Sus orígenes se remontan a las tortas que se consumían durante las fiestas Saturnales, unas celebraciones muy importantes que se celebraban en torno al dios Saturno en la Antigua Roma con motivo de los solsticios, celebrando que los días comenzaban a ser un poco más largos cada día.
Portales como La Vanguardia.com nos recuerdan la razón de cómo se origina el consumo de este rico plato que se remonta a la época de los romanos.
Para aquel entonces, preparaban unas tortas redondas con calabaza, higos, dátiles y miel, que se repartían entre plebeyos y esclavos. Cada una de esas tortas escondía un haba seca en su interior, y quien la encontraba se convertía en el “Rey de la fiesta”, un cargo de carácter burlesco que “gobernaba” durante los días que durara la celebración.
Otros historiadores, sin embargo, confirman que parte de la culpa de que se extendiese la tradición por gran parte de Europa la tuvo el rey Luis XV de Francia (siglo XVIII), que al parecer quedó encantado con unos roscones que probó en la Provenza y quiso extenderlo entre la aristocracia europea, siendo de ese modo como llegó a España, de mano de Felipe V y la Casa Borbón. La tradición pronto pasaría al pueblo llano, con hornos cada vez más expertos en la producción de este dulce.
Esas tortas siguen teniendo forma de rosca y llevan fruta escarchada, que simboliza las joyas de una corona real.
Hoy se fabrica con harina, levadura, leche huevos, agua de azahar, margarina, azúcar y sal (aunque algunos les añaden otros ingredientes, al gusto). Eso sí, ya no tenemos dentro habas o monedas; ahora los roscones tienen sorpresas en su interior, que por razones higiénicas han de ir envueltas en plástico resistente al calor y que suelen ser fabricadas en porcelana o cerámica.
La historia del roscón es larga, pero ¿por qué se come precisamente el día de Reyes si no tiene nada que ver con ellos? Es una tradición pagana y no tiene que ver con el nacimiento de Jesús. ¿Entonces por qué se come en esa fecha?
Bien, pues existe una respuesta: comemos roscón justo el 6 de enero fue resultado de la tradición adaptándose a los nuevos tiempos, ya que tuvo que alojarse en una fecha religiosa para poder seguir practicándose.
Este festejo popular también se celebraba a nivel familiar: ese mismo día, en los hogares se hace un gran roscón en el que se introduce una sorpresa –una judía, una moneda o un objeto pequeño–. Al que le toca se le corona rey y preside la mesa.