Neruda, premio Nobel de Literatura 1971 y destacado militante comunista, falleció el 23 de septiembre de 1973, apenas 12 días después del golpe de Estado en Chile. Tenía 69 años y sufría un cáncer de próstata.
La versión de un supuesto crimen contra el poeta surgió de la boca de su exchofer en 2011 y abrió la puerta a la hipótesis de que agentes o colaboradores de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) le habrían inoculado una bacteria en la clínica de Santiago donde estaba internado.
En los últimos años, la obra de Neruda ha estado en el punto de la mira de la cultura de la cancelación luego de que se rescatara el reconocimiento que hace el poeta de haber violado a una mujer, encargada de limpiar sus letrinas, cuando entre 1928 y 1930 fue cónsul de Chile en Ceilán, actual Sri Lanka.
El autor dedicó un par de párrafos a ese abuso sexual en «Confieso que he vivido» (1974), revisado en los últimos años a la luz del movimiento #MeToo.
«Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos».
Este es el poema más conocido de Pablo Neruda (seudónimo de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto). Pertenece a sus Veinte poemas de amor y una canción desesperada que publicó con tan solo 20 años, en 1924, y que le hizo mundialmente famoso.
«El más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, según Gabriel García Márquez, había publicado su primer escrito con tan solo 13, en el periódico La Mañana de la ciudad chilena de Temucode donde se crio con sus abuelos. Sus versos recorrieron el mundo con él, con el Pablo Neruda, diplomático primero, exiliado después.
Versos que abrazaron el amor apasionado, la reflexión sobre la vida y el compromiso político. Versos en los que alzó la voz contra las injusticias y en los que también pidió silencio para dejar hablar a su yo más íntimo.
«Pido silencio» es precisamente uno de sus poemas más hermosos. Abría el poemario Estravagario publicado en 1958. Una llamada a la cordura, a la fidelidad a uno mismo, a lo pequeño y al silencio interior frente el ruido exterior.
“Pido silencio”
Ahora me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.
Yo voy a cerrar los ojos
Y sólo quiero cinco cosas,
cinco raíces preferidas.
Una es el amor sin fin.
Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.
Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.
En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.
La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.
Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.
Ahora si quieren se vayan.
He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.
Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.
Sucede que soy y que sigo.
No será, pues, sino que adentro
de mí crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.
Se trata de que tanto he vivido
que quiero vivir otro tanto.
Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.
Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.
Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer