Al volar sobre Santiago, la capital de Chile, puede verse una inmensa capa gris que envuelve a la gran ciudad. Se parece a una bruma, pero en realidad no lo es. Desde el caluroso asfalto hay días en que los cerros no se ven, y algunas noches las estrellas se ocultan sobre un gran manto de contaminación, pronosticando que la próxima jornada tendrá el aire un poco espeso.
La emanación de gases es un problema en casi todas las ciudades del mundo, pero en esta urbe es perceptible a los ojos, la nariz, la piel y sobre todo se siente en la respiración. El conflicto es tan grande que algunas veces por año las autoridades deben declarar el estado de emergencia, donde se limita el uso de vehículos, se paralizan las industrias que no cumplan con los parámetros establecidos, se prohíbe la calefacción a leña junto a cualquier tipo de quema agrícola y también se aconseja no hacer actividad física. Violar la norma puede significar multas elevadas.
Asimismo, la secretaría regional del Ministerio del Medio Ambiente tiene oficinas especializadas para medir la calidad del aire, que se puede calificar como «bueno», «regular», «alerta», «preemergencia» y «emergencia». Además, lanzaron un sitio web y una aplicación llamada Aire Santiago, donde los 7 millones de habitantes pueden corroborar el estado de la contaminación desde sus teléfonos o computadoras.
El período más duro se da entre el 1 de mayo y 31 de agosto de cada año, y es cuando entra en vigencia el Plan Operacional de Gestión de Episodios Críticos (GEC), para intentar resguardar a la población. En ese lapso aumentan los problemas de salud, principalmente entre niños, ancianos y personas asmáticas o alérgicas.
Los daños dermatológicos también están más presentes durante los meses de invierno, es decir, cuando hay menos viento para alejar los contaminantes y la calidad del aire empeora notablemente: «Las partículas de esmog se fijan a la piel, cuya capa superficial se ensucia y da una apariencia opaca, sin brillo, con poros obstruidos y saturada», alertan desde la Clínica Alemana. En tanto, la Clínica las Condes afirma que cuando hay contaminación atmosférica las molestias respiratorias en los más pequeños aumentan entre un 30 y 50% al hacer deporte.
¿Por qué la ciudad está tan contaminada?
Es posible que Santiago no produzca más contaminación que otras ciudades importantes, pero cuenta con una gran desventaja: está rodeada por cerros, y ello evita que el esmog se disperse. En otras palabras, se asemeja a una gran olla: «Esto genera un proceso conocido como capa de inversión térmica, que es como ponerle una tapa a la ciudad», explica con sencillez Jorge Greene, jefe académico en el Instituto del Medio Ambiente (IDMA). Según el ingeniero, la alta emanación de gases se produce por tres factores fundamentales: «El transporte, la industria y la calefacción en viviendas, todo en partes iguales».
El experto explica que la mayor parte del humo que se ve «corresponde mayormente a material particulado, que se genera fundamentalmente con la combustión fósil». Y concluye: «El esmog se va a ir cuando no se use el petróleo, el carbón o la leña. El día en que todo sea eléctrico eso podría empezar a cambiar». No obstante, destaca que ahora hay bastante conciencia social sobre este flagelo.
Conflicto antiguo
El problema de la contaminación atmosférica en Santiago data desde la época colonial, tras ser fundada por el conquistador y militar español Pedro de Valdivia en 1541. Según repasa el archivo histórico de la Biblioteca Nacional de Chile, los incendios y basurales se asociaban al conflicto ambiental, que estaba naciendo, en una escala mucho menor a la actual. Los siglos pasaron, y entre 1940 y 1960 el incremento poblacional aumentó más del 100%, haciendo crecer las zonas urbanas, y también la cantidad de partículas contaminantes en el aire.
A partir de los 70 el daño se agravó; por aquellos años muchos hablaban de «urbanicidio», detallan los registros ya citados. No obstante, fue recién a partir de 1990 cuando la presión social y mediática hicieron que la calidad del aire forme parte de las políticas públicas de gobierno.
«El aire mejoró», según las autoridades
El jefe de la División de Calidad del Aire del Ministerio del Medio Ambiente, Marcelo Fernández, sostiene que «el aire en Santiago ha mejorado significativamente desde 1990 a la fecha, aunque sigue registrando altos niveles de contaminación en el período invernal».
Aquel funcionario, que participó del primer plan de descontaminación de la ciudad, especifica que los niveles de partículas finas ─el principal bastión de la contaminación─ se redujeron un 66%, y suma: «En el mismo período el Producto Interno Bruto (PIB) regional se ha multiplicado por tres, lo que muestra además que el crecimiento económico ha sido sustentable».
De cara a lo que viene, Fernández confía en que «la introducción de la ‘electromovilidad’ en el transporte público primero y luego en el transporte privado tenga efectos significativos». Al respecto, destaca que Santiago ya cuenta con 200 buses eléctricos y «se espera que el número crezca de forma acelerada».
Al día de hoy, basta con recorrer un poco la ciudad para notar el hollín negro que generan muchos de estos transportes urbanos. Entonces, ¿cuánto falta para que los santiaguinos respiren de forma sana? «Esperamos cambios mucho más profundos durante la próxima década, donde se debería alcanzar el pleno cumplimiento de las normas de calidad vigentes», contesta.
Por ahora, sigue habiendo mucho humo en Santiago.