espesar la sangre, dificultando el bombeo de la misma por el corazón. Esto podría culminar en una hemorragia cerebral o en la acumulación de líquido en los pulmones.
Pulmones
Una revisión rápida con un estetoscopio puede revelar un sonido de chasquido a medida que el líquido que se filtra dentro de los pulmones, una condición llamada edema pulmonar de gran altitud (EPGA). Los síntomas incluyen fatiga, una sensación de asfixia por la noche, debilidad y una tos persistente que produce un líquido blanco, acuoso o espumoso. A veces la tos es tan severa que rompe o separa las costillas.
Los alpinistas con EPGA siempre tienen dificultad de respirar, incluso si descansan.
Cerebro
En la ‘zona de la muerte’ si el cerebro no recibe bastante oxígeno puede hincharse, lo que se conoce como edema cerebral de gran altitud (ECGA). Este va acompañado de náuseas, vómitos, y dificultad de pensar y razonar.
El déficit de oxígeno para el cerebro puede llevar a que un alpinista olvide su ubicación y sufra confusión mental, lo que algunos expertos consideran como psicosis de gran altitud. El juicio de los montañistas se deteriora, y se han registrado casos en los que empiezan a quitarse la ropa o a hablar con personas imaginarias.
Pérdida del apetito, ceguera de la nieve y vómitos
«Los humanos empiezan a deteriorarse. Dormir se vuelve un problema. Se registra una pérdida de masa muscular, una pérdida de peso», comentó el doctor Peter Hackett a PBS.
A esto se suma la pérdida del apetito, como consecuencia del EPGA y el ECGA.
Asimismo, la constante luminosidad de la nieve puede causar ceguera temporal o romper capilares en los ojos.
Efectos de los problemas de salud
Además, los alpinistas pueden morir por consecuencias indirectas pero relacionadas con la gran altitud. El debilitamiento y los problemas de visión pueden llevar a caídas accidentales. La toma de decisiones incorrectas por agotamiento puede provocar que un montañista se olvide de engancharse a la cuerda de seguridad, se desvíe de la ruta, o que no prepare los equipos apropiadamente, como los cilindros de oxígeno.
Tomando en cuenta estos efectos, los montañistas intentan atravesar la ‘zona de la muerte’ en un día.
Fue justamente esa etapa la que ocultó una amenaza letal en las últimas jornadas.
El raro periodo de buenas condiciones meteorológicas provocó una concentración de hasta 250 alpinistas intentando alcanzar la cima del Everest. Muchos de ellos tuvieron que esperar horas para subir y descender. Esas horas adicionales les costaron la vida a 11 personas.