Cometa Neowise en el horizonte venezolano

El cometa Neowise sobre la estación Hornos de Cal del MetroCable San Agustín, fotografiado por Gonzalo Graner Katary @ggraner

Una oportunidad en 6 mil 800 años. Es la advertencia más lapidaria para no perderse el espectáculo que el cielo nocturno ofrece a los venezolanos esta semana con el paso del cometa Neowise, uno de los cuerpos celestes más vistosos de las últimas décadas que hasta este jueves 23 puede apreciarse a simple vista en nuestros predios celestes. Si es que para entonces el planeta Tierra aún existe, la próxima visita de este trotamundos estelar de hielo y roca será cerca del año 8.820. Es tan viejo como el universo pero la humanidad lo conoce desde hace solo cuatro meses, cuando en su recorrido interestelar finalmente se topó con nuestro planeta azul, en los suburbios de la Vía Láctea.

Lo observamos desde casi el mismo momento en que comenzó la crisis global por el coronavirus. Fue descubierto el 27 de marzo y a La Tierra comenzó a acercarse a principios de julio. Desde entonces se han hecho virales en la red afortunadas fotografías que han podido captar el tránsito del cometa, que en sus primeros días favoreció para su disfrute a los países del Hemisferio Norte. También las gráficas tomadas desde la Estación Espacial Internacional. En lo que respecta a las noti

cias locales, están las imágenes de su avistamiento por Caracas y por el estado Táchira tomadas por entusiastas del acontecer astronómico.

El evento se asemeja mucho al que nos ha vendido el cine sobre estos elementos que viajan a la libre por el espacio exterior: una roca aparentemente redonda recubierta de un intenso resplandor con una cola de gas adosada que es más bien una cabellera de llamas tornasol.

Igual que Venezuela, los países del trópico están en los mejores días para disfrutar del cometa, y en el Sur, la temporada para el avistamiento comienza este 23 de julio, que es justo el día que el Neowise estará más cerca de La Tierra, a 103 millones de kilómetros de nosotros. El chance para el Hemisferio austral se irá extinguiendo hasta el día 31, cuando ya definitivamente el Neowise habrá zarpado a otros destinos.

Longevos y veloces

Corren los milenios, la humanidad avanza a velocidad trepidante, y a pesar de ser tan numerosos en el universo como los granos de arena en un desierto, los cometas siguen fascinando a todas las civilizaciones. Inspiran poemas, conjuran maleficios, protagonizan películas y acompañan a los enamorados. No hay nada más seductor para comenzar un relato con aspiraciones de ser memorable que narrar el paso de un cometa frente a una mirada expectante.

El primero que se registra con detalle, al menos en la historia del mundo occidental, fue el “Cometa de César”, cuyo avistamiento data del año 44 antes de Cristo. Desde entonces hasta hoy son varios los que han dejado huella en el imaginario colectivo terrícola. Si hay alguno otro digno de mencionar es el cometa Halley, descubierto en 1758, con un período orbital de alrededor de 75 años. En 1986 fue su última visita a nuestra bóveda celeste y no volvemos a esperarlo hasta 2062.

En cuanto al Neowise, fue el tercero descubierto este año. Su particularidad radica en lo vistosa de su apariencia, capaz de ser apreciada con los ojos desnudos si el cielo está despejado. Su nombre oficial es C/2020 F3, y el mote de “Neowise” viene dado porque también ese es el apelativo del telescopio de la Nasa que lo divisó por primera vez desde su base de operaciones ubicada al sur de California, en Estados Unidos. Su primera imagen son tres puntitos rojos entre un puñado de estrellas grises.

Esto es porque el artefacto, que desde 2009 fue lanzado al espacio con el objetivo que ampliar nuestra vista del universo cercano, capta desde su ubicación longitudes de onda infrarrojas que luego traduce en lo que realmente ha visto. A través de ese método este telescopio ha descubierto miles de planetas menores y numerosos cúmulos de estrellas.

El Neowise, igual que el resto de los cometas, es una especie de iceberg espacial. Está compuesto de hielo, roca y gas, y esas sustancias datan de los momentos mismos del nacimiento del universo. Son tan longevos como veloces, viajando en el caso de este cometa, a unos 28 mil kilómetros por hora. Estos cuerpos celestes se mueven dibujando formas elípticas, parabólicas o hiperbólicas, y se clasifican de acuerdo a su tamaño y al diámetro de su órbita.

Su cola, que en realidad es doble aunque a simple vista eso sea difícil de distinguir, va siempre en dirección opuesta al sol y está en estado de permanente sublimación.

Según el cosmonauta ruso Ivan Wagner, que reside actualmente en la Estación Espacial Internacional a 400 kilómetros de La Tierra, el cometa Neowise es el más brillante que pasa por nuestro planeta en los últimos siete años.

Manual para capturarlo

Para verlo desde Venezuela el Planetario Humbold recomienda el uso de prismáticos, en especial porque para mala noticia de los interesados, el paso del Neowise por el país coincide con cielos de abundante nubosidad y precipitaciones recurrentes. No obstante, no descarta el avistamiento directo si las condiciones meteorológicas lo permiten. Porque de hecho, de las fotografías que abundan en la red, muchas son orgullosamente tomadas con teléfonos celulares de gama popular.

Se supone que el paso del objeto es cercano al anochecer, y para saber hacia dónde mirar, el mismo planetario del Parque del Este ofrece en su cuenta de Twitter mapas para ubicarse en la geografía sideral.

Pero para quienes no tienen tanta pericia en los menesteres astronómicos y requieren más pistas, hay aplicaciones disponibles para su libre descarga en dispositivos móviles que facilitan la observación del cielo y la ubicación de cada objeto, incluyendo el cometa Neowise. Una de las más recomendadas es Skyview, que además ofrece la ubicación y observación de los cuerpos celestes a través de realidad aumentada.

Con el avistamiento del cometa Neowise el cielo venezolano registra su segunda novedad del mes, dado que a principios de julio también recibió la visita de la Estación Espacial Internacional que pudo disfrutarse también a simple vista.

Rosa Raydán/ÚN