Lina nació en septiembre de 1933 en Antacancha, a 450 kilómetros al este de Lima, la capital de Perú. Cuando la pequeña tenía cinco años, su padre, Tiburcio Medina notó que su hija tenía el vientre abultado.
En un principio, tal y como relata Clarín, por las supersticiones locales, fue a ver a los chamanes porque creían que tenía dentro una culebra y culpaban del mal a Apu, el espíritu de los Andes.
Sin embargo, no encontraron nada místico y le aconsejaron que la llevara a Pisco, la ciudad más cercano, ya que consideraron que probablemente tuviera un tumor.
Un mes después del descubrimiento, el 14 de mayo de 1939, Lina dio a luz a un niño por cesárea programada, ya que el cuerpo de la pequeña no estaba listo para hacerlo de forma natural. Su hijo, llamado Gerardo en honor al ginecólogo, pesó 2.700 gramos y midió 48 centímetros.
Aunque tanto él como su madre estaban en perfecto estado, permanecieron internados durante once meses. La biopsia de uno de los ovarios de Lina realizada durante la cesárea dio como resultado un desarrollo madurativo similar a una mujer adulta.
Edmundo Escomel, un destacado médico investigador peruano que documentó el caso de esta niña, declaró que la razón de su pubertad precoz era un desorden hormonal extraordinario originado en la glándula pituitaria.
Durante este tiempo, a la familia de Lina no pararon de lloverle ofertas. Aunque los abuelos rechazaron la posibilidad de que madre e hijo viajarán a Nueva York para exhibidos en la Feria Mundial con gastos pagados y 4.000 dólares mensuales, la que si aceptaron fue la de un empresario estadounidense de 5.000 dólares para que la pequeña y su bebé viajaran para ser investigados por científicos en Estados Unidos.
Sin embargo, el Gobierno peruano decretó que Lina y su hijo estaban en «peligro moral», por lo que crearon una comisión especial para protegerla.
Así, la niña se quedó en Perú con su hijo, que fue criado creyendo que era el décimo hijo de sus abuelos. Eso sí, con diez años se enteró de que Lina no era su hermana sino su madre.
Gerardo Medina murió a los 40 años de edad a causa de una rara enfermedad de medula ósea -que, en principio, no guardaba ningún tipo de relación con las circunstancias de su nacimiento y la precocidad de su madre -y sin saber la identidad de su progenitor. En Perú se llegó a creer que esta niña, que se casó y volvió a ser madre.