La Iglesia católica, hace poco beatificó al joven Carlo Acutis, quien ha sido denominado el ciberapóstol de la eucaristía, en atención a como el beato antes de morir hacía uso de la tecnología para llevar el mensaje de Dios.
El mundo, vivió con emoción este acto, realizado el 11 de octubre en San Francisco de Asís, Italia, lugar donde reposa su cuerpo incorrupto, ahora visto por todos de manera permanente.
Venezuela, al igual que el mundo católico internacional, siguió de cerca la beatificación de un “chamo” – los jóvenes adolescentes- de apenas 15 años que hoy ya es «Patrón de Internet». Pero nadie más conmovido que su familia de la que, ignorábamos, tenía raíces entre nosotros. Descubrimos el parentesco de Rosa Pellino, hermana de la abuela materna de Carlo, por lo que resulta ser tía abuela del joven, reseña Aleteia.
Rosa está casada con el abogado Miguel Dao, educado por los jesuitas en el colegio San Ignacio de Caracas, una familia muy apreciada en la capital. Pedimos a Rosa conversar para Aleteia acerca de sus impresiones sobre el acto de beatificación que apenas un día antes se celebró en Italia y habían podido seguir desde Venezuela a través de las transmisiones.
Aún con la voz quebrada por el sentimiento nos comentó:
“Esto es algo muy grande, indescriptible. Hemos llorado mucho y tenemos sensaciones encontradas. Estamos muy felices pero habríamos querido poder estar presentes en Asis para vivir ese momento con nuestra familia, pero la restriccione que impone la cuarentena nos impidió viajar. Busqué entre la gente a los míos y pude ver a los padres de Carlo en la pantalla. Puedo imaginar la emoción que tenían porque nosotros, acá en Caracas, no hemos dejado de llorar”.
Nos explicó que el abuelo vino a Venezuela durante la Segunda Guerra Mundial, como tantos europeos. Pronto conoció a Luana y formaron un hogar. En ese hogar nació Antonella, quien contrajo matrimonio con Andrea Acutis y los padres de Carlo. Así que, siendo tía de Antonella, nuestra interlocutora Rosa es tía abuela del jovencito ejemplar, genio de la informática, que acaba de subir a los altares.
Cuenta que, de pequeño, lloraba por entrar a las iglesias, “pataleaba si no lo dejaban” y cada día rezaba con fervor y también predicaba para quienes lo quisieran escuchar.
No eran una familia de la que se espere produzca religiosos ni santos. Son católicos, claro, pero del tipo que hoy llamaríamos “light”, según Rosa. La pista puede ser la que ella misma asomó: “Tenía una niñera que era muy católica y la quería mucho. Tal vez fue ella quien más lo inclinó hacia todo ese mundo espiritual”. Sin embargo, no cabe duda de que fue Dios, «eso es un don», apunta. Lo cierto es que Carlo tenía a Dios en sus teclas y a la Virgen en su corazón.
De mayorcito, de repente se levantaba de la mesa y corría a llevar alimento y ropa a los indigentes. Dicen quienes lo conocieron que su bondad y cercanía era capaz de curar pues algún encanto había en él que aliviaba y animaba.
«¡Lamento tanto no haber podido verlos la última vez que fuimos a Italia!. Ellos estaban de viaje en Londres y nosotros no podíamos ir hasta allá», dice Rosa.
Nos cuenta que Carlo estaba muy claro en lo que a su destino se refería. Un día dijo: “Pronto moriré pero ustedes –sus padres- tendrán gemelos». Cuando los amigos bromeaban sobre las chicas, él decía: “La única mujer en mi vida es la Virgen María”.
Rosa nos revela que un día soñó que su abuelo estaba en el purgatorio y rezaba mucho por él. Lo que sí es claro para toda la familia es que tenía un don especial para ver y predecir, más allá de lo comprensible.
“Cuando le diagnosticaron cáncer fue un golpe muy fuerte para toda la familia. Pero él siempre estuvo sereno y esperanzado en Dios. Yo tengo un hijo cercano a su edad y tiene un impresionante parecido con Carlo. Por ello la noticia fue aún más impactante”.
El esposo de Rosa, Miguel Dao Dao –tío abuelo político de Carlo- vivió tiempo antes la muerte de uno de sus hijos, Aníbal Dao, ocurrida durante una práctica de paracaidismo que realizaba en compañía de otras dos personas, entre ellas el reconocido joyero venezolano Fernando Valero Gutiérrez. Fallecieron instantáneamente. Fue un mazazo indescriptible para el alma de Miguel. Pero sus palabras reflejaron que se mantenía en pie gracias a su fe.
Miguel es muy conocido y respetado, no sólo como profesional del Derecho sino por su labor como comisario y exdirector del Cuerpo de Investigaciones, Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc), en tiempos de los gobiernos democráticos en Venezuela. En aquel fatídico momento de agosto del 2018, formuló unas declaraciones a la prensa destacando el amor que le brindó su hijo: “Si alguna carga he de tener es aquella del mucho amor que nos brindó Aníbal y la llevo también con amor”.
En un mensaje publicado en su cuenta de Twiter escribió: “Fuerte y duro tránsito éste, queridos hermanos. La voluntad de Dios quiero respetarla y solo le pido fortaleza para afrontar todo esto. Entiendo que es ley de vida pero lo acepto con mucha humildad y me quedo con esos hermosos momentos que pasé con mi muchacho”. Y agregó una frase del poeta chileno Pablo Neruda: «Si nada nos salva de la muerte, al menos que el amor nos salve de la vida.»
El amor era el hilo conductor de los sentimientos en aquellos trágicos tiempos. Como lo es ahora, con la experiencia vivida por la familia de Carlo. Los dejó llenos de amor y de compasión y por esa razón los recuerdos, lejos de lascerar, deforestan y confortan.
No podemos pensar otra cosa sino que Carlo fue un ángel que estaba de paso para hacer el bien, influir en sus contemporáneos para traer esperanza, y dar testimonio de su fe. Nadie puede siquiera sospechar cuántas para cuántas cosas más estuvo en el mundo. Sólo nuestro Creador las sabe. ¿A cuánta gente no habrá tocado con su actividad en red? ¿Cuántos no se habrán sentido movidos por sus mensajes online? A pesar de ser un joven como cualquier otro, semejante a los chicos de su edad, no era un ser de este mundo, siempre fue más del Cielo. Misterios de Dios.
Es difícil comprender y aceptar la muerte de alguien que tiene la vida por delante pero “hay que confiar en los planes del Señor”. Por lo pronto, Rosa está segura de que Carlo llevó a los suyos más cerca de Dios y de su religión. Y que, con este acontecimiento maravilloso de tener un beato en la familia, seguramente se verán bendecidos y Carlo hará que su vivencia espiritual, la conversión en que tanto nos insiste el papa Francisco, sea mucho más fecunda y profunda.