No era la primera vez que Carlos la agredía. Hubo más de un aviso, pero ella los ignoró. El amor, la necesidad, la costumbre, los malos consejos; Dayana no imaginaba que su “amable y súper detallista” novio la golpearía y violaría luego de dejarla inconsciente, por un ataque de celos. La pastilla del día después no funcionó, producto de esa violación nació una niña que hoy es la luz al final del túnel.
Más de un año le tomó a Dayana desligarse de la manera en que la sociedad ha ridiculizado a las mujeres; no se trata de ser feminista, sino de rechazar cómo justifican los celos, agresiones, y hasta homicidios con la excusa de que “las mujeres son tóxicas y complicadas”. Su nariz fracturada, más de una golpiza, una violación, ya no había manera de que no entendiera que debía alejarse.
Fuera de Venezuela
Como muchos en Venezuela, decidió emigrar con la esperanza de conseguir mejores oportunidades. Llegó a Colombia con una amiga, teniendo como objetivo reunir para mudarse a España con sus padres. Allí coincidió con un viejo conocido, Carlos, quien parecía “muy buena gente y atento”, pero resultó ser un novio pasivo-agresivo que casi la mata.
En la nueva ciudad la ayudó a conseguir residencia, trabajo y oportunidades. Durante dos meses Dayana rechazó sus invitaciones a salir, pero parecía que nada cambiaba entre ellos; él seguía allí, tan atento como siempre. Después de un período en Colombia, migraron juntos a Perú, y consiguieron habitaciones en el mismo edificio.
“Conseguí trabajo primero que él y logré que un mes después lo contrataran en el mismo lugar (…) Al final me pidió ser novios, y acepté”, relata. La actitud de Carlos dio un cambio radical poco tiempo después.
Todo comenzó con críticas sutiles como “esa falda no me gusta porque fulanito te mira mucho”, “No deberías usar el teléfono hasta tarde porque no rindes en el trabajo”.
La relación provocó que los cambiaran de sucursal, estaban prohibidos los noviazgos entre trabajadores de la empresa. Carlos comenzó a faltar a sus labores y a salir más temprano para vigilar a Dayana en su tienda, y todo quedaba registrado en cámaras. “Empezó a revisarme el teléfono. Me exigía que no usara cierta ropa y que me maquillara menos”, narra con un nudo en la garganta, preguntándose cómo no fue capaz de alejarse antes.
Al final de mes despidieron a Carlos, y los ataques arreciaron, tenía demasiado tiempo libre para sus celos. “Una vez se quedó todo el día en casa revisando mis redes sociales. Cuando llegué me hizo muchas preguntas sobre la gente que tenía en mis redes. Me decía que mis amigos eran malas influencias y que la única persona que se preocupaba por mí, era él”. Previo a las agresiones físicas, fue brutal la manipulación y violencia psicológica.
“Poco a poco para evitar discusiones comencé a aceptar esas cosas”, cuenta Dayana. Un mes entero estuvo su novio sin trabajo, 30 días de celos y martirios. “Eso es porque no tiene empleo y la mente ociosa es así”, le decían sus allegados.
Más adelante decidieron mudarse juntos, pero las agresiones verbales eran cada día peor. Cuando la botaron del trabajo él asumió todos los gastos, que le cobraba con insultos y prohibiciones.
Luego de conseguir un nuevo empleo las cosas no mejoraron con Carlos, sino que tomaron un peor rumbo. “Decía que yo le gustaba a mi jefe, hasta se autolesionó partiendo un vidrio porque dije que no renunciaría”. Eso dio inicio a una nueva etapa de amenazas: si me dejas, me mato.
La primera golpiza que le dio Carlos
“Una madrugada lo encontré revisando mi teléfono. Le pregunté qué pasaba y lo tiró al piso. Comenzó a golpearme diciéndome que yo tenía algo con mi jefe porque era muy atento conmigo”, recuerda con dolor.
“Puta… regalada”, fueron dos de los tantos insultos que le decía mientras la estrangulaba. “De un golpe me fracturó la nariz. Él mismo llamó a emergencias y fue al hospital conmigo, en donde dijo que me había caído por las escaleras. La enfermera no le creyó, y me motivó a contarle la verdad”.
Apenas dos días estuvo detenido Carlos. Ilógicamente unos días después Dayana volvió a esa relación. Ya no era masoquista, era sumisa, creía que los celos eran por su bien; mientras tanto, hasta sus familiares minimizaban la actitud de Carlos, diciendo que un ataque de celos era normal.
Pocos días antes del vuelo que ella había reservado para España, Carlos volvió a atacarla, la golpeó hasta dejarla inconsciente, y nuevamente llamó a emergencias él mismo. “Me hicieron revisiones y pruebas que determinaron que había abusado sexualmente de mí mientras estuve inconsciente. Aunque tomé una pastilla del día después, no hizo efecto”, explica.
Aparentemente fruto de esa violación, o quizá de coitos anteriores, nació una niña. Nació en España, y vive con su madre. No conoce a su padre, quien estuvo preso un breve período, ni las razones por las que él tiene una orden de alejamiento.