Hoy 14 de julio se cumplen 204 años de la muerte de Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez, mejor conocido como el Generalísimo Francisco de Miranda.
Francisco de Miranda fue político, militar, diplomático, escritor, humanista e ideólogo venezolano, considerado «El Precursor de la Emancipación Americana» contra el Imperio español.
Conocido como «El Primer Venezolano Universal» y El Americano más Universal, Francisco de Miranda fue partícipe de la Independencia de los Estados Unidos, de la Revolución Francesa y posteriormente de la Independencia de Venezuela, siendo líder del Bando Patriota y gobernante de nuestra Primera República.
Su vida y sus batallas
Destacó en la política como un firme defensor de la independencia y la soberanía de las naciones a escala internacional. Militó en el grupo político moderado conocido como Girondino en Francia, fue firmante del Acta de la Declaración de Independencia de Venezuela, impulsor y líder de la Sociedad Patriótica así como también fue el creador del proyecto geopolítico conocido como Gran Colombia, que Simón Bolívar trataría de llevar a cabo tras la liberación de Colombia, Ecuador y Venezuela en 1826, aspirando unificarlos en una sola nación.
Militar prodigioso, formó parte de las filas del Ejército Español y del Ejército Francés, alcanzando los rangos de Coronel y Mariscal respectivamente. Además, detentó el rango de coronel en el Ejército Ruso, concedido por Catalina II la Grande y fue el primer comandante en jefe de los ejércitos venezolanos, ostentando el título de «Generalísimo».
Su nombre está grabado en el Arco del Triunfo de París. Su retrato forma parte de la Galería de los Personajes en el Palacio de Versalles; su estatua se encuentra frente a la del General Kellerman en el Campo de Valmy, Francia.
Lo trascendente de Francisco de Miranda es su lucha en la llamada época de las revoluciones: siempre a favor de las causas de cambio, de libertad.
Llegó a Venezuela en 1806 con una bandera, un barco y un grupo de hombres para vender la idea de libertad e independencia. El mismo pueblo lo rechazó. Esa fue una de las constantes de su vida, correr, esconderse, hablar en el momento preciso, escapar incluso de los suyos.