El terremoto y tsunami que golpeó a Japón el 11 de marzo de 2011 con olas de más de 9 metros dejó una estela de destrucción y muerte en las comunidades costeras.
Otsuchi, un pequeño pueblo en el Norte de Japón, perdió todo, incluyendo a 2.000 de sus pobladores.
Uno de sus habitantes, Itaru Sasaki, estaba de duelo por la muerte de su primo antes de la llegada del tsunami. Para sobrellevar el dolor, decidió instalar una cabina telefónica en una ventosa colina a orillas del océano Pacífico.
Entrar a esa cabina blanca y discar el teléfono de su primo en un antiguo teléfono negro desconectado, le hacía sentir que podía hablar y ser escuchado.
Según Sasaki, allí, las palabras eran arrastradas por el viento.
Tras el devastador tsunami, la fama del «teléfono del viento» creció y el lugar se convirtió en un centro de peregrinaje para aquellos que perdieron seres queridos.
La periodista de la BBC Miwako Ozawa, quien estuvo en Otsuchi poco después del tsunami, regresó al lugar 8 años después para ver cómo sus habitantes lidian con el duelo y cómo el teléfono les ayudaba.
Conversaciones con el viento
«Hola, Noboyuki, es papá. ¿Qué estás haciendo ahora? ¿Estás con mamá?», dice uno de los visitantes de la cabina.
El hombre, que perdió a su hijo en el tsunami y a su esposa 4 años después, mantiene una emotiva conversación con su hijo.
«Apenas consigo seguir trabajando, seguir adelante», dice entre sollozos.
«Si todos nosotros todavía estuviésemos juntos -tu madre, tú y yo-, las cosas estarían mejor. Doy lo mejor de mí para seguir adelante», agrega.
El hombre le promete a su hijo que volverá «cuando llegue la primavera», y agrega: «Resiste. Y, por favor, cuida a tu madre».
De acuerdo con Ozawa, cientos de personas han visitado la cabina en estos años.
En muchos sentidos, explica, el «teléfono del viento» muestra la relación que tienen los japoneses con la naturaleza, la muerte y las fuerzas invisibles que conectan a la humanidad.
«Sabía que nadie me respondería, pero sentí que mi esposa estaba ahí«, dice un hombre que enviudó tras el tsunami, quedando solo a cargo de sus 4 hijas.
«Le dije que nuestras hijas y yo estuvimos buscando su cuerpo por mucho tiempo y que, cuando ya nos habíamos dado por vencidos, en el último día de búsqueda, la encontramos«, cuenta a Ozawa.
«Y le dije que sé que no puede volver, pero que en un futuro yo puedo ir hacia ella».
Según Ozawa, a medida que los habitantes de Otsuchi avanzan lentamente en la reconstrucción del pueblo y enfrentan la realidad del aumento en frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos, esa cabina telefónica sirve como un recordatorio de las vidas que no serán olvidadas. reseña bbc