Un 15 de marzo, pero del año 1962, el dibujante argentino Quino le daba vida al personaje “Mafalda”. Cuatro años después se lanzaba al mercado su libro de historietas, que fue un éxito y se agotó en tan solo dos días.
Según sus versiones, esta niña surgió cuando le encargaron que creara un personaje para una campaña publicitaria de una empresa de electrodomésticos.
«La agencia quería una tira con ciertas características: típica familia media y que un personaje tuviera el nombre con dos letras de la marca: una M y una A», se lee en el sitio oficial del creador.
Mafalda tiene otra explicación, quizás más romántica, que es la que se lee en una carta que el personaje dirigió al editor de la revista Siete Días a modo de presentación: «El nombre que me pusieron (mis padres) fue en homenaje a una pibita que trabajaba en la película Dar la cara, que se hizo leyendo el libro del escritor David Viñas».
La campaña nunca se hizo y la pequeña «enfant terrible» descansó en algún cajón del humorista. Un año más tarde, más precisamente el 22 de septiembre de 1964, se empezó a publicar la historieta en el semanal informativo Primera Plana.
Según explica Quino en su página, le pidieron «una colaboración fija, satírica pero innovadora».
En ese momento, los únicos personajes que aparecieron en la tira fueron Mafalda y su papá.
Era la Argentina de Illia, en el mundo aumentaban el número de países que adhería al bloqueo de Estados Unidos a Cuba y los Beatles estaban en pleno apogeo.Todos estos temas eran analizados por la cuestionadora y brillante Mafalda.
En el 65 la tira pasa a El Mundo, y permanece allí hasta su cierre en el año 67. Al año siguiente vuelve a publicarse en el semanario Siete Días. Su primera aparición arranca con una carta que ella le dirige al editor en la cual comparte su «currículum» de vida.
Entre otras cosas dice que le gusta «leer, escuchar los noticiosos, mirar la TV (menos las series), jugar al ajedrez, al bowling y a las hamacas». Y cuenta que entre las cosas que no le gustan están «primero, la sopa, después, que me pregunten si quiero más a mi papá o a mi mamá, el calor y la violencia».
Para ese entonces se habían sumado muchos personajes más a la tira: la mamá de Mafalda; Felipe, el eterno soñador; Manolito; Susanita, representante, quizás, de las aspiraciones de la típica mujer de clase media; el impredecible Miguelito y el hermanito de la protagonista, Guille.
Los 60 fueron años intensos que el famoso personaje de Quino supo analizar con agudeza y humor. «Más que planeta, éste es un inmenso conventillo espacial», es una de las conclusiones a las que llegó Mafalda.
Su principal preocupación era la falta de paz en el mundo. «No es que no haya bondad, lo que pasa es que está de incógnito», reflexionó alguna vez con ironía.
Idealista y utópica por naturaleza, no paraba de idear formas para convertir al mundo en un lugar mejor. «Cuando sea grande voy a trabajar de intérprete en la ONU y cuando un delegado le diga a otro que su país es un asco yo voy a traducir que su país es un encanto y, claro, nadie podrá pelearse», confesó desde una de las viñetas.
La última tira se publicó el 25 de junio de 1973. Mafalda se despidió con esta frase: «Dice el director que bueno, que a partir de hoy podemos darle un descanso a los lectores, pero que si alguno de nosotros se mudare, trasladare y/o apareciere en otra revista y/o diario, él a patas nos agarrare», reseña Contexto