Japón se está preparando para reanudar la caza comercial de ballenas a partir de julio próximo, cuando se complete su retirada de la Comisión Ballenera Internacional (CBI), organización que mantiene una moratoria sobre la captura de estos cetáceos.
Los empresarios pesqueros han apoyado la medida, esperando impulsar la demanda con la aparición de nuevos productos derivados de estos cetáceos, informa Nikkei Asian Review.
Sin embargo, la caza de ballenas es un negocio relativamente pequeño en Japón. Desde 1988, ese país asiático la ha realizado solo con fines de investigación, considerada por los críticos como una fachada para la caza ilegal. Debido a la reducción de ese sector en las últimas décadas y la degradación de la flotilla ballenera, actualmente no más de 200 personas salen al mar a cazar.
El consumo anual de la carne de ballena ha caído de 200.000 toneladas en la década de 1960 a entre 3.000 y 5.000 hoy en día.
Una encuesta realizada en 2012 mostró que casi el 90 % de los japoneses no habían comprado carne de ballena en los últimos 12 años. Asimismo, la caza de ballenas fue apoyada por el 27 %, y solo el 11% manifestó un fuerte apoyo al negocio.
Con su retirada de la CBI, Japón pone en riesgo su reputación, ya que la decisión ha sido condenada por los defensores de los animales y varios países. El Gobierno tuvo que dar explicaciones sobre la práctica de matanzas masivas de delfines en la población pesquera de Taiji, expuesta a finales de la década pasada en un documental de The Cove.
Historia del sector
Las autoridades japonesas arguyen que la caza de ballenas es una industria tradicional y que su carne es parte de la cocina nacional. Sus argumentos no carecen de fundamento. La caza de ballenas se practicó durante centenares de años en algunas zonas costeras, aunque su cantidad se ha reducido desde entonces.
Sin embargo, la caza comercial en la región antártica, lejos de las aguas japonesas, comenzó recién a mediados del siglo pasado. Tras la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el país restauró su flotilla ballenera con ayuda de Estados Unidos (varios buques cisterna de EE.UU. fueron convertidos en bases flotantes de los balleneros). La caza ballenera se volvió una importante fuente de alimentos.
La carne de ballena incluso fue parte de las raciones de los estudiantes en el pasado, pero en las últimas décadas el consumo de este producto ha caído. La mayoría de los japoneses no la compran.
«La carne de animales ultimados con fines de investigación llega a mercados alimenticios o es suministrada gratuitamente o casi regalada a las escuelas y hospitales», señala el Fondo Internacional para el Bienestar de los Animales (IFAW, por sus siglas en inglés), que considera como objetivo de esta medida mercadotécnica aumentar la cantidad de consumidores de la carne de ballena.
Por lo tanto, la membresía de la CBI permitía, con restricciones, continuar la caza tanto en el Pacífico como en la región antártica.
Motivación burocrática
Junko Sakuma, investigadora de la caza de ballenas en Japón, afirmó años atrás que este sector se mantiene a flote porque está dirigida por el Gobierno, una gran burocracia con presupuestos de investigación, planes anuales, promociones y pensiones.
«Los funcionarios encargados del sector sienten una gran vergüenza si se reduce su plantilla», según Sakuma, citada por la BBC, lo que supone que «la mayoría de los burócratas lucharán por mantener el segmento de la caza de ballenas en su Ministerio cueste lo que cueste».
Y la situación es semejante con los políticos. «Si el asunto está vinculado con su distrito electoral, prometerán reanudar la caza comercial. Es un método para mantener los escaños», explicó Sakuma.
Entre tales políticos se encuentra Toshihiro Nikai, secretario general del gobernante Partido Liberal Democrático. Según Nikkei Asian Review, el político ha estado presionando todo el tiempo al Ministerio de Exteriores y la Agencia Pesquera para que se reanude la caza comercial.
Maniobra política
Otra explicación de los motivos del levantamiento de la moratoria es que se trata de un esfuerzo para proteger a todo el sector pesquero contra cualquier restricción.
La Agencia Pesquera temía que las concesiones hechas a la CBI sobre las ballenas pudieran socavar las posiciones de Japón sobre la pesca de atún de aleta azul, uno de los peces más populares en el país y que es considerado como una especie «en peligro» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Las cuotas estrictas impuestas sobre su captura conforme a acuerdos internacionales han causado el descontento de los pescadores nipones. A finales del año pasado el país instó a que se aflojaran las restricciones, pero recibió un rechazo.
La decisión de reanudar la caza comercial de ballenas ha generado críticas, aunque no ha incurrido en ningún daño político grave. Sin embargo, los críticos advierten que esto podría afectar la posición del país en otros temas, por ejemplo, las restricciones sobre la pesca de la paparda del Pacífico, exigidas por Japón para evitar su pesca excesiva por parte de otros países, como China.
«También será más difícil para Japón convencer a otras naciones para que sigan los acuerdos internacionales», afirmó Tosh Minohara, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Kobe (Japón).