Ron Rudin era un magnate inmobiliario de Las Vegas. Margaret Lee Frost, una ambiciosa mujer, se convirtió en su quinta esposa. Después de espiarlo para averiguar a cuánto ascendía su fortuna, lo mató y enterró su cuerpo en el desierto. Cómo la descubrieron y la sorprendente declaración después de estar 20 años tras las rejas.
En la mítica ciudad del juego de Las Vegas -que estaba ayudando a desarrollar-, en una fortaleza construida detrás de altos muros, rodeado por cámaras y por bravos perros guardianes, Ron Rudin no pudo escaparle a sus miedos. Encontró la muerte en su propio castillo inexpugnable y en manos de quién había prometido otra cosa.
Fue la impúdica codicia la que detonó la pasión para convertirla en espanto.
La bella socialité y el magnate
Margaret Lee Frost nació en Memphis, Tennessee, el 31 de mayo de 1943. Era una de las tres hijas mujeres de la familia. Y todos coincidían en que era una verdadera belleza. Pasó su niñez y adolescencia con sus padres mudándose de un lugar a otro. En total, cambiaron de residencia unas quince veces. La inestabilidad la llevó a casarse muy pronto. Tenía 18 cuando concretó su primer matrimonio con un joven de 20, que trabajaba como carpintero. Estuvieron juntos unos diez años durante los cuales tuvo a sus dos únicos hijos.
Se separó, pero reincidió en el matrimonio cuatro veces más.
Con cada casamiento, mejoraba su puntería. Del carpintero pasó a un vendedor de barcos hasta que consiguió llegar al poderoso magnate en bienes raíces.
Su hija Kristina Mason, que apareció en alguno de los documentales que se realizaron sobre su madre, niega en forma tajante que Margaret fuera una “cazadora de tesoros”.
Pero ante las evidencias suelen rendirse los relatos, y este es el caso.
Cuando Margaret encontró a Ronald “Ron” Rudin, ambos ya habían estado casados cuatro veces. Era la quinta oportunidad la que los unía. Se conocieron en la Primera Iglesia de la Ciencia Religiosa de Las Vegas, Nevada, Estados Unidos. Ella, era una mujer seductora, sofisticada para vestirse y hábil para contactarse, que frecuentaba la opulenta sociedad de la zona. Él, era un magnate de la construcción y de los bienes raíces, un visionario que estaba cambiando el perfil edilicio de Las Vegas.
Ron, que tenía un gran apetito por las mujeres y todo lo glamoroso, apenas la descubrió en su grupo religioso se dedicó a cortejarla. A la larga, el precio de su conquista le resultaría fatalmente alto, pero en ese momento no le costó demasiado.
La pareja se casó el 11 de septiembre de 1987.
Desconfianza mortal
Las turbulencias amorosas fueron intensas y permanentes desde el principio. Había abundante pasión y excesiva desconfianza. Esa desconfianza estaba motorizada por el interés monetario que Ron sospechaba en su flamante esposa.
La historia de hadas no era tal y aunque el dinero fluía sin límites, las ambiciones de Margaret se multiplicaban a la misma velocidad.
Ron había llegado a Las Vegas desde Chicago en los años ’60 y había construido su propia fortaleza, al norte de la ciudad, de solo dos grandes dormitorios en suite. Margaret se mudó con él. La casa estaba rodeada por paredes altísimas que la separaban del exterior, había colocadas numerosas videocámaras y varios perros bravos merodeaban vigilantes el jardín. Ron estaba obsesionado con su propia seguridad.
Al poco tiempo de casarse, Margaret empezó a percibir su casa y su matrimonio como una prisión.
El escritor Michael Fleeman (autor de libros del género true crime, periodista y comentarista de televisión) explica que “había mucha obsesión y desconfianza en la pareja. Demasiadas sospechas, demasiados celos. Pero al mismo tiempo eran muy pegados, apasionados (…) Se amaban con pasión, pero sus caracteres volátiles provocaban peleas tremendas. En una ocasión hasta hubo tiros. Literalmente. Un arma se disparó, pero nadie salió herido… así de intensa era la relación”.
Era tal el mutuo recelo que incluso una amante de Ron, Sue Lyles, aseguró que sus hijos habían recibido cartas anónimas (durante su romance con Ron) con amenazas de muerte. Sus sospechas apuntaban hacia Margaret.
Ron mantenía a Margaret a la distancia en temas de dinero y jamás le reveló a cuánto ascendía su fortuna. Pero era un secreto que ella quería descubrir. Para ello convenció a su hermana Dona para que la ayudara a grabar las conversaciones de su marido en la oficina. Quería saber con quién y de qué hablaba su marido.
“Con esas escuchas ilegales descubrió que él estaba teniendo un romance con alguien”, reveló el policía de homicidios retirado, Phil Ramos. Pero Margaret no se conformó con saber de la aventura extramatrimonial de su marido. Ella iba por mucho más.
“Margaret quería el dinero de Ron. Y sabía, por los casamientos anteriores de él, que si se divorciaba no obtendría nada. Así que se quedó con Ron, pero las cosas iban de mal en peor”, contó Fleeman.
Con artimañas Margaret consiguió que Ron le pusiera, a finales de 1994, un local de antigüedades, aunque ella del tema no sabía nada. Su marido desembolsó, para darle el gusto, 100 mil dólares.Ella lo ambientó a todo trapo. Ron quería que estuviera contenta así que también le renovó el auto: le compró un Lincoln Continental.
Pero a Margaret nada le alcanzaba.
Un hallazgo para temer
Unas semanas antes de la Navidad de 1994 Ron llamó muy nervioso a su gran amigo John Reuther. Le dijo que había hallado un papel, en su casa, que parecía ser un diagrama de cómo Margaret iba a dividir la fortuna de Ron entre amigos y parientes suyos.
“Me dijo que estaba muy nervioso. Le respondí que se cuidara las espaldas”, relató Reuther.
Haber encontrado ese papel hizo que Ron cambiara su testamento. “Las cosas habían llegado al punto que Ron se había empezado a preocupar de verdad. Pensaba que su vida podía estar en peligro; que quizá Margaret escalara al siguiente paso. Por eso, cambió el testamento y allí hizo constar que, en el caso de que muriera violentamente, en un accidente de auto, o por tiros, debían investigar a la persona que heredaría su dinero”, explicitó Fleeman.
Ron también había descubierto que Margaret escuchaba sus conversaciones. Sacó las líneas de teléfono que unían su oficina con su casa e hizo revisar todo para quitar las grabadoras.
Estaba en lo cierto: su imperio de bienes raíces, que incluía tierras y una valiosa colección de armas, estaba en la mira telescópica de su mujer.
Cinco mujeres y un diamante
Ron había nacido en noviembre de 1930 y crecido en Joliet, Illinois, al cuidado de su madre Stella. Su padre, un ejecutivo muy bien pago de una compañía química, murió de un ataque cardíaco, delante suyo, cuando él tenía solo 10 años. La vida continuó. Sirvió en la Guardia Nacional de Illinois y fue a la guerra en Vietnam. Cuando volvió, empezó su propio camino como constructor y empresario inmobiliario en Las Vegas. Con su gran visión de los negocios le fue muy bien y amasó una fortuna. Disfrutaba pasar tiempo con su madre, cazar y volar aviones. Sus otros pasatiempos, menos virtuosos, eran la bebida y las mujeres. Así fue que se casó tantas veces.
Una de sus cuatro ex, Caralynne, salió a defenderlo cuando el caso comenzó a discutirse en la opinión pública. Expresó que, si bien era cierto que Ron tomaba mucho, no era para nada un hombre abusivo, por el contrario, era un adicto a su trabajo.
A Ron le gustaba ostentar su riqueza: llevaba en su mano un anillo de diamantes de seis kilates y se pavoneaba manejando su Cadillac negro. Sin embargo, dicen sus amigos, era un hombre con buen fondo y capaz de repactar alquileres más bajos antes que echar a sus inquilinos.
Su primera mujer Donna Brinkmeyer, era una secretaria con la que se casó en 1962. Duraron apenas un año. La segunda fue Caralynne Holland, una agente de seguros muy glamorosa con quien estuvo de 1971 a 1975 cuando ella descubrió sus sucesivos engaños. La tercera, la peluquera Peggy June, fue su verdadero amor. Ella era depresiva y se suicidó en la master suite de su casa en Alpine Place Residence.
Como la muerte de Peggy ocurrió cerca de Navidad, Ron padecía esas fechas de festejos. Su propia muerte también sería cerca de las celebraciones navideñas y en la misma habitación donde falleció Peggy.
De la cuarta esposa no se sabe casi nada. Pero la quinta generaría ríos de tinta. Sería la definitiva y final.
Margaret, con doce años menos, lo conquistó en donde no debería encontrarse el mal: una iglesia. Pero eso ya lo contamos.
Desaparece Ron
El prominente empresario inmobiliario de 64 años se evaporó el domingo 18 de diciembre de 1994, luego de haber estado en el negocio de antigüedades de Margaret, que estaba situado en el mismo complejo comercial donde él tenía sus oficinas inmobiliarias. Todo el shopping le pertenecía.
Cuando el lunes 19 de diciembre, por la mañana, no apareció en su trabajo sonaron todas las alarmas. Enseguida se dieron cuenta de que algo andaba mal. Ron jamás llegaba tarde y era muy estricto en sus rutinas. Sus amigos también se preocuparon. John Reuther llamó a su mujer y le anticipó: “Creo que Margaret le hizo algo a Ron”. Fueron a la policía a hacer la denuncia, intuían algo grave. Sin embargo, Margaret no parecía estar preocupada. Declaró a la policía que Ron estaba deprimido y bebiendo demasiado alcohol. Aseguró que el domingo ella le dijo de ir al cine y él no quiso. Ella se fue de todas formas. Cuando volvió, él ya no estaba. Curiosamente no había reportado su desaparición.
Un cadáver en el desierto
Pasaron varias semanas sin que se pudiese encontrar ningún rastro de Ron. El 21 de enero de 1995, unos aviadores de la Base Nellis salieron a pescar cuando todavía estaba oscuro. Luego de dejar sus autos, comenzaron a caminar con linternas en sus frentes para ver el camino hacia el lago Mojave, cuando de pronto un haz de luz enfocó un cráneo humano.
La casualidad había puesto la evidencia en medio del camino. Llamaron a la policía que encontró en el lugar una fogata, en un viejo baúl, con restos de huesos humanos en su interior. El cráneo estaba tirado un poco más lejos.
En la escena hallaron también un brazalete de oro donde se podía leer la palabra RON. Esa pulsera sería luego confirmada como un regalo de su segunda mujer. También peritaron los dientes que confirmarían, en forma definitiva, la identidad del empresario.
El estudio forense de los restos calcinados demostró dos cosas: que el empresario había sido baleado en la parte de atrás de su cabeza, al menos, cuatro veces con un arma calibre 22 y que el cadáver había sido decapitado (tenía marcas de cuchillo) antes de ser quemado en la fogata dentro del mencionado baúl de época.
Recordar que Margaret vendía antigüedades no es un dato menor.
Los investigadores fueron a buscar más evidencia en la casa de los Rudin. Las pruebas con el compuesto químico luminol encendieron las paredes y el techo de la suite. Era una escena sangrienta. También hallaron semen en el piso del dormitorio.
Confrontada con el hecho Margaret aseguró que la sangre podía ser de los sangrados de nariz de su marido o del suicidio de Peggy, la tercera mujer de Ron, años atrás.
La llamada misteriosa
El 25 de enero de 1995 la policía recibió una misteriosa llamada. El albañil Augustine Lovato les reveló que él había sido contratado por la viuda para hacer unos arreglos en la vivienda días después de la desaparición de Ron. Lovato reconoció que él había quitado las alfombras de la master suite y que había sacado un colchón manchado. También dijo haber notado lo que parecían unas salpicaduras rojas en una prenda de Margaret que colgaba al lado de la cama. Además, contó que la viuda le había pedido que mandara una caja a su madre por correo.
La caja que la viuda había hecho enviar a su madre fue rastreada. Contenía unas cartas de amor y una foto con un hombre llamado Yehuda Sharon. Él les dijo que eran solo amigos y que le había hecho trabajos de computación a Margaret. Pero los detectives habían encontrado que él había rentado una camioneta, en la época de la desaparición de Ron, supuestamente para ir a California. El kilometraje no decía lo mismo. Además, la sospechosa y él habían sido vistos besándose en un aeropuerto. Para conseguir que declarara en contra de Margaret, le ofrecieron inmunidad total. Fue un error porque Yehuda no declaró nada útil y quedó a salvo.
La policía ya no tenía muchas dudas sobre la participación de Margaret en todo, pero necesitaban algo más.
El 21 de julio de 1996, un buzo encontró en el Lago Mead un arma.Era un rifle Ruger calibre 22, con silenciador. Estaba envuelto en bolsas de plástico a cuatro metros y medio de profundidad. El arma estaba registrada a nombre de Ron Rudin y las pericias demostraron que era la que se había utilizado para matarlo. Había un detalle más: había sido reportada por Ron como desaparecida en 1988, poco después de su casamiento con Margaret.
Fugitiva con peluca
El equipo de investigadores tenía su hipótesis: Margaret le había disparado a su marido en la cabeza mientras dormía; luego, había transportado su cuerpo en el baúl de un vehículo hasta el lugar donde fue hallado quemado. Sospechaban que alguien la había ayudado.
Mientras la investigación proseguía, Margaret Rudin intentaba como fuera hacerse con dinero. Quería obtener 6 de los 11 millones de dólares de la fortuna de su esposo, pero al final llegó a un acuerdo con los fideicomisarios de los bienes para que le entregaran unos 600 mil dólares después de que éstos la demandaran, en 1996, en un intento por demostrar que había estado implicada en el homicidio. A pesar de las firmes sospechas de las autoridades sobre la culpabilidad de Margaret en el crimen, había bastantes posibilidades de que ella terminara recibiendo ese dinero.
En abril de 1997 un gran jurado decidió que había suficiente evidencia para imputarla. Margaret ya no estaba, se había fugado.
Pasarían dos años y medio más, en los que ella seguiría escapándole a la justicia. Para no ser reconocida utilizaba identificaciones falsas, diferentes pelucas y disfraces. Imputada del crimen, era una verdadera fugitiva.
Fue arrestada, finalmente, en noviembre de 1999 en Massachusetts y extraditada a Nevada para enfrentar los cargos. El juicio comenzó el 2 de marzo de 2001.
Su defensa sostuvo que su marido había sido asesinado por sus actividades ilegales con la mafia. La fiscalía, en cambio, dijo que Margaret lo había asesinado para evitar que él se divorciara y ella perdiera su derecho a heredarlo. El caso fue transmitido en vivo. El fiscal Gary Guymon detalló el meticuloso plan de la viuda. Describió que los móviles fueron la ira y la codicia y que ella creyó que muriendo él, se quedaría con el cien por ciento de la fortuna.
Los fiscales llamaron a declarar a Dona Cantrell-Robinson, la hermana más chica de Margaret. Su testimonio terminó por enterrar las esperanzas de la acusada. Reconoció que había ayudado a su hermana, metiéndose en las oficinas de Ron, a instalar grabadoras y así conseguir escuchar sus conversaciones. También contó que Margaret estaba al tanto de la fortuna que poseía su marido: “Una de las cosas que me dijo, una vez que estábamos en la oficina, fue que había una tasación de las tierras de Lee Canyon en tres millones y medio de dólares”, explicó. Dijo, además, que su hermana había estado saliendo, muy enamorada, con Yehuda Sharon.
Dona confrontó a su hermana por el crimen: “Decime, ¿quién entró a tu casa de alta seguridad, rodeada de perros, le disparó a Ron en el cuarto, se lo llevó, limpió el lugar para que no se viera el lío, manejó 40 millas hacia el desierto, lo decapitó y lo quemó y luego volvió manejando su auto hacia la ciudad?”.
No develó cuál fue la respuesta de Margaret. Quizá no la hubo.
La viuda intentó convencer al jurado de que su marido estaba involucrado con carteles de la droga colombiana y que tenía acceso a cientos de armas. Fue inútil. Después de diez semanas de testimonios, el jurado se reunió para deliberar. En una decisión unánime dijeron: culpable de todos los cargos.
Margaret Rudin, de 58 años, parada en la sala de la corte, no demostró sentimientos. Se mostró inmutable.
En agosto de 2001 fue condenada a perpetuidad con posibilidad de libertad condicional una vez cumplidos 20 años de reclusión. Y nunca admitió los hechos.
En el año 2008, la jueza Sally Loehrer, le otorgó la posibilidad de un nuevo juicio porque creyó que los abogados que había tenido en su momento la acusada, no habían estado preparados para defenderla. Pero la Suprema Corte de Nevada, en 2010, decidió que no habría ningún otro juicio y sostuvo la condena.
Ecos de un caso
La historia de este crimen inspiró, como suele pasar con los casos policiales, libros y series. En el 2007, Michael Fleeman sacó su libro : “Por si muero… “. El título salió de una frase del testamento de Ron. En 2016, salió el de Brianna Valdes: “Viuda negra: la verdadera historia de Margaret Rudin” con una mirada sobre las actividades de la víctima Ron Rudin. “Viejas brujas asesinas”, de Erika Burgess, fue editado ese mismo año y cuenta la historia real de dos esposas que matan a sus quintos maridos: Margaret, la protagonista de nuestra nota, y Betty Lou Beets, quien no tuvo tanta suerte y fue ejecutada por una inyección letal en el 2000. El caso Rudin también integró el volumen Mujeres diabólicas, de John Marlowe, en 2017.
En televisión hubo de todo sobre los Rudin. TruTV lo relató en sus documentales sobre crimen; la cadena A&E con su serie sobre la justicia americana; Oxygen channel hizo un episodio sobre Margaret; la CBS 48 horas le dedicó un capítulo completo: los mismo en Archivos forenses y en los canales de Discovery.
Alas de libertad
El 10 de enero de 2020, luego de casi veinte años de cárcel, Margaret fue liberada bajo palabra y salió del correccional de mujeres Florence McClure, de Las Vegas, Estados Unidos. Dio su primera entrevista al programa RJ (Review Journal review) donde dijo: “Estoy en estado en shock (…) Sabía que me iban a dejar salir, pero hay temor por las cosas nuevas que iba a tener que enfrentar y que no conozco como, por ejemplo, la tecnología y, si bien tengo un montón de apoyo, también está el hecho de que tengo amigos en la cárcel a los que voy a extrañar realmente… es una transición difícil”. Sigue manteniendo su inocencia y aseguró que, en todos estos años, “… lo que más me ayudó es que yo era muy religiosa (…) pensaba yo voy a salir de esto, voy a probar que soy inocente (…) nunca perdí esa fe (…) La parte más dura para mi era envejecer en prisión (…)”.
Cuando el periodista le preguntó cuál era su plan a futuro, anticipó “… supongo que escribiré sobre mi caso, un libro por cada año que estuve en prisión”. Y reveló que estaba viviendo con su hija, su nieta y bisnietas en Chicago, pero que su idea era mudarse a Nashville. Afirmó que lo único que quiere es “… ser exonerada. Quiero tener un pasaporte, viajar, votar y hacer todas las cosas que hacía antes de que Ron fuera asesinado”.
El gran amigo de Ron, John Reuther, opina diferente: “Pienso que no debería haber salido nunca por ninguna razón”. Muchos conocidos del empresario coinciden con él, pero declinaron dar comentarios en cámara.
Aún hoy, pisando los 80 años, con su suave voz de inocente abuelita y con la cabeza enteramente nevada, Margaret les sigue despertando un profundo terror, reseña INFOBAE